El Rendar

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El Rendar

Yo: Ne u esq Usavel El Rendar, hijo de Ka u esq Genda-el el Sa, hijo de Ronu u esq Lam’el el Ka’re, guardián de nuestra Drend-u, descendiente de los El Rendar —el último de ellos—, vengo hoy en el día de Drend-el esza, en el nombre de nuestros ancestros, mis padres, sus padres y los padres de sus padres, a contarles palabra por palabra, aquello que fue, lo que es y lo que será; para que les llegue a sus hijos y a los hijos de sus hijos, y para que no lo olviden.

Que vivan en paz junto a ej-mel musw y que nuestras almas sean una. Éste, es mi único legado: las circunstancias de nuestro tiempo. Así fue...

...El sol, un círculo perfecto de luz flotando sobre nuestras cabezas, señalaba nuestro sendero y era nuestro guía al enfrentarnos como tantas veces, desde el comienzo de nuestra era, con ej-mel musw je al zabikr zaem yu.

Atravesaba, yo, las arenas del ej-mel sosteniendo la rendza firmemente. Hacía cuatro soles negros que había aprendido todo cuanto se sabía acerca de ella, lo que me valió el honor de portar el nombre y el signo de: “El Rendar”, como fuera dictado en nuestra Drend-u. Ni la carrera ni la rendza me pesaban. Ninguno, de los cincuenta y tres muswi je que seguían mis pasos desde hacía dos lunas atrás —contados por su el Ka’re, como era costumbre hacer; y que al comenzar la batalla, fueran setecientos cuarenta y siete—, podrían alcanzarme. Tendrían que recorrer dos veces la distancia que nos separaba de ke-el para que pudieran, siquiera, ver las huellas de mis pies. No llegarían hasta mí; un horizonte de distancia nos separaba.

Fui el único, El Rendar, tras la contienda, que logró salvar la horda de muswi je. Mis otros hermanos —que fuéramos quinientos cuarenta y uno, al iniciar el encuentro, doce lunas atrás—, cumplieron con su destino, el cual aceptaban y aguardaban con paciencia, sin temor y con orgullo —así fue escrito hace tiempo y no habrían de cambiarlo por otro—; el mío, era tan digno como el de cualquiera de mi krza-la o la de ellos; así tenía que ser.

Éramos incapaces de despreciar a ej-mel musw: quedó establecido, desde siempre, que se enfrentarían con nosotros —su estrella, era tan honorable como la nuestra—. Los respetábamos; eran nuestros iguales. Su fin: nuestro mismo fin: servir a Drend-u —aunque ellos no lo sabían, no podía ser de otro modo—, así fue dictado.

Al final de aquella jornada y no de otra, yo, Hasu-Wu nes El Rendar, llegaría a las puertas de ke-el; donde el uqq no sería más el objeto de nuestras batallas. Ellos, aún no conocía a Drend-u; pero, les sería revelado.

Era necesario que cumpliera mi tarea. Sería el fin de nuestras luchas. Podríamos vivir en paz: Drend-u estaba con nosotros.

Había llegado el día —así nos fue contado, así tenía que ser, así finalmente era—. Fui el primero en recorrer el camino desde Drend-el esza —que partía en dos el interminable ej-mel—, hasta las puertas del ke-el. Me asombré infinitamente; mi piel se estremeció de frío: yo, Hasu-Wu nes u kabi esq Ne-Wu El Rendar, tenía ante mí la maravilla de la que todos hablaban, pero que nunca pudieron contemplar —su extensión era tal que asombraba y confundía mis sentidos—. A lo alto, vislumbré las cuatro lunas y el sol negro. No Temí.

La hora había llegado, realicé la sagrada ceremonia, tal como me fue transmitida. Coloqué la rendza en su lugar —allí, estaba el mismo símbolo que figuraba en su costado— y la giré de forma apropiada, sin prisa.

La inmensa puerta —más alta que cualquiera de nuestros muj-habi—, se abrió —el ruido sonaba a viejo, a remoto, a lejano—, se estremeció el muro que durante incontable tiempo, se encargó de proteger el futuro que nos tocaba a todos; tembló la tierra que pisaban mis pies y, por un instante, entreví las maravillas y buenas nuevas que aguardaban en su interior. El aire que emanaba del recinto era cálido.

Tenía tiempo; los muswi je no llegarían, sino en dos tercios de luna. Me dediqué a observar y aprender de todo cuanto allí había.

