El fin de las vidas-Capítulo 2-El principio del fin.(Grupo 2) Parte I

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Día 0 Hora: 06:30 A.M- Estación de bomberos de Mott Haven-Bronx-New York City.

Paul odiaba el turno de mañana, solía estar acompañado algo que amenizaba más el trabajo pero los encargos que solían hacer eran estúpidos y aburridos, rescatar alguna mascota, un llamada de alerta por una anciana que se había caído etc.  Las noches eran más movidas y a pesar de que el peligro le echaba un poco atrás por su mujer e hijos, aquella sensación que la adrenalina le proporcionaba era algo que no podía desperdiciar y mucho menos conseguir por otro medio. Los incendios nocturnos, los tiroteos y  algunos asuntos más peliagudos eran sus favoritos y solían ocurrir en la penumbra de la noche.

-¡Qué aburridas son las mañanas!-exclamó Paul a su compañero.

-Y qué lo digas, he llegado cinco minutos antes de la hora por culpa de mi novia que me ha adelantado el reloj y casi me da una depresión.-

Paul se echó a reír ante aquel comentario. Llevaba más de siete años en el cuerpo de bomberos y la verdad es que era un trabajo gratificante, a sus treinta y siete años había vivido sin fin de malos acontecimientos pero la verdad es que solo por haber conseguido salvar algunas vidas a él le valía la pena.

De repente el teléfono sonó, Paul rápidamente se levantó y cogió el aparato.

-Estación de bomberos del Bonx.-dijo con tono amable.

-Estoy encerrado en el edificio Clay del centro de investigación de ciencias de la Universidad Berckley. Ha ocurrido una catástrofe....-de repente la voz del hombre se cortó, sonó un fuerte golpe como si el celular se le cayera al suelo y después unos gritos aterradores. Paul se quedó atónito.

-¿Qué ocurre?- le pregunto Andy al ver el rostro desencajado de Paul.

-Era una llamada del centro de investigación de Berckley, algo está ocurriendo.- Paul colgó el auricular del teléfono y rápidamente se puso en pie para ir en busca de su equipo.-Tenemos que acercarnos a ver que es lo que ocurre.- su compañero asintió ante la orden y ambos fueron a avisar al grupo. -Alguien de nosotros debe quedarse aquí.-dijo Paul.

-Puedo ser yo señor.-respondió Lucas el joven novato.

-Perfecto. Llama a la comisaría, por lo que he oído allí se está cometiendo algún crimen grave.-le ordenó Paul.

Después el grupo de bomberos se dirigieron al lugar desde donde el pobre hombre les había llamado. La verdad es que ni Paul ni sus compañeros jamás podrían haber imaginado lo que allí estaba ocurriendo.

Día 0 Hora: 06:00 A.M- Comisaría de Policía de Mott Haven-Bronx-New York City.

El agente Starlin se encontraba en su despacho arreglando el papeleo de los días anteriores, de repente Sue su secretaria entró algo alterada.

-Señor, han llamado del centro de investigación al parecer hay una alerta naranja.-

-¿Alerta naranja?-

-Sí, aún no saben si podrán controlar lo sucedido pero requieren su presencia en el lugar de los hechos para verificar si se comunica a las autoridades federales la alerta roja en el distrito.-dijo nerviosa la joven.

-¿Radiación?-

-No han comentado nada señor, estaban muy nerviosos y alterados, casi no pude entenderles.-La chica tragó saliva, tenía la boca seca y si continuaba así de nerviosa probablemente a ella tampoco se le entendería.- Se escuchaban gritos y mucho alboroto.-

-Siempre supe que no era buena idea que albergaran contenido radiactivo en aquel lugar.-se quejo el agente.-Está bien me personaré en el sitio a ver que es lo que han liado las ratas de laboratorio ahora.-

Día 0 Hora: 07:20 A.M- Centro comercial Parker's de Mott Haven-Bronx-New York City.

-Ren estoy cansada de esperar, deberías acompañarme a clase como te ha ordenado mamá.-dijo la niña algo molesta.

