Venidos de las estrellas.

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Procedentes del más recóndito rincón del cosmos, habitaban las estrellas. Descendieron del cielo nocturno entre haces de luz como si de ángeles enviados por Dios se tratase. De piel dorada que refulgía con el más mínimo rayo de sol, poseían estirados cuerpos antropomórficos, de más de cuatro metros de altura, recorridos por complejas y enrevesadas filigranas.

Este cuerpo era capcioso y perverso pues hacía que parecieran criaturas celestiales venidas del paraíso. La sola contemplación de estos cuerpos hacía que mi mente entrara en estado de éxtasis provocando en mi algo más que admiración, conseguía maravillarme produciendo una sensación parecida a aquella que te recorre el cuerpo al estar frente a una magnificente obra de arte.

Este aspecto celestial el cual les había entregado la caprichosa naturaleza no era más que una máscara la cual ocultaba su violenta naturaleza. No es de extrañar que se les llamara ángeles debido a su apariencia, sin embargo la palabra demonios se habría ajustado mejor a la realidad.

Una semana, siete días, eso es lo que tardaron en reducir todo el esplendor y gloria de la humanidad a un despojo raquítico, a una difusa sombra de todo aquello que había sido en el pasado, de lo que podría haber sido en el futuro.

Durante los dos días previos al comienzo del ataque paseaban junto a nosotros, caminando a través de nuestras calles y ciudades. Recorrían el cielo embutidos en sus extrañas esferas construidas de un material que al igual que un espejo tenía la propiedad de reflejar la luz siendo así casi indetectables. Ni siquiera era difícil encontrárselos al salir de casa, pero aunque estuvieran tan cerca de nosotros ellos permanecían en una actitud hierática, ni una sola palabra, ni un solo sonido salió de sus bocas, parecían ignorarnos. Quizá ellos tenían otra forma para comunicarse la cual aún a día de hoy desconocemos. En cualquier caso, todos los intentos realizados por la humanidad para establecer algún tipo de comunicación con ellos resultaron en un estrepitoso fracaso. Por su parte, parecía que ellos ni siquiera intentaron entablar contacto con nosotros. Esto resultó especialmente frustrante y a la par que aterrador pues ellos se movían entre nosotros, observándonos, y de seguro eran muchos más de los que podíamos ver a simple vista.

Estoy seguro de que si no establecieron ningún contacto con nosotros simplemente era porque no tenían razón alguna para querer comunicarse con la raza humana, pues para ellos somos tan simples como para nosotros lo es un gusano. Nos miraban con desdén desde la bóveda celeste con esos maravillosos ojos centelleantes que parecían estrellas. Eran más fuertes, más inteligentes, nosotros para ellos tan solo somos una forma de inteligencia menor. Sin embargo, para desgracia de la humanidad, a pesar de la simpleza del ser humano en comparación con la anatomía casi celestial de ese seres, este poseía algo que ellos ansiaban, algo que solo nosotros podíamos otorgarles y que les llevó a cometer tal masacre.

Durante esos dos días que se pasaron caminando junto a nosotros ellos se dedicaron a entendernos y a estudiarnos, después de este breve periodo de observación, comenzaron con la cacería.

Cacería, eso es lo que fue a pesar de lo que diga el resto del mundo. Llamar guerra a los hechos acontecidos durante el periodo que los ángeles estuvieron en la tierra no es más que un burdo eufemismo utilizado por la humanidad con el único fin de vilipendiar la contundente derrota que sufrió el ser humano como especie durante el enfrentamiento contra ellos, no es más que una forma de endulzar el amargo sabor de la derrota.

La realidad es que la humanidad nunca tuvo siquiera la oportunidad de vencer. Sencillamente nos era imposible derrotarlos en combate, sus armas y tecnología, además de ser grotesca, era miles de veces superior a la nuestra y nos superaban ampliamente tanto en inteligencia como en conocimientos. Esto no era una guerra, ellos no estaban luchando contra nosotros, ellos nos estaban cazando, y este fin quedó más que ratificado con el transcurso de conflicto.

Como ya he dicho, la tecnología de estos seres era, a falta de una palabra mejor para definirla, grotesca. No se parecía a nada que el ser humano hubiera contemplado con anterioridad.

Estos seres habían logrado combinar, o mejor dicho fusionar, la tecnología mecánica con lo orgánico. Todas sus máquinas y aparatos estaban compuestos no solo por piezas de acero y metal, sino que también poseían músculos, huesos, cartílagos y todo tipo de tejido orgánico, todos ellos procedentes de seres que en el pasado habían estado vivos, seres los cuales en su mayoría el ser humano desconocía completamente. Por eso nos necesitaban, nosotros poseemos algo de lo cual carece cualquier otro animal conocido (al menos de los existentes en la tierra), un cerebro grotesco y poderosísimo y ellos lo querían para utilizarlo en sus infernales creaciones.

Necesitaban nuestros órganos por eso se afanaban en capturarnos con vida, tan solo en algunas ocasiones nos asesinaban, pero jamás dañaban el cerebro y siempre se tomaban su tiempo en estas tareas, casi parecía que lo hicieran por diversión, aunque probablemente tuvieran una mejor razón. Se siente estúpido intentar comprender el porque de los actos de una civilización que nos era tan superior.

Ahora los pocos humanos que no perecieron en aquel exterminio luchamos por seguir adelante con ese afán de supervivencia y capacidad de adaptación por el que tanto se ha caracterizado nuestra especie desde su origen. Ahora el ser humano a dejado atrás toda su gloria y egocentrismo, ha olvidado sus diferencias y el sentimiento de unión es más fuerte que nunca, ahora no nos matamos entre nosotros, ahora, nuestra especie se aferra a la vida con fiereza, sin embargo, el miedo ya se ha instalado en nuestros corazones y tardará años en abandonarlos. Podrían haber acabado con todos nosotros en cualquier momento, pero sin embargo no lo hicieron y solo se me ocurre una razón por la cual no acabaron con nuestra especie en su totalidad, una razón que prefiero olvidar. Ahora cada día que salgo de casa por la noche no puedo evitar mirar al cielo, no sin miedo de ver una luz dorada de aspecto celestial brillando en lo más alto de la bóveda celeste.

Venidos de las estrellas.Where stories live. Discover now