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El cumpleaños de Sofi es mañana.

Y no tengo ni pinche idea de qué regalarle.

¿Si yo tuviera seis años, que me gustaría tener?

Un unicornio.

Oh sí, lástima que no existen.

Salí de la biblioteca y comencé a caminar por las tiendas buscando algo que le pueda gustar.

Y entonces, un foquito se encendió sobre mi cabeza.

Literalmente.

Éste alumbraba el letrero de un lugar.

"Academia de danzas clásicas Monsheritt."

Oh yeah, sé que le voy a dar de regalo.

(...)

—No.

—Pero...

—No.

—Ryan...

—No.

—Oye...

—Que no dije.

—No, no es eso, al frente...

—No.

—¡Podrías dejarme...

Ryan se cayó.

—... Hablar! Iba a decirte que tuvieras cuidado con la piedra frente a ti. Esto mi amigo, se llama karma.

—¿Karma de qué?

—Porque siempre arruinas la niñez de Sofi.

—¿Eh?

—Le dijiste que el ratón Pérez no existe, no la dejas tener peluches, no la llevas a comer helado, y lo peor: ¡No quieres que tome clases de Ballet!

Inhala.

—¡Déjala ser una niña común y corriente!

—Ya te mamaste wey, si levantas a mi mamá seguro viene y nos persigue con su chancla voladora a ambos.

—Pueso yo puedo decir que estoy en mis días.

Él frunció el ceño.

—¿Y eso qué tiene que ver?

Sonreí maliciosamente.

—Te sorprendería la cantidad de cosas que se me facilitan si digo eso.

Ryan me mira extraño.

Pero luego ríe.

¿Qué pasaría si les digo que creo que lo amo?


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