-No voy a acompañarte, esperaré aquí hasta que abran y luego iré a jugar al Invasor.-dijo el adolescente.

-Pero mamá...-

-Cállate ya Ayame, estoy cansado de escucharte.-

Ren y Ayame Hayato eran hijos de la famosa abogada de delincuentes Megumi Hayato, una mujer divorciada que prestaba mucha más atención a sus negocios que a sus hijos. Los jóvenes de quince y diez años iban a clase a distintos colegios. Ren iba al Instituto SouthValley, el mejor instituto de todo el distrito y donde la gente con algo de dinero que vivía en el Bronx, algo que escaseaba bastante, mandaba a sus hijos, era el caso de Megumi, se había hecho de oro a base de defender a las bandas y a los traficantes de drogas ante la corte judicial. Ayame iba al Colegio de Primaria ViewPoint, que al igual que el instituto de su hermano era donde los hijos de la gente de bien iba. Ambas escuelas estaban en distintas direcciones desde la casa de los Hayato, por eso Megumi obligaba a su hijo mayor a acompañar a la pequeña Ayame hasta su colegio para después marchar él a sus clases. Pero Ren tenía cosas mejores que hacer, era adicto a las recreativas que había en el centro comercial, concretamente a un juego llamado Invasor. Llevaba un par de días saltándose las primeras horas de clase para poder ir a jugar un poco, puesto que por las tardes su estricta madre le obligaba a estudiar.

-Abren a las ocho aún quedan cuarenta minutos.-se quejó Ayame.

-Si quieres márchate sola al colegio, nadie te lo impide.-le dijo el hermano mayor en un tono seco y brusco.

Ayame se sentó en la acerca junto a  Ren, dobló las rodillas y abrazó sus piernas para apretarlas contra su pecho mientras apoyaba la cabeza en ellas. -¿Me comprarás un helado?-dijo la niña en tono dulce.

-Sí y chucherías si quieres.-le dijo su hermano más amable mientras le frotaba con cariño el pelo oscuro y liso a su hermana.

Día 0 Hora: 08:00 A.M- Hospital LongBay de Mott Haven-Bronx-New York City.

Maci ayudó al pequeño Billy a meterse dentro del coche, con la escayola en la pierna le costaba mucho entrar en el auto y su madre debía echarle una mano. La pequeña Stacy ya estaba colocada en su silla para el coche y con el cinturón de seguridad puesto.

-Bueno, como ha salido genial la revisión del médico os daré un premio.-dijo la mujer a sus hijos.

-¿Un peluche?-dijo la pequeña.

-Yo no quiero un peluche.-se quejó Billy mientras se ataba el cinturón.

-No he dicho que fuese un peluche.-aclaró la madre para cerrar la puerta trasera de Billy y dirigirse al asiento del conductor rodeando el coche por atrás.

-¡Quiero un peluche!¡Quiero un peluche!-gritaba Stacy.

-Papá te trajo un hace unos días, no voy a comprarte otro.-dijo la mujer que acababa de subirse al coche y se preparaba para ponerlo en marcha. Stacy, de unos siete años resopló enfadada porque su madre no iba a comprarle lo que ella pedía.-Vamos a ir al centro comercial, os compraré un helado a cada uno y después comeremos una hamburguesa.-al pronunciar aquellas palabras los dos niños se pusieron eufóricos de alegría.-Papá tiene turno de mañana así que no vendrá a comer, hoy estaremos nosotros tres solos.-

Desde el hospital al centro comercial había unos veinte minutos en coche, en los que Maci aprovechó para hablar con sus hijos acerca del colegio. Billy y Stacy iban a la Escuela Primaria de ViewPoint, donde sus padres habían ido cuando eran niños.

Día 0 Hora: 08:30 A.M- Centro comercial Parker's de Mott Haven-Bronx-New York City.

-Listo. Ya hemos llegado.-dijo Maci quitando las llaves del coche.

-¡Helado!-gritó la pequeña Stacy.

