—No te quedes ahí parada, haz algo—me ordena.

No me tomo las molestias en seguir su orden, la evado con una pregunta rápidamente.

—¿Sabes lo que le ocurrió a mi abuelo ayer?—mi tono voz es seria, y me alegro saber que salió justo como yo quería.

Detiene sus mandos frenéticamente y por fin, obtengo lo que que quiero, que me mire a los ojos y me muestre ese semblante de confusión.

—¿Qué le ha pasado a mi padre?

Yo no debería responderle, ella misma debe llamarlo. Desde que vivo con mis abuelos, sus llamadas eran escasas, ahora es la oportunidad de que lo haga y hable con él.

Salgo de su habitación dejándola con la pregunta en su boca. Me dirijo hacia el pasillo, encontrándome con Jake que estaba ahí parado escuchando toda nuestra conversación.

—Yo-yo no escuche nada, si es lo que piensas—balbucea, actuando de manera indiferente.

—¿Quién es el predecible ahora?—sonrío victoriosa.

—Ja, ja. Que chistosa.

"A las seis y punto en el parque japonés"

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"A las seis y punto en el parque japonés".

Habíamos quedado encontrarnos en ese pequeño parque asiático, porque según Nathan, había un restaurante muy delicioso cerca.

Alisaba una y otra vez mi falda por los nervios, mientras que con la libre, me sujetaba de un pasamanos del autobús. Llevaba puesto una blusa amarilla—color perfecto para el verano, como dice mi abuelo—y una sandalias con tacón bajo.

Me bajo en la parada correspondiente y ya siento como mi corazón sobresale de mi por los nervios que, van incrementándose.

Observo mi entorno tímidamente, me siento insegura en una ciudad que no conozco del todo. Sin duda hago demostrar que soy una turista, blanco fácil para los criminales y estafadores.

Busco con la mirada a Nathan y no hay rastro alguno de él. ¿Llegué muy justo a la hora quedada? ¿Se habrá olvidado de la cita?

Rechazo rápidamente aquellos pensamientos negativos de mi mente y los transformo en positivos. Quizás, sólo se le ha hecho un poco tarde.

6:20 pm.

Hola, enana.

¿En serio? ¿Enana?

—Nathan, no soy tan... —mis palabras son interrumpidas una vez que me vuelvo y veo a un hombre totalmente desconocido ante mis ojos.

¿Acaso me estaré encogiendo yo? Porque este chico es tan alto que tengo levantar la mirada.

—¿Estas sola?—su tono de voz es suave y me mira con tanto interés que, obviamente, intuí que este chico quería algo más de mi.

—Yo...

No me da tiempo para responder... me paro en seco al ver llegar a mi cita.

Nathan.

—La enana viene conmigo—me rodea el hombro con su brazo, me atrae hacia él y mira al chico con una expresión de: "Me pertenece".

Dios, soy un tomate ahora.

Entiendo—la voz del chico cambio de suave a totalmente severa. Refunfuñó mientras se alejaba de nuestras vistas.

—Te salve justo.

Me suelta de su agarre y se le dibuja una sonrisa en sus labios.

—Lo tenia controlado—le menciono con el corazón latiendo a mil.

—Aja, si.—suelta una risa cantarina y me toma de la mano—Lo siento, se me hizo tarde. Lo recompensare en el restaurante de hoy.

Sonrió ante sus palabras y dejo que me lleve aquel restaurante delicioso que comentaba.

...

El restaurante era bastante acogedor: tenia una fachada a los años ochenta, aquel piso cuadrado de blanco y negro, asientos de tono rojo y unas ventanas enormes que, te dejaban disfrutar la vista de afuera. Había una barra para pedir tragos, dónde las personas se tomaban sus copas y charlaban de sus penas con los meseros.

—Es un lindo lugar—comento.

—De vez en cuando vengo aquí con mis amigos—señaló, mostrándome el menú, que ya estaba puesto en la mesa.

La linda mesera se hace presente en nuestra mesa y no puedo evitar mirarla en cómo miraba a Nathan con admiración.

"Chico popular" pensé.

Pongo los ojos en blanco y le digo mi pedido rápidamente. Nathan lo hace también y aquella mesera de melena rubia, desaparece con los pedidos anotados.

—Cuéntame algo de ti, Rose.

—¿Algo de mi?—repito extrañada. Jugueteando con un mechón de mi cabello por los nervios—No soy popular como tú.

Se me queda mirando unos segundos y luego estalla en risa, cubriendo la mitad de su rostro con su mano, reprimiendo su alegría.

—¿Qué es tan gracioso?—replico.

—Eres tan linda.—suspira, recuperando el aire perdido por las carcajadas—Yo creo que si eres popular.

No sé cuantas veces me ha dicho lo linda que soy...

—¿Sabes por qué?—cuestiona. Niego con la cabeza—Porque brillas tanto, que, hasta las mismas estrellas, se opacan al verte. 

Nota de la Autora: ¡Mil disculpas por la demora, pero estuve sin inspiración y así, no se puede escribir. Seamos honestos.

Gracias por leer, significa mucho para a mi. Comenten si les ha gustado y denle amor al botón de votar.

¡Nos vemos!

Es un gusto conocerte Ⓒ (PAUSADA TEMPORALMENTE)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