Capítulo 1: La fuente de la buena fortuna está maldita

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"Yo me retiro, cruzaré el muro y volveré a mi hogar. No tengo oportunidad compitiendo con tres brujas como ustedes" Dijo con tristeza Cristopher interpretando a Sir Desventura en la obra de La fuente de la buena fortuna.

"¡Hombre de poca fe!, ¡Desenvaina tu espada, caballero, y ayúdanos a cumplir nuestro objetivo!" Exclamé con tanto enfado como pude fingir.

— No, alto, alto, ¡Detengan todo! – Gritó Emilio, el director de la obra, haciendo que todos suspiraran molestos, esta era la séptima vez que nos detenía en esta misma escena, específicamente en mis líneas. — ______ estoy en primera fila y no oigo ¡Ni una sola maldita palabra de lo que dices!

— Lo siento Emilio, lo haré mejor esta vez.

— No, no, no, nada hacerlo mejor y qué sé yo ¡Lo haces terrible! !¡TERRIBLE! — Gritó tan histérico como siempre, pero esta vez lo hacía para humillarme específicamente a mí. — Y estamos todos aburridos ver la misma maldita escena una y otra vez, no entiendo por qué razón te di el papel de Amata

— Como si no supiéramos que fue gracias a Leonardo. – Dijo Diana, la actriz que interpretaba a Asha, la bruja enferma.

— Cierra la boca Diana que tu no lo haces mejor, es más todos aquí son pésimos como actores, todos ustedes me dan asco. No pienso seguir ensayando con ustedes, la obra será un fracaso y este será el fin de mi carrera. Si para mañana no consiguen ser actores decentes será mejor que busquen empleo en otra cosa porque me encargaré personalmente que no consigan unirse a ninguna otra compañía. — Finalizó el director para después salir del teatro con la cabeza bien en alto.

Era común que Emilio hiciera este tipo de escenas, siempre le daba por hacer un gran escándalo e insultarnos a todos justo la semana antes del estreno de la obra, por eso a nadie le extrañó que finalizara el ensayo en la mitad, pero esta vez había algo diferente, y es que su odio, que habitualmente esparcía sobre todos, ahora iba principalmente dirigido hacia mí. Y bien sabía yo que tenía razón.

Nunca fui la mejor estudiante en la Academia Mágica de Arte Dramático (AMAD), es más, ni siquiera entraba entre las mejores, y nunca fui una gran actriz. De las pocas obras en las que he participado solo he recibido malas críticas y si ahora tenía el papel principal se debía, como dijo Diana, a Leonardo, mi novio e hijo de un importan empresario que casualmente era el dueño del teatro.

Por supuesto que mi relación con él no se debía a su parentesco con el dueño del teatro, eso fue pura casualidad. A Leonardo lo conocí hace un año, después de dar una función en el teatro de Venecia, esa noche interpretaba una obra muggle adaptada al mundo mágico, era La fierecilla domada de Shakespeare. Yo interpretaba a Bianca, y Leonardo me esperó a la salida para felicitarme por mi actuación, confesó que quedó cautivado conmigo en el primer acto. Yo le aseguré que era porque el personaje de Bianca era encantador, que en persona era diferente, un poco más como Catalina. Él dijo que entonces era mejor, porque Bianca no era su tipo, y que prefería las mujeres como Catalina. Hablamos un poco más y luego me lo encontraba al finalizar cada presentación, siempre con flores para felicitarme... demasiado cliché, pero me pareció adorable en ese momento.

Nuestra primera cita fue en un teatro muggle, vimos la ópera Carmen, y quedé fascinada porque nunca había visto una ópera muggle. Al mes siguiente me pidió ser su novia y acepte inmediatamente. Meses después me peleé con mi padre y entre el enojo del momento decidí marcharme, dejando mi casa, a mi padre y a mi compañía de teatro atrás. Ahí fue que Leonardo me contó que su padre era un empresario bastante poderoso y a su poder tenía varios teatros, que fácilmente me conseguiría un puesto en la compañía de teatro en Milán, y decidimos irnos juntos hasta dicha ciudad. No vivimos juntos, eso era demasiado compromiso, al menos para mí, porque Leonardo lo propuso en varias ocasiones.

Under The Milky Way (Ron Weasley y tu), Segunda TemporadaWhere stories live. Discover now