-Primero tengo que comprar un par de cosas, luego iremos a por el helado.

Día 0 Hora: 08:00 A.M- Casa de los Robson en Mott Haven-Bronx-New York City.

-¿A qué hora entras a trabajar hoy Peter?-

-A las nueve, aún me queda una hora.-dijo el hombre de cuarenta años mientras vertía el café que su esposa había preparado en una taza blanca con el símbolo de sus oficinas.

-Enciende la televisión, veamos que ocurre en el país.-

Peter hizo caso a su esposa y encendió la tele, a esas horas solían dar noticias en casi todos los canales por lo que no se preocupó de hacer zaping en el primer canal que puso fue donde lo dejó.

-Me gusta que las cosas estén tranquilas.-dijo Rebeca.-No me gusta ver noticias sobre asesinatos, guerra o cualquier catástrofe natural.-

Peter asintió mientras se tomaba el café sin apartar la mirada de la caja tonta.

-¿Iras tú a recoger a las niñas?-le preguntó la mujer.

-Sí.-respondió tajante el hombre que estaba enfrascado mirando las noticias.

-Mejor, tengo que ir al centro comercial a comprar y luego al restaurante a trabajar, hoy tengo turno de tarde.- aclaró la mujer.

Peter se terminó el café, se puso al corbata y le dio un beso a su mujer en la mejilla.-Me voy ya Beck, quiero pasarme a poner gasolina antes de ir a la oficina. Peter trabajaba como abogado en el bufete de abogados más famoso del Bronx, era un buen abogado pero ciertamente sus problemas matrimoniales habían hecho que no se concentrara lo suficiente en sus últimos trabajos lo que había hecho que su jefe se enfureciera con él llegando a amenazarlo con despedirlo.

Salió de su casa y se metió en el coche, sintonizó la radio local y se sorprendió al ver que había dejado de emitir. ¿Qué había ocurrido? La radio local se encontraba al norte del Bronx, era pequeña pero solían poner buena música y hablar un poco sobre los problemas del distrito. La llevaban Kenny y Shasha dos hermanos afroamericanos que formaban parte del grupo de la Parroquia que se dedicaba a ayudar a los jóvenes conflictivos. Extrañado cambió a la radio de Manhattan que funcionaba perfectamente, no le gustaba tanto como la de Kenny y su hermana pero al menos le entretendría hasta llegar al trabajo.

Día 0 Hora: 08:00 A.M- Parque O.J de Mott Haven-Bronx-New York City.

Kenny había acudido a la llamada de Susi, una joven conflictiva que tenía problemas con las drogas. Susi le había llamado cerca de las ocho menos cuarto de la mañana alegando haber sido atacada por un drogadicto que había intentado literalmente comérsela. La muchacha le comentó que estaba en el parque O.J y que se encontraba herida.

-¿Susi?-gritó Kenny al entrar al parque. De entre los arbusto salió la malherida Susi, estaba llena de sangre y tenía una terrible herida en el cuello y en el hombro. -¿Qué te ha ocurrido Susi?-

-Un compañero...-la joven cayó de bruces a los pies del locutor de radio. Kenny la cogió y con esfuerzo la llevó hasta su coche. -Tenemos que ir al hospital.-

Kenny llamó a su hermana Sasha que estaba acompañando a su única hija Demetria a la Universidad.

-Susi está muy grave.-dijo el hombre poniendo el coche en marcha y viendo como la herida de la joven estaba sangrando profusamente.

-Llévala al hospital la parroquia se hará cargo de todo.-dijo Sasha al otro lado del celular. -Ahora dejaré a Demetria en la Universidad y....- de repente un fuerte golpe se escuchó a través del aparato.

-¿Sasha?-preguntó preocupado Kenny al escuchar aquel estruendo.

-¿Mamá? ¿Mamá?-la voz de Demetria sonaba distante.

-¡Dem!¡Dem! ¿Qué ha ocurrido?-preguntó preocupado.

De repente un grito ensordecedor que profirió su sobrina le hizo sobresaltarse. -¡Demetria!-gritó más asustado aún.

