Érase una vez

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¿Cuantas veces hemos leído esa frase antes? Probablemente en nuestra infancia, esas palabras dictaban un rato de diversión, un rato de lectura o simplemente una tarea de colegio. 

Es muy cierto que le dábamos rienda suelta a la imaginación cada vez que empezaba la faena de sumergirnos en aquellos cuentos y fábulas. No pensábamos en nada mas que divertirnos. No existían palabras tales como "preocupaciones", "problemas", "estrés", "depresión", entre otras. Hasta preguntábamos que significaban tales palabras cuando las escuchábamos. Solo nos interesaba explorar el propio mundo que nos rodeaba. 

¿Porqué nos afanábamos por crecer? Nuestra propia ignorancia nos ganó la batalla, porqué siendo niños, nos imaginábamos lo que sería de nuestra vida adulta, madura, y creíamos que todo aquello sería tal cual. ¡Qué ilusos eramos! Si tan solo hubiéramos sabido un poco de lo que sabemos ahora, la historia sería muy diferente. Algo parecido al curioso caso de Benjamín Button. 

En el proceso de crecer, de madurar cual fruta tratase, empezamos a cambiar nuestra esencia. Los sueños que teníamos en un principio cambian, se transforman, al igual que nuestra actitud hacia la vida. Nos volvemos temerosos, desconfiados, recelosos, introvertidos, depresivos, frágiles. Dejamos de soñar, de volar sin despegarnos del piso. Y quizás esa es la peor parte de crecer. 

Renunciamos sin querer a lo que una vez era un estilo de vida. Renunciamos a aventurarnos sin importar las consecuencias. Renunciamos al amor desinteresado y a las amistades sinceras. ¿Porqué? ¿Acaso hay una forma de crecer de forma distinta? 




Estadios de la vida y demásWhere stories live. Discover now