Necesario era que los cinco muswi je que me seguían atravesaran el umbral —los otros, sabía yo, nunca lo lograrían— y que emplearan sus rendzai para abrir la segunda puerta. Detrás de ella estaba Drend-u: el Primero de todos.

Nuestros destinos se unirían muy pronto. No tuve necesidad de batirme con ninguno de ellos: al igual que la visión de aquella gigantesca muralla de tierra había abierto mis ojos, se abrieron sus mentes; comprendieron que, sus rendzai, eran y formaban parte de ese lugar desde siempre —esculpidos en la roca, junto a la entrada de la segunda puerta, idénticos símbolos a los tatuados en sus frentes—. Instintivamente, cada uno ubicó su propia rendza en el sitio destinado a tal fin.

Esta vez, el sonido hueco y retumbante fue acompañado de una luz mucho más clara y brillante, que la de nuestro sol, encegueciéndonos por un momento. Inmediatamente, pudimos ver nuestro destino. Allí estaba, como esperándonos desde siempre: Drend-u. Pero, no era todo, nos faltaba encontrar la fuente de uqq, Drend-u estaba cerca y nos acompañó. La hallamos y establecimos contacto con ella. Nuestra krza-la y la de ej-mel musw fueron salvadas —así, nos fue contado que sería.

La fuente de uqq —construida por manos antiquísimas—, devolvería al ej-mel su anterior color y belleza. Efectuamos, para ello, todas las pruebas y sacrificios necesarios —como fue concebido en el principio—. Entonces, el muro se volvió tierra, y los cielos se abrieron sobre nuestras cabezas; elevándose, Drend-u, hasta perderse de nuestra vista...

...Conservamos, de allí, dos nuevas palabras —legadas, a nosotros, por la imagen de Drend-u—, que transmitiremos de generación en generación, hasta alcanzar nuestro sino. En ese momento, no las entendimos —no fueron pronunciadas en nuestra lengua, ni en la de musw je—. Las guardamos para ustedes; y son éstas. La primera: “Mensaje para: Heauston – De: Cerebro Central dela Apolo LX– Objetivo final: Iniciar proceso de terraformación, interrumpido en 20/09/3066 – Posible causa: Falla del Módulo Principal Sistema Operativo N05 - Hora: 17:15:00 – Se esperarán condiciones climáticas más adecuadas – El inicio no será completado como medida de seguridad hasta que no se ingresen los seis componentes de la clave primaria; como medida complementaria, se distribuyen las mismas a los operadores del Sistema – Sobrevivientes: 1.065, probabilidad de permanencia en el planeta: 2.146 años – Próximo inicio óptimo del Sistema: 31/03/5066 a las 19:45:05 – Informar a los operadores de los pasos correctos para la inicialización del sistema – Próximo envío de mensaje: 31/03/5066 a las 19:45:55 – Tiempo de terraformación: 30.000 años – Próxima misión a Alfa Scorpio G45: 20 años a partir del proceso de terraformación”. Y la segunda: “Reiniciando Sistemas – Tiempo: 31/03/5066 a las 19:45:05 – Sistemas en orden – Condiciones climáticas adecuadas para el proceso – Se inicia el proceso de terraformación – Mensaje enviado: 31/06/5066 a las 19:45:55 – Transacción completa.”...

...Por ello, es necesario —como nos fue señalado—, que no se rompa la fuente de uqq (de vida), que todo lo sostiene. Esta es Drend-u: nuestra verdad, nuestra ciencia. Yo, Ne u esq Usavel-el El Rendar llamado, también, Hasu-Wu nes u kabi esq NeWu El Rendar, quien descubrió en su tiempo todo esto, les expreso a ustedes y les digo que así fue, que así es y que así será; que finalmente Drend-u está y estará siempre con nosotros y con nuestros hermanos ej-mel musw je al zabikr zaem yu y toda su krza-la: su raza y todas las razas. Ahora, sabemos —porque finalmente alcanzamos el conocimiento para descifrar y entender la lengua madre de todas las lenguas—, que llegará el día en que vendrán nuestros hermanos de allí de las estrellas, a contemplar la belleza de nuestra querida Drend-el esza. Compartirán con nosotros sus hazañas —que serán tan gloriosas como las nuestras—, su saber, sus esperanzas y sus sueños. Con ellos, vendrán nuestros ancestros, y nos sonreirán, porque hemos completado sus preceptos y transmitido, éste, nuestro nuevo destino.

© Federico G. Rudolph, 1999

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El Rendar (once cuentos cortos)Where stories live. Discover now