Unos gruñidos y golpes se escuchaban a través del móvil, parecía que estaban siendo atacadas por perros salvajes o algún oso. ¡Un oso! Pensó en seguida Kenny. Observó a la herida Susi y resopló estresado por la situación.

-Te dejaré en el hospital Susi y iré a ver que le ha ocurrido a mi hermana.-

Susi no parecía estar consciente y mucho menos haberse percatado de las palabras de su salvador. Kenny torció la calle para llegar al hospital por la avenida principal pero el tráfico a esas horas era horrible, así que decidió meterse por unas pequeñas callejuelas. De repente Susi abrió los ojos y dio un respingo en el asiento del acompañante.

-¿Te ocurre algo pequeña?- dijo Kenny echándole un pequeño vistazo de unos segundo a la joven. Susi tenía los ojos muy rojos y la mirada perdida, parecía que estaba sufriendo algún tipo de viaje producido por las drogas, aunque podía ser fruto de la perdida de sangre y de lo débil que debía estar.-No te preocupes llegaremos en unos minutos.-

Susi gruñó. Kenny se giró bruscamente hacia ella, reconoció aquel gruñido, era igual que el que había escuchado a través del teléfono hablando con su hermana. De repente la chica se abalanzó sobre el cuello del hombre y comenzó a morderle sin piedad. Kenny dio un volantazo e intentó por todos los medios zafarse de la chica pero fue imposible, la joven estiró de la piel del hombre arrancándole un pedazo de carne que engulló casi al instante. El hombre seguía conduciendo como si fuese la única forma de librarse de la chica, hasta que ya no pudo más y su coche se estrelló contra otro. Habían llegado a la calle principal.

Día 0 Hora: 08:30 A.M- Universidad Bercklay de Mott Haven-Bronx-New York City.

Demetria corría como alma que llevaba el diablo, había visto lo que aquellos hombres le habían hecho a su madre, no sabía que clase de locura les había llevado a tener semejante agresividad, pero recordó una escalofriante clase de ciencias en la que su profesor había confesado que había drogas que podían llevar a un ser humano a cometer canibalismo, que incluso había habido casos recientes en el país.

Miró hacia atrás y vio como algunos de los que ella consideraba drogados la seguían corriendo torpemente. Demetria lloraba histérica a la par que miraba a su alrededor, quería gritar y pedir auxilio pero había visto muchas películas de terror con sus amigas y sabía que en aquellos instantes era lo último que debía hacer. Continuó corriendo sin descanso hasta llegar a la comisaría, que se encontraba a unos cuarenta y cinco minutos a pie, ella llegó en apenas veinticinco, los peores de su vida.

Día 0 Hora: 09:00 A.M- Centro Comercial Parke's de Mott Haven-Bronx-New York City.

Maci le compró un helado de fresa a su pequeña Stacy y luego uno enorme de chocolate a Billy y después se sentaron junto a la fuente de la entrada principal para tomarlo.

-¿Esta bueno pequeña?-le preguntó a su hija que asintió sonriente con la boca llena de helado.

De repente Ayame compañera de clase de Billy se acercó contenta a saludar al pequeño.

-¡Billy! ¿Qué te ha dicho el médico?

-Aún me queda un tiempo.- respondió el joven.

-¿Ayame no deberías estar en clase?-preguntó Maci.

La niña agachó la cabeza sin saber que responderle y después miró a su hermano que estaba comprando los helados que le había prometido.

-Se lo diré a tu madre.-le reprochó la mujer.

-Lo siento señora Ristley.-dijo la niña con la cabeza gacha.

De repente se escuchó un fuerte estruendo y alboroto en la zona de restaurantes de la parte izquierda del centro comercial. Maci se levantó y se asomó a ver que era lo que estaba ocurriendo mientras Ren le traía el helado a su hermana pequeña sin dejar de mirar hacia el lugar de donde provenía el alboroto.

-¿Qué está pasando?-preguntó el adolescente a Maci.

-No lo sé, seguramente esté atracando o algo por el estilo.-justo al pronunciar aquellas palabras un grupo de gente ensangrentada y aterrorizada comenzó a correr en dirección hacia ellos, detrás gente que parecía enloquecida la perseguía. Maci abrió los ojos como platos y rápidamente se giró hacia sus hijos y cogió a Billy en brazos.-Vamos chicos, vayámonos de aquí.-

Ayame ni siquiera había probado su helado cuando su hermano la cogió de la mano y se lo tiró al suelo. -Vamos Aya.-le gritó. Maci, sus hijos y los jóvenes hijos de Megumi salieron corriendo del centro comercial. Fuera de él se encontraron a otro grupo de enloquecidos atacando a dos señoras, las empujaron y una vez en el suelo comenzaron a comérselas vivas.

-¡Hostia como en Invasor!-gritó fascinado Ren.

-Déjate de tonterías.-le recriminó Maci, que llevaba a su hija Stacy de la mano y a Billy en brazos. La mujer no dudó un instante en correr hacia su coche. Por suerte todos llegaron ilesos al coche y cuando estuvieron encerrados en él Maci cogió su teléfono para llamar a su marido.

-¡Paul!-gritó al sentir que descolgaba. Al otro lado no escuchó más que unos gruñidos.-¡Paul!-volvió a gritar. De repente vio a Rebeca salir del centro comercial corriendo despavorida. Rebeca y Maci no eran amigas pero se conocían porque Maci era asidua en la cafetería restaurante donde Rebeca trabajaba. La verdad es que no  la conocía lo suficiente a pesar de que dos de sus hijas iban al mismo colegio que Billy y Stacy. Rebeca tenía tres hijas, Dominic, de ocho años, Amanda de trece y Farrah de diecisiete.

Maci abrió la ventanilla del coche.-¡Rebeca! ¡Rebeca!-le gritó para llamar su atención. La mujer rápidamente escuchó los gritos y se dirigió hacia el coche atrayendo por desgracia a los enloquecidos caníbales que habían atacado a las mujeres y a unos pocos más que la habían seguido desde dentro del centro comercial.

-Dejarle un sitio.-dijo a Ayame, Stacy y Billy que se encontraban en la parte trasera del coche.

-Pero está mi sillita.-replicó Stacy entre lágrimas.

A Maci le había sorprendido la entereza con la que sus hijos habían llevado aquella situación, seguramente no eran consciente de lo que estaba sucediendo y en parte se alegraba de ello, Paul y ella siempre habían sido muy sobreprotectores, censuraban en gran medida programas obscenos de la televisión, conducta impropia o videojuegos y películas violentas.

Rebeca entró en el coche en la parte trasera cogiendo a Stacy en brazos y sentándosela sobre su regazo.

-¿Pero qué está pasando?-dijo asustadísima Becky. -Fui al baño un momento y cuando salí me encontré con...-justo antes de que pudiera terminar la frase dos enloquecidos comenzaron a golpear el coche. Stacy profirió un grito ensordecedor que hizo que todos se sobresaltaran.

-No tengo ni idea, pero he llamado a Paul y no he podido localizarlo.-dijo preocupada Maci.

Rebeca pensó en su marido y en sus hijas. -Tengo que llamar a mi marido.-dijo la mujer buscando como loca el móvil en su bolso. Cuando atinó a encontrarlo marcó el teléfono de su marido. Dio cinco tonos pero no hubo respuesta. -¿Vosotros sois los niños de Megumi?-preguntó Beck. Megumi era una de las superiores de su marido, la conocía solo de vista y de algunas fiestas que organizaba la empresa, al mayor de sus hijos, Ren, lo conocía por su hija Farrah porque iban al mismo instituto y le había hablado de lo excéntrico y adicto a los videojuegos que era.

-Sí.-respondió Ren.

-¿Te sabes el número de tu madre de memoria?-

-Tengo el móvil aquí.-dijo el chico sacando de uno de los bolsillos de su pantalón un smartphone carísimo. Ren marcó el número de su madre. -El teléfono al que llama...-dijo con tono cansino imitando la voz mecánica que salía del móvil. -Probaré llamando a la oficina.-dijo el joven.

-Mamá dijo que solo llamáramos a la oficina si era una urgencia.-le reprochó Ayame.

-¿No te parece suficiente urgencia?-le dijo señalando a los dos enloquecidos que antes habían golpeado el coche y ahora volvían a acercarse a pegarse un festín con las dos ancianas como estaban haciendo muchos de los otros. Ayame asintió levente. El chico marcó el número de la oficina de su madre pero al igual que antes no obtuvo respuesta. -Nada.-respondió Ren apático.

-Tenemos que ir a buscar a mis hijas.-dijo Rebeca.

-No cabemos en el coche todos.-dijo preocupada Maci.

-Tengo mi coche aparcado en la otra entrada, llévame hasta allí y lo cogeré.-dijo Rebeca.

Maci miró por el espejo a la mujer, asintió y puso en marcha el coche.

Día 0 Hora: 09:00 A.M- Comisaria de Policía de Mott Haven-Bronx-New York City.

-¡No dispares!- gritó Demetria al ver a un hombre apuntándola con un rifle.-Me llamo Demetria Freeman y vengo a denunciar un asesinato.-

-¿Solo uno?.-dijo con burla el hombre.-He visto como todo mi equipo de bomberos moría devorado por...-señaló a un cadáver cercano que había disparado hacía unos minutos.-...por esas cosas que parecen personas.-

-¿Están drogados?.-dijo Demetria acercándose al hombre.

-No, al parecer ha habido un problema en el Centro de Investigación de Ciencia de la Universidad, no he llegado a enterarme bien, solo sé que un agente de policía declaró una alerta naranja a los federales por no sé que productos radiactivos.-

-¿Productos radiactivos?.-preguntó extrañada Demetria.-He visto lo que hace la radiación en cuerpos humanos y en ningún momento causa ese tipo de demencia.-continuó la joven.

-No tengo ni idea, solo sé lo que he podido averiguar.-

-¿Dónde están los policías?-preguntó la joven extrañada.

Paul cargó el rifle y acto seguido disparó a un endemoniado que se acercaba a la verja de la comisaría.-Aquí hay unos cuantos cadáveres, el resto ni idea, he llegado hace media hora, no sabes lo que he tenido que pasar para salir del infierno en el que se había convertido el centro de investigación.-

-Me lo imagino.-dijo Demetria recordando lo que le habían hecho a su madre.

-Estaba cargando la furgoneta de armas e intentando contactar con los federales y con mi mujer, pero parece ser que no hay línea y la radio de la policía no da señal.-aclaró Paul cogiendo una bolsa llena de armas para dirigirse después hacia la furgoneta y dejarla en la parte trasera.

-¿Puedes acercarme a la parroquia?.-le preguntó Demetria.

-Chica, mi consejo es que huyas de este lugar y a poder ser hacia el sur, el norte está tomado por esas cosas.-

-Pero quiero ver al reverendo.-

-¿Tienes familia?.-

-Creo que sí, mi tío Kenny se dirigía hacia el hospital.-

-¿Y a quien han asesinado?.-dijo Paul cargando otra bolsa más.

-A mi madre.-

Paul se quedó paralizado unos instantes.-¿Qué edad tienes Demetria?-

-Veintidós, señor...-dijo pensativa al no recordar si le había dicho su nombre o no.

-Me llamo Paul.- dijo acercándose a la joven y tendiéndole la mano.-Entra y coge un arma pequeña de la armería, no he querido cargarlo todo por si aún queda alguien que las necesite. Te llevaré al hospital después de que vaya a buscar a mi familia.-

Demetria asintió y entró en la comisaría en busca de un arma. No tenía pensado usarla, no quería cargar con ningún asesinato a sus espaldas, pero era precavida y la verdad es que no estaba demás llevar algo con lo que poder defenderse o al menos intimidar.

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