Capítulo 1: Algo dirán los sueños

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Despertó con una respiración ahogada, agarrándose con fuerza al cobertor cómo si se estuviese salvando de una caída. Miró hacia todos lados, incorporándose confundida y alerta, siendo una densa oscuridad todo lo que podía ver. A su alrededor las voces se fueron desvaneciendo hasta quedarse en un silencio solamente interrumpido por su jadeo arrítmico.


Había tenido una pesadilla tan real que le costó unos segundos asegurarse de su mera existencia. Pestañeó varias veces, aun temblando. Se quedó varios minutos observando la oscuridad que la envolvía, intentando de a poco calmar su respiración.

Estaba en un estado entre alerta y adormecida, se pasó la mano por la nuca perlada de sudor y suspiró, estirándose para encender la luz. Su cama era un enredo de telas en donde más de la mitad del cobertor se hallaba en el suelo. Se quedó un momento mirando la nada con la vista difuminada, le dolía la cabeza. Intentó acordarse de lo que había estado soñando pero le fue imposible, por más que intentaba le resultaba imposible evocar alguna imagen, alguna cara, nada, ni siquiera un pequeño sonido, todo se iba poco a poco desvaneciendo en su cabeza.


Quizá era para mejor, pensó. Aunque si sentía algo, mínimo; una sensación de extraña incomodidad que se quedó acompañándola a pesar de ser incapaz de recordar su origen.

Estiró su cuerpo tenso y agarró lánguidamente el reloj de pulsera que descansaba a su lado en la mesita de noche, le costó un par de segundos enfocar bien su vista y poder fijarse en las manecillas con nitidez.


Eran las cuatro y media de la madrugada. Giró la cabeza en dirección hacia la ventana, dónde se podían escuchar a un par de grillos cantar y varios sonidos de pájaros que comenzaban a despertarse.

Se levantó y fue al baño a paso lento y aletargado, masajeándose con una mano la sien derecha, donde tenía una fuerte punzada de dolor.

Usualmente dormía muy tranquila, casi sin moverse. Independientemente si tenía un mal sueño o no su cuerpo no solía moverse, se mantenía quieto y despertaba siempre en la misma posición en la que se había dormido, pero no fue ese el caso.

Se apoyó en el lavamanos y se miró un par de segundos; estaba hecha un desastre, su castaño cabello estaba enredado y parecía un nido de aves, no podía tener los ojos completamente abiertos, sus labios se encontraban secos y agrietados y su tez estaba pálida.

Se quedó varios minutos frente al espejo sin hacer nada, le costaba trabajo poner a trabajar su cabeza, intentó buscar qué era lo que la había puesto así, a qué se debía esa brusca interrupción de su sueño profundo que la había obligado a ascender de un tirón desde el fondo del mundo onírico. Pensó y pensó, pero no encontró respuesta. Después de lavarse la cara se inspeccionó las leves ojeras que marcaban levemente sus ojos enrojecidos y decidió salir del baño, no le parecía un lugar donde podría encontrar respuestas.


Se encontraba en la disyuntiva de si volver a la cama a intentar dormir o simplemente desvelarse lo que quedaba de madrugada. Y la verdad es que el sueño la había abandonado por completo y todavía sentía algo de temor, por lo que decidió quedarse en pie.

Abrió levemente la ventana, con sigilo para no hacer ruido y no despertar a nadie y seguidamente ordenó la cama que seguía hecha un desastre. Luego se dio un par de vueltas, intentando pensar en algo pero sin lograr hilar nada. Finalmente decidió cepillarse el cabello enredado y sentarse en la mesa circular al frente de su cama que a veces usaba de escritorio. Encendió la lámpara que tenía allí y de inmediato le llamó la atención una libreta que había dejado allí, de un tono tan parecido a la mesa que en la oscuridad se lograba mimetizar casi perfectamente con ella.

Donde pueda verte  {Barcedes}Where stories live. Discover now