Capítulo 52 💘

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—Cuando agarres más confianza con el grupo te será más fácil compartir tus experiencias con nosotros —dijo.

La seriedad en los rostros de mi contertulios no decía lo mismo, pero no iba a desistir sin darle una oportunidad. Ésta era mi mejor chance para erradicar mi problema.

Para celebrar mi primer paso hacia una vida libre de adicciones, acompañé a Fran a su base de operaciones, o más bien, de in-operaciones, ya que por más que comiésemos casi tres veces por semana en las pizzas de Poseidon, no habían avances visibles.

Por lo demás, el nombre de la pizzería seguía pareciéndome horrible, sin mencionar que ese día había una fila de espera tan larga que rozaba la indecencia.

Todo se vino abajo cuando me topé con Eros en la caja registradora.

—¿Qué van a pedir? —preguntó, con una sonrisa de comercial. De seguro el gerente estaba orgulloso.

—¿Qué haces aquí? —espeté en respuesta.

—Cubro un turno —contestó como si nada.

Fran miró hacia atrás, había una fila de al menos quince personas esperando.

—Ya veo por qué está tan lleno —comentó con resignación.

—Efectos colaterales —repuso el dios, encogiéndose de hombros.

—En serio, ¿qué haces aquí? —insistí.

Eros levantó ambas manos en señal de rendición.

—Solo quería preguntarte cómo te fue en tu primer día de terapia —respondió.

—¿Y no pudiste buscar un modo más sutil? —inquirí.

Fingió considerarlo un momento.

—No, ese no es mi estilo. —De pronto, algo pareció captar su atención en la entrada—. Llegó la hora de irnos.

Sin demora, Eros saltó sobre el mostrador como si estuviera practicando parkour.

—¿Vas a irte sin más? —cuestioné asombrada. Él respondió con u gesto despreocupado—. ¿Y el trabajo?

—Es verdad —dijo pensativo, antes de darse media vuelta en dirección al mostrador—. ¡Jefe, renuncio! —gritó.

Tuve que contener mis ganas de agarrarlo del cuello y golpear su rostro contra la caja registradora.

Pasó su brazo por sobre mis hombros y me guió a través de un montón de clientes molestos. Fran nos siguió de cerca.

Llegamos a la salida, donde mi mente quedó en blanco tan pronto reconocí la vieja camioneta de Henry aparcada en el estacionamiento.

Eros tramaba algo.

—Lo que sea que tengas en la cabeza, es una mala idea —dije.

—Hace siglos que no tengo una mala idea —murmuró.

Se me ocurrían un par de situaciones que echaban a bajo su cuenta perfecta.

Henry ni siquiera nos sintió llegar, estaba sentado en el asiento del conductor, absorto en la lectura de un libro. Eros golpeó la ventanilla para llamar su atención.

—¡Señor Casamentero! —exclamó al reconocerlo, inmediatamente su mirada se trasladó a mí—. No creí que cuando dijiste que hoy vería a la mujer de mis sueños, ibas a tomártelo tan en serio... —Tan pronto notó que estaba hablando demás, se corrigió—. Es decir, ¿se conocen?

—Hola, chico-pizza. ¿Hay espacio para dos más? —preguntó.

Los ojos Henry mostraron una confusa expresión, solo entonces nos dimos cuenta que faltaba la tercera miembro del trío.

Encontré a Fran mal escondida detrás de un poste de luz, y no me quedó de otra más que ir por ella.

—¿Qué haces? —inquirí.

—No sé —respondió, mirando el lugar donde nos esperaban.

—Vamos, por lo menos deberías acercarte a saludar —propuse.

—No sé lo que está pasando, pero si Eros tiene algo que ver, no debe ser nada bueno.

Era una opinión que debía considerar, ni siquiera yo misma me fiaba de lo que sucedía.

El dios aprovechó el momento para llegar a nosotras.

—Vengan, chicas, le prometí al enamorado de allá que hoy sería el mejor día de su vida —anunció, empujándonos a la vieja camioneta.

—Yo no confío en ti —alegó Fran.

—Yo tampoco —musité.

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¿Qué se traerá entre manos Eros? 🌚

Por cierto, a las niñas que les estoy dedicando capítulos, después les pondré la dedicatoria como corresponde.  Como actualizo desde el celular, no me deja hacerlo bien.

Muchísimas gracias a todos por leer ❤️

Cupido por una vez Where stories live. Discover now