Capítulo 5

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JAPÓN, Tokyo.
Calle central, KIOTO.

Caminaba de forma apresurada y molesta. El viento soplaba gentilmente a su alrededor, haciendo que su vestido de balanceara de un lado a otro, atrayendo más de una mirada, tanto de hombres como mujeres. Y no era para menos, su rostro, su cuerpo, todo de ella era una belleza. Algo de lo cual ella estaba bastante orgullosa. Sin embargo, ella llamó la atención no solo por su belleza, si no también por su rostro; en él había una mueca de molestia, y a cada paso soltaba, en un susurro, una maldición.

Siguió su camino hasta llegar a un lugar más solitario, se paró y puso una mano en su cadera. Ante ella apareció un conocido terreno baldío, odiaba pasar por ese lugar, pero no tenía de otra. Tomo fuerzas y caminó tentativamente por lo que se asemejaba a un callejón. Miro con asco su alrededor, miro aquellas botellas de vidrio vacías, botellas plásticas con fluidos diferentes, y todos aquellos cachivaches desechados por gente sin educación. Paró de nuevo cuando, a su lado, sonó algo rompiéndose. El sonido hizo que se alertara, y voltear a ver a su alrededor.

—¡Estúpido gato!— gritó junto con un chillido infantil, al ver correr un gato negro por sus piernas desnudas.

Enfadada se sacudió la suciedad inexistente. Siguió su camino de forma apresurada, hasta llegar a lo que era una fábrica aparentemente abandonada. Se acercó a la puerta y respiró hondo.

—¡¡Abre la maldita puerta!!— su voz resonó por todo el lugar, mientras al mismo tiempo golpeó fuertemente aquellas puertas metálicas.

Dio dos pasos hacia atrás al ver que las puertas se empezaban a abrir. Un ojo, una larga nariz y unos mechones de pelo rizado oscuro la saludaron.

—Nami... ¿qué quieres?— habló apenas en su susurro aquél que estaba dentro de la fábrica. Ella se cruzó de brazos y levantó un poco su cuello.

—Tenemos que hablar— pronunció sin una pizca de paciencia.

Esperó a que aquél abriera más las puertas y la dejara pasar, pensando en todo momento que ir a ese lugar había sido una mala idea.



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Expulsó de forma lenta la nicotina del cigarro que había estado fumando, seguidamente lo apagó en el pavimento y empezó a caminar hacia la entrada del lugar. Caminó de forma despreocupada por los largos pasillos del cuartel, viendo fugazmente lo que los demás hacían a su alrededor. Las cosas seguían agitadas por el hackeo del cual ya habían pasado 27 horas.

Humedeció sus labios notando que éstos aún tenían el sabor de su adicción, por un momento le pasó por la mente volver afuera y fumar otro cigarrillo, sin embargo no lo hizo, estaba bastante "ocupado". Siguió caminando hasta ver ante él la sala única de todo el lugar; El archivador. Notó las acumuladas carpetas en los estantes, además de las hojas sueltas que jamás fueron archivadas. Tomó cerca de díez carpetas y las cargó como pudo hacia su "oficina"; está era el cuarto de limpieza, pero había acordado con los intendentes que no quería ser interrumpido, y que necesitaba un lugar privado.

Se sentó en el suelo y empezó a ojear la primera carpeta que se le atravesó. Ojeo y ojeo. No pasó mucho para que la dejara de lado para seguir con la otra.

Al rededor de la cuarta carpeta descifró la manera de saber el contenido de cada carpeta sin buscar en vano. Así, volvió al archivador y buscó aquel apartado de "perfiles de egresados", lo tomó, era una carpeta más grande que las demás, y no era para menos; aquella carpeta contenía los nombres de aquellos jóvenes que habían sido aceptados en el cuartel.

Ojeó el objeto sin buscar algo en particular. Pasó los nombres y fotos sin encontrar lo que sea que buscara. Hizo una mueca al no encontrar algo que le llamara le atención, o algo que le diera un indicio para saber quién era Dios.

¿Ocupado?— le preguntó una voz femenina, que al voltear se encontró con una antigua colega. Sonrió al verla traer comida.

—Mi querida Vivi-chan, me hace feliz ver que viniste a verme— dijo viendo como la fémina se sentaba a su lado en el suelo, junto al estante.

—Ah pasado tiempo— comenzó la chica de forma casual, dándole la comida que traía al rubio. —¿Qué hiciste para que te dejarán salir de prisión?

—No mucho, en realidad no soy libre. Rayleigh me obligó a ayudarlo para encontrar quién hackeo todo el cuatel— dijo recargando su cabeza hacia atrás, dejando sus ojos cerrados para pensar.

—¿Hablas de aquel que llaman Dios?— el rubio asintió sin cambiar su postura, —... ¿y crees encontrarlo en estas carpetas?

El rubio volteó a mirar a la chica —Bueno espero encontrar alguna pista con ésto— señaló la carpeta que reposaba en sus piernas.

—¿No sería más sencillo buscarlo en la base de datos?

El rubio río, —Nos hackearon hace un poco más de un día.

La chica sonrió avergonzada, —Cierto, lo siento. Lo olvidé.

—No importa, de todos modos no creo que esté en la base de datos, o en cualquier computador del lugar— la chica lo miró interrogante —él debió haber borrado toda información de su persona de la base de datos, así que no espero encontrar algo en la red.

—Entonces esperas encontrar algo como una "solicitud de ingreso" en estas carpetas— afirmó la chica tomando una carpeta y de igual forma la ojeó sin buscar algo aparentemente importante, —tomará mucho tiempo hacer esto. ¿Tienes alguna característica de él?

El rubio puso atención a aquella pregunta, ¿A caso había tenido algún contacto con aquel experto en Sistemas?

—Pudo ser cualquiera— dijo la chica ignorando que el rubio no pudo contestar la pregunta hecha.

—Entonces hay que buscar a aquellos que han dejado la instalación— dijo el rubio levantándose y ayudando a la chica de igual manera —necesito un favor — tomó con delicadeza la mano de la otra, y le sonrió inocente.

—Haré lo que pueda— dijo ella con una sonrisa divertida.

—Cuando reestrablescan la red necesito que me traigas todos aquellos perfiles de los ingresados hace 3 años, y aquellos que fueron despedidos y que renunciaron a sus cargos en el mismo tiempo.

La chica asintió y se alejó, dejando al rubio pensar en aquél recuerdo que hace unos segundos había llegado a su mente...




—¿Qué haces aquí?— le preguntó haciéndolo congelar en su lugar.

—Yo... estaba limpiando— trató de mentir pero el rubio lo miró con una ceja alzada.

—Nadie puede entrar aquí a menos que sea con autorización.

...

—¿Sabes?, si querías entrar a la red  deberías hackear en control central, ahí encuentras cosas más interesantes.

...

—Nos vemos, mentiroso Usopp...

¿Amor o Admiración? :San♡Uso:Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt