Apacible

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Disclaimer: My hero Academia/Boku No Hero Academia - Historia realizada por Kohei Horikoshi

Aclaración: Periodo Edo - AU

Pareja: Kirishima Eijiro x Midoriya Izuku

Extra: Todoroki Shouto x Bakugo Katsuki x Todoroki Shoto

Advertencia: Shonen-ai / Quizás OCC / iré subiendo el rating en caso se deba.

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Así, completamente absorto en su espalda ancha y su silueta robusta frente a la ventana con bordes de madera, cayó enamorado.

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Cuando su padre le había pedido que vaya al barrio de Yoshiwara, pensó que simplemente había perdido la cabeza, pero cuando escuchó los disparos como la puerta siendo destruida por explosivos y gritos rebosantes de energía entonando el nombre de su familia, su conciencia perdió enfoque y solo obedecía órdenes, sin oponer resistencia cuando su padre lo refugió en el pequeño hueco que había debajo del tatami.

Kirishima guardó la voz, eso fue lo que le dijo su padre en un ultimo suspiro antes de que abrieran la puerta del cuarto principal y todo se tiñera de sangre, los pasos de los mercenarios eran errantes, viendo sus siluetas y algunas miradas torcidas como rostros inertes. Sus ojos se llenaron de lágrimas, intentando acallar cada jadeo que quería salir de su boca cuando el cuerpo de su padre perdía cada gota de sangre y caía al suelo con un golpe seco.

Su cuerpo tembló, cerró los ojos y solo escuchó cuando su casa era rebuscada y destruida, en el silencio de su escondite, los mercenarios salieron, limpiando sus espadas con un pañuelo, guardándolas en sus fundas.

Quizás habían pasado más que unos minutos, sintió que el tiempo no avanzaba en el estrecho lugar donde se escondía, la habitación estaba a oscuras y su pecho aún subía y bajaba con dificultad. Los minutos seguían avanzando y cuando todo estaba en silencio, y sus manos dejaron de sudar, enjuagó sus lágrimas con su antebrazo y salió de aquel lugar. Eijiro empujó el tatami hacia arriba y desvió su mirada, apartando sus pies de cada fina línea de sangre dejada en el suelo, sintiendo temblar sus manos con cada paso. Caminó sin voltear atrás, dejando el cuerpo de su padre en el suelo, con los ojos fuertemente cerrados corrió hasta la salida y obedeció las últimas órdenes de su padre.

Tenía que ir a Yoshiwara, quizás él sabía que no podrían encontrarlo ahí.

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Yoshiwara era, brillante y ensordecedor. Kirishima quedó perplejo cuando observó todo con atención, el bullicio, las luces que adornaban cada poste de luz, y sobre las calles el desfile que hacia aglomerarse un millar de personas. Avanzó con cada paso que sus cortas piernas pudieron dar, se movía a través de los cuerpos de los hombres robustos con espadas en sus caderas, y las mujeres con grandes kimonos cubriendo su cuerpo junto a maquillaje que cubría su piel de blanco.

— ¡Hey, mocoso! ¿Qué demonios haces aquí? — la voz honda de uno de esos sujetos le hizo brincar. Sus cejas fruncidas y la barba incipiente en su quijada lo observaban directamente, y recordó cuando aquellos sujetos entraron en su casa apenas unas horas.

El estómago se le revolvió y las ganas de vomitar le recorrieron el cuerpo. Sin poder responder, giró su cuerpo y corrió lo más que pudo, esquivando a las personas que iban en marcha junto a la procesión, el sujeto aún seguía gritando y podía oír su voz robusta desde la lejanía. Cubrió su cuerpo con sus brazos y siguió el sendero donde las personas no pasaban, topándose con barriles de basura que le bloquearon el paso, tropezando y cayendo sobre ellas, ensuciándose y con el cuerpo temblando, rompió en llanto. No por el dolor de aquel simple golpe, sino por la soledad que su ser que estaba experimentando, quería eliminar sus pensamientos de hace unas horas, de la muerte de su padre frente a sus ojos, de los rostros sin emociones que habían invadido su hogar apenas unas horas.

Eijiro golpeó con fuerza el suelo, una y otra vez hasta que sus nudillos dolieran, a través de las lágrimas y el dolor que experimentaba escuchó una voz tras él.

Lento y gentil, los pasos se aproximaban hacia él y no pudo levantar la mirada ni quitar las manos del suelo, estático, sintió las manos tibias y un pañuelo cubriendo su rostro, levantándolo por completo.

—Te presto esto, —dijo con la voz más gentil que pudo escuchar en ese día. — Llora todo lo que quieras, yo no te veré. Yo no te escucharé, pero no te hagas daño. —

Y como si su voz fuera anestesia, el dolor de su puño se apaciguo, y dejo solo a su cuerpo dar pequeñas convulsiones, dejando que aquel dolor de una perdida fuera lo único que saliera de sus labios, junto al incesante sonido de las risas y canciones que resonaban por todo el distrito de Yoshiwara

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Gracias por leer. 

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