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Y sorprendentemente, el estúpido carro sigue sin funcionar y tengo que tomar el autobús una vez más.

La única parte buena, creo, es que mi jefe ha sido comprensivo y me ha dejado conservar mi trabajo.

En cuanto subo al autobús, la misma señora nada agradable me mira de arriba a abajo, y sé lo que está pensando, "¿este otra vez aquí?" Si, yo otra vez.
Esta vez no había tanta gente y había más de un asiento solo, pero aquel chico sonriente de ayer me veía fijamente, como si estuviera esperando a que me sentara junto a él.

Su sonrisa era contagiosa y su invitación indirecta no fue rechazada pues sin perder nada de tiempo me fui a sentar a su lado.

Este chico había hecho dos de mis días en los que había perdido la esperanza mucho mejores, y estaba agradecido.

Una Bella Sonrisa de un Chico BelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora