Sangrando a la libertad

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Mi padre trabajaba todas las noches en una construcción fuera de la ciudad. Nunca supimos qué construían, pues mi familia y el pueblo era realmente pobre y todos los hombres adultos, incluido mi padre, trabajaban días enteros para ganar un poco más de dinero y cuando llegaban a casa estaban muy cansados como para conversar. Odiaba el trabajo de él, me arrebataba su presencia y lo transformaba en un esclavo. Verlo llegar a casa en las madrugadas era un alivio, se rumoreaba que muchos hombres morían en el trabajo así que simplemente verlo me hacía feliz, aunque él ya no era el mismo, cada vez se veía más pálido y murmuraba cosas como: "qué horror", "nos matarán a todos", "no hay escapatoria", "tengo que hallar una salida".

Al ser el pueblo muy pobre había mucha violencia y delincuencia. Salir a la calle implicaba un alto riesgo de ser asesinado o asaltado, en ese pueblo no vivíamos, sobrevivíamos. Hay algunas personas que se hacen llamar "los vigilantes", aunque la mayoría de las veces ellos mismos estaban involucrados en los crímenes y los honestos morían diariamente. El método de justicia que ellos trataban de aplicar no era el adecuado, solo se puede meter en las cárceles a hombres, pero los hombres se extinguieron en este sitio, solo quedan animales rondando en las calles. Era una guerra día a día tratar de vivir, a los delincuentes de las calles hay que eliminarlos como los animales que son. Mi madre siempre se horrorizaba por mi forma de pensar y la repugnancia que sentía hacia esta sociedad, pero en mi opinión la única forma de salvar el pueblo era iniciando desde cero.

Pasaron los años, cada vez veía menos a mi padre y la salud de mi madre se fue deteriorando hasta que una noche dejo de sonreír y su escancia se extinguió con el viento. Desde ese momento viví junto a mis amigos, teniendo que convertirme en la clase de persona que odiaba. Mis amigos se convirtieron en mi familia, junto a mis hermanos Keymer y Danny siempre nos cuidábamos los unos a los otros y nunca más me sentí solo.

Un día, mientras recogía algunas frutas en el bosque, encontré entre los matorrales un cuerpo, resultando ser mi padre aún con vida. Apenas entendiendo lo que me decía, me entregó una hoja de papel y balbuceó: "consérvalo en caso que lo necesites... allí está la salida"... dicho esto, mi padre falleció.

Volví al pueblo sin decir nada y me encerré en mi habitación. Al despertar me asomé a la ventana y vi que en la plaza principal había una carroza lujosa con varios guardias reales y una gran caja. Una señora muy maquillada anunció que la construcción había finalizado, era la nueva prisión del pueblo. Todo crimen cometido sería severamente castigado, siendo la mayoría de las veces ese castigo la muerte o la lucha por la libertad. Ahora la ciudad será custodiada día y noche por los guardias reales. Con un chasquido abrieron la caja y de ella salió una pila incontable de cuerpos. La señora pidió condolencia por los trabajadores fallecidos en la construcción y los que pudieran que revisaran los cuerpos y enterraran a los suyos. El pueblo ante tal barbaridad empezó a revelarse y lanzar piedras. En ese instante, la guardia real empezó a atacar al pueblo, las calles se bañaron de sangre esa noche bajo la luna llena.

El pueblo se veía vacío, no se sabía si era porque en verdad funcionó la medida extremista de la realeza o el pueblo tenía miedo. Durante la semana una que otras veces escuchábamos a alguien siendo golpeado por la guardia y llevado a la torre. Rumores que corrían por el pueblo hablaban de que la cárcel estaba vacía porque diariamente mataban a todos los prisioneros o los ponían a matarse por vivir un día más. Si se negaban a pelear, los mataban frente a todos los prisioneros desnudos para humillarlos.

Un día Danny cayó gravemente enfermo y al no tener dinero para sus medicinas, Keymer y yo planeamos, aún con mucho miedo, robar medicamentos de la farmacia. Durante la noche nos movimos sigilosamente por el pueblo, forzamos la puerta de la farmacia y nos colamos. Ya con las medicinas en mano y en nuestro camino a casa, llamamos la atención de la guardia que por la hora, nuestra mala pinta y el hecho de que llevábamos unos frascos en las manos se abalanzaron contra nosotros. No me importaba morir, mis padres ya se habían ido y más me importaban mis amigos, quienes fueron los que me acogieron. Danny siempre fue una persona muy honesta y de principios, no podía abandonarlo en su momento de necesidad, así que le dije a Keymer que tomara las medicinas y se las diera, yo distraería a los guardias. Desafortunadamente no lo logré, me atraparon y me llevaron a la torre. Metido en una jaula, camino hacia la prisión, miraba la luna y la siniestra forma de la torre erguirse ante mí. Revisé la nota de mi padre y me di cuenta que hablaba de la torre. Mi padre conocía cada centímetro de la edificación y en ese papel había anotado zonas vulnerables, claves para escapar, así como refugios. Una brisa acarició mi mejilla, sonreí sabiendo que era mi padre protegiéndome aun después de la muerte.

Desperté en mi celda acompañado de aquella elegante señora quien me sonreía. Con una voz chillona me decía que sabía quién era yo, que mi padre era su trabajador favorito, que fue un hombre muy dedicado y siempre le hablaba a todos sobre su hermosa familia. Dijo, además, que ella trató de seducir a mi padre, diciéndole que era la dueña de la torre, pero este solo hablaba de mi madre y después de enterarse que ella murió, desapareció. Dijo que disfrutaría mi estadía en la torre. Tuve que hacer cosas horribles para sobrevivir en ese sitio, hice algunos amigos pero ninguno duraba más de dos días.

Después de unos meses y de trabajar en las zonas vulnerables, logré escapar de la torre con unos amigos, pero solo yo logré llegar al pueblo, puesto que los arqueros notaron nuestra escapada. Pude volver a casa a descansar, y tuve que cambiarme el peinado dañarme algunos dientes e incluso ejercitarme para lucir algo diferente y fingir que era un familiar de aquel desgraciado que fue a la torre. A pesar de todo, pude descansar. Me entere que Keymer se había enamorado e hizo planes para huir del pueblo, afortunadamente lo logró. La madre luna sabrá donde está y lo protegerá desde las alturas. Solo quedábamos Danny y yo cuidándonos el uno al otro. Una noche Danny y yo discutimos, no recuerdo por qué, pero el salió de la casa a caminar, el prefiere hacer eso a pelear. Después de unas horas me asomé a la calle y vi a un guardia golpeando a un anciano, horrorizado pensé que definitivamente la libertad ha muerto y todos nosotros no somos más que los títeres de aquella mujer. Asombrado vi que Danny se abalanzó sobre el guardia y empezó a luchar contra él. Más guardias aparecieron a enfrentarse contra él. Salí corriendo para ayudarlo pero más y más guardias aparecieron y nos llevaron a ambos. Allí estaba yo una vez más, bajo la luna yendo a aquel edificio maldito manchado de sangre. Danny no dijo una palabra durante todo el camino, mientras yo le decía que no se preocupara, que si luchamos arduamente y obedecemos, podemos encontrar otro punto y seremos libres. Que escaparemos juntos y nos reuniríamos con Keymer. Danny dijo que no, en la lucha había asesinado a dos guardias, matar es solo de animales, él merecía morir y lo aceptaba. Lloré suplicándole que no pensara así, que él fue más hombre que cualquier animal que vivía en el pueblo, que lo único que hizo fue reclamar los derechos de un anciano. Aun así Danny estaba negado a escucharme. Tal fue el punto de mi desesperación que los guardias me tuvieron que dejar inconsciente para callarme.

Desperté estando en la misma celda que Danny y este estaba arreglándose, la señora elegante abrió la celda y le anunció que ya era la hora. Danny, con una mirada vacía, me dijo: "nos vemos del otro lado" y se fue.

Como pude forcé la reja y fui a la parte más alta de la torre, sabiendo que allí se realizan las ejecuciones. Era un sitio circular, abierto, rodeado de escasos metros de muro donde se encontraban los arqueros, tenía algunas gradas donde se sentaban los prisioneros más fuertes y la misma señora, y en el centro del patio obligaban a pararse, bajo el abrazador sol, al condenado, desnudo y atado de manos y pies con grilletes, esperando a que su verdugo con su hacha gigante lo decapite. Para entretenimiento del público se hacían danzas alrededor del condenado, solo otra forma de disfrazar el sadismo con colores.

Llegué al patio estando ya Danny en su centro y en la puerta que conecta al patio me recibió la señora elegante, quien me sonrió y me dijo que le alegraba verme, que era su pequeño rebelde favorito, y como ella sabía que el condenado era mi amigo, en una extraña muestra de respeto, me permitirá danzar con ella antes de la ejecución. Rodeamos al verdugo y a Danny danzando, él tenía la mirada perdida, no se le veía miedo ni ansias, solo estaba allí, esperando. Terminado el baile todos se dispersaron excepto la señora y yo. Me mantuvo danzando para ver la ejecución de mi querido amigo. El verdugo se acercó, alzó el hacha y el suelo se llenó de rojo escarlata mientras dos cabezas volaban por los cielos. Como pude, empujé a la señora contra el cuerpo de Danny y así ambos se fueron de la mano, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas, miré el sol cubrirse de flechas y pensé: no importa a dónde vaya, estaré con mi mejor amigo. De tantos animales que han muerto en este sitio, hoy mueren dos hombres. Hoy dimos nuestro último grito por la libertad. 

Sangrando a la libertadWhere stories live. Discover now