Emma despertó con un nudo en la garganta que no la dejaba respirar. Se incorporó abruptamente sobre la cama, sintiendo con fuerza los latidos de su corazón en el estómago, la cabeza, la garganta... Las lágrimas empapaban su rostro, y sintió que el corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento.
-¿Emma?- Se incorporó la morena a su lado, pero la sheriff no podía escucharla. -¿Estás bien?-
La rubia se apretó con fuerza la mano contra el pecho, tratando de calmar su respiración, y de pronto se encendió la luz de la mesita. Entonces vio a la alcaldesa a su lado, intentando entender lo que estaba pasando.
-¿Emma? Por favor, dime algo...-
-Era...era horrible...- Confesó y rompió a llorar. -Todo era cierto, todo lo que decía Henry sobre los cuentos de hadas... Y yo...yo lo siento mucho...-
-¿El qué?- Apoyó su mano sobre el hombro de la rubia.
-Yo te quería tanto...pero tenía tanto miedo porque tú no me querías...- La morena no la dejó continuar, y la abrazó con fuerza contra su pecho, aplacando el sollozo y las lágrimas que no la dejaban respirar. Emma la rodeó con sus temblorosos brazos, sintiendo que encajaban a la perfección y que no habría podido ser de otro modo. Y se sintió a salvo, porque sus decisiones no la habían apartado de la persona a la que más amaba del universo, en cualquier mundo paralelo y en cualquier dimensión. Y al escuchar los latidos del corazón de Regina, volvió a sentirse segura y en casa. Nunca tendría que despertar en medio de la noche, arrepintiendose de haber dejado ir a su alma gemela, ni sentirse culpable de su dolor, porqué la realidad era que se sostenían la una a la otra, y parecía cosa del destino que así fuera, porque pensar en cualquier otra posibilidad le provocaba pesadillas de esta envergadura, de las que se despertaba llorando y sin poder respirar. -Te quiero...-
-Yo también te quiero, cielo...-
