Capítulo VI

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Capítulo VI

      Terrence Ashworth, conde de Essex, se sirvió una copa de coñac y miró hacia su ventana, después de sentarse en el sofá que se encontraba en su despacho. Su sonrisa cada vez se hacía mayor. Era como si todo estuviese de su parte. Todo estaba saliendo como se lo había dispuesto y cada encuentro le había quedado como anillo al dedo. Ahora lo único que le faltaba era encontrarse presente en su presentación. Los cotilleos daban por hecho que era la dama que muchos caballeros querían cortejar, y no precisamente por ser la hija de un duque. Sino por su increíble belleza. No era de extrañar que hubiese eclipsado a lady Suzanne Wilson. Y como su hermano, el futuro duque de Devonshire, había tenido que salir en su rescate, para salvarle de los cotilleos de aquella sociedad que se entretenía en ellos. 



    Los siguientes eventos de importancia sería la presentación insignificante, en comparación a la presentación de lady Alondra Cavendish. La hija de James Cavendish, duque de Devonshire. 


 
—Poco a poco llegaré a ti... Y destruiré a tu familia, como ellos destruyeron a la mía. —una carcajada cínica y maliciosa lleno cada espacio de aquella habitación.



     La había estudiada a distancia, viéndola desde lejos, acrecentando su odio por ella, sintiendo que debía vengarse de alguna manera de su familia. Ese anhelo fue helando su corazón por completo, volviéndolo en un témpano de hielo, tan frío, sin poder cambiar aquello. Tal vez porque no quería evitarlo.



    O porque sentía que el deber ante su familia era destruir a lo más preciado para el peor de sus enemigos. Su hija era uno de esos tesoros. Era su primogénita, aunque no heredera. Daba igual. Él volvería a los Cavendish en polvo, al hacer sufrir a Alondra Cavendish después de conseguir su completa confianza y su corazón. No le importaba en absoluto unir su sangre con aquella familia. Un heredero llevando ambas sangres, sería un golpe para James Cavendish.



     Uno golpe bien bajo.



—Madre... ¿Qué opinas de estas rosas?— le preguntó Alondra a su madre, al instante en que las colocaba en la mesa de la sala principal.

— ¡Qué son tan hermosas como tú!... Y que de seguro a tu padre le agradara verlas.

— ¡Eso espero!... — dijo sonrientemente.



    Al observar aquel lugar, Alondra recordaba a aquella pequeña niña que sentía que vivía un cuento de hadas. Cada rincón le traía a su memoria algún recuerdo, como si aquel pasado aún estuviese presente. Aun cuando parte de su infancia también estuviese un poco gris en su memoria. Había visto llorar a sus padres cuando lady Beatrice O'Dubgaill había fallecido. Ella había sido una madre para su padre. Y también para su madre. Había escuchado que incluso, gracias a esa gran dama, sus padres se habían conocido. Y había ayudado a su padre a ver que su madre era la mujer que él necesitaba.



    Y gracias a esa unió Matthew y ella habían nacido.



    Acompañó un momento a su madre a la cocina. Debía dar una indicación para el almuerzo.



— ¿Y a qué debo esa enorme sonrisa? — le preguntó lord Devon Fitzgerald, a su amigo Terrence. Le había observado desde lejos cabalgar por Hyde Park.

— ¡Amigo!... ¡Qué sorpresa el verte por este lugar!

— Estaba decidiendo que joya comprarle a mi prometida, cuando te vi caminar por aquí... ¿A qué se debe esa sonrisa? ¿Acaso por alguna afortunada dama?

— No...solo que amanecí feliz. ¿Acaso no tengo el derecho de estarlo?

— Hmm...Si lo tienes. Solo que siempre le temí a esa sonrisita cuando ambos estudiábamos en Eton... puede estar ocultando muchas cosas.

— Es lo que piensas tú. No yo... Esta sonrisa se debe a que me encuentro