Intento 124(II)

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"Me imaginaba. Mi tía seguía enferma, pero por la cuestión de diferencia de tiempo, el avance de su condición fue entonces lento... Tienes razón, Alex, fue la mejor decisión, debes pensar que soy una tonta egoísta."

"No, Tsi, sabes bien que no es así," repuso el muchacho viéndole a los ojos, y ella leyó en aquellos que el humano encantador le decía la verdad.

De pronto su mirada cambió y su rostro pareció tensarse, como si se hubiera acordado de alguna cosa. Esbozó otra sonrisa para disimularlo, mas eso no engañó a su nueva amiga.

"Ahora eres tú el que se halla preocupado. Mi turno de escuchar," ofreció.

Él vaciló en contestar de inmediato. Si Alexander Gregory estaba acostumbrado a algo, era a mostrar buen humor, si no, ¿cómo hubiera podido sobrevivir en los campos de producción? Presentarse siempre alegre era su táctica para engañarse a sí mismo y pensar que todo iba a ir bien. Asimismo ayudaba al resto de sus compañeros, levantándoles los ánimos, lo que les daba mayor fuerza para afrontar la odiosa situación en la que se encontraban. Afuera del forzado confinamiento, todavía conservó su actitud positiva. Sin embargo, sintiéndose en libertad, en más de una ocasión bajó la guardia, como cuando explotó en la cocina del restaurante al recordar la muerte innecesaria de su hermana. Ahora, esta chica le pedía que hiciera eso de nuevo... Su titubeo no era por falta de confianza hacia ella, no, para nada, estaba convencido que le podía contar cualquier cosa. El problema era que no quería mortificarla abriendo la bocota, declarándole lo que lo molestaba.

Mientras tanto, Tsi aguardaba con suma paciencia. Al final, el cargador del chip decidió que la ofendería más si no le hablaba,

"Estoy molesto desde que nos dijiste, que eras el plan B de tu abuelo."

"Pero ya les expliqué, que yo no sabía más de lo que ya les había dicho, Alex, ¿es que no me crees?" interrogó la je-morina en tono casi suplicante, con un tinte de desesperación, alarmada en extremo.

"No, no es eso," negó raudo el aludido y, sin pensarlo, alargó su mano para tomar la de la ella y asegurarle que ese no era su sentimiento.

La fémina de Crunjick no evitó su contacto; no era un gesto común en su planeta, pero lo había notado entre Esteban e Isabel y, en ese momento, le pareció de lo más natural. El chico continuó,

"Lo que me da rabia es cómo se le ocurrió eso a tu abuelo. Si nosotros no hubiésemos llegado, tú tendrías que ser la que vendría a nuestro mundo y ya no podrías de regresar al tuyo. Eso no es yaba, Tsi."

"¿No te hubiera gustado que yo estuviera allá?" volvió a indagar la muchacha confundida.

"¡No!" respondió él, mirando en seguida a su alrededor, esperando no haber despertado a los demás. Tan solo L-Hembra parecía hallarse alerta, perchada sobre el hombro del hijo de Mariana, pero podía permanecer tan inmóvil, que Alex se preguntaba si en realidad no estaría durmiendo con los ojos abiertos.

"No," repitió en el tono bajo que utilizaba antes. "Ya sabes a lo que me refiero, hubieras tenido que abandonar a tu familia, a tus amigos y Je-Mor para siempre. Quién sabe qué te hubiera pasado con nosotros, de repente te agarraban para hacer experimentos de laboratorio."

"Eso no hubiera estado mal, ya sabes que me gusta la ciencia."

"No, Tsi, tú no hubieras trabajado en esos experimentos, ¡tú hubieras sido la rata de laboratorio!"

"¿Una rata? Sé por mi abuelo que te refieres a uno de los animales que hay en tu planeta... ¡¿Ustedes pueden convertir otros seres en ratas?!"

Su interlocutor no sabía si reírse o exasperarse. Al final terminó por sonreír con tristeza; iba a extrañarla con todo su corazón, nadie podría ser capaz de reemplazarla.

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