El fin de las vidas-Capítulo 1-El principio del fin.(Grupo 1) Parte I

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Día 0 Hora: 07:34 A.M- Instituto HighShore de Mott Haven-Bronx-New York City.

La directora se dirigía a paso decidido por el pasillo que llevaba a la sala de proyección, estaba enfadada y muy alterada. Abrió la puerta del recinto donde se proyectaban las películas educativas que habían implementado hacía unos años para mejorar la educación de los alumnos. En él se encontraban,Robert, el profesor de matemáticas de décimo grado y Beth, la profesora de literatura de úndecimo, ambos tutores de los cursos en los que estaban los cinco alumnos que esperaban allí sentados la peor de las regañinas. 

El mayor de todos, Adam, de diesitiete años, venía de una familia un tanto disfuncional, su madre era alcohólica, su padre había muerto cuando tenía unos once años en un tiroteo por drogas, y uno de sus hermanos mayores había estado unos siete años en la cárcel por tráfico de estupefacientes. Él sin duda seguía el mismo camino que su familia. Adam estaba sentado con las piernas encima del asiento delantero con una actitud bastante pasota. Nada más entras la directora le golpeó los pies para que los bajara del respaldo y se sentara correctamente. 

Al lado del conflictivo muchacho de diecisiete años se encontraba la alocada Samantha, una chica que llamaba la atención allá donde iba, era exhibicionista y cambiaba repetidas veces de novio, en aquellos momentos su chico era Zack, que se encontraba a su lado y la abrazaba pasándole el brazo por encima del hombro para poder manosearla de vez en cuando. Samantha ,al contrario que Adam, venía de una buena familia humilde y trabajadora. Sus padres eran dueños de una cafetería cerca de Central Park en la que la joven solía pasar los veranos ayudando.Sus progenitores no sabían de donde podía salir la rebeldía de la joven pero querían remediarla cuanto antes, por lo que la habían enviado a vivir con sus abuelos y habían dado luz verde a cualquier castigo que el instituto le impusiera. 

Zack, tenía la misma edad que Samantha, dieciséis años, él al igual que Adam venía de una familia un tanto especial, el padre de Zachary era un maltratador que propinaba serias palizas a su madre, el maltrato era un secreto a voces, nadie era capaz de denunciarlo porque siempre que se había intentado poner solución la mujer había retirado la denuncia y mandado al joven a declarar ante la justicia que su padre no les había puesto nunca la mano encima. El centro educativo había impartido charlas contra la violencia de género para concienciar al joven de que era algo que debía denunciar pero parecía ser que el pensamiento de que lo que su padre hacía era lo correcto estaba muy arraigado, era machista, violento y en ocasiones un tanto misogeno. 

El más pequeño de todos se sentaba a la izquierda de Zack. Trevor era un chico afromericano que llevaba coqueteando con las drogas desde que tenía diez años. Su familia era muy pobre y prácticamente vivían del dinero que los negocios turbios de su hermano Justin les proporcionaban. Su madre era adicta al crack y había ejercido la prostitución durante muchos años. Trevor no conocía a su padre pero sabía que no era el mismo que el de su hermano, se creía, y era algo que él mismo creía también, que tanto él como Justin eran fruto de las relaciones sexuales que mantenía su madre por dinero. 

Por último, en aquel lugar se encontraba Paola Valentina, una hispana de quince años, que había llegado a Estados Unidos con tan solo siete, su padre huía de la mafia colombiana a la que debía una gran suma de dinero. A pesar del turbio pasado del que intentaban desprenderse sus progenitores habían intentado hacer todo lo posible por dar una buena vida a sus tres hijos, de los cuales Paola era la mayor, aún así, la cosa no les había salido del todo bien, Paola era violenta, envidiosa y muy respondona, sus problemas con el sobrepeso y el racismo que había sufrido hacía cinco años le habían hecho convertirse en una auténtica superviviente que creía en la ley del más fuerte. Ahora había solucionado sus problemas alimenticios aunque el centro creía que no había sido de la forma más adecuada, y además había conseguido hacerse respetar a base de violencia gratuita. Paola era la novia de Luis Fernando, un joven de veintiún años y jefe de una banda callejera que sembraba el terror por las calles de Mott Haven. Sus padres no aprobaban la relación y mucho menos el centro que había intentado por todos los medios denunciar la relación como abuso a una menor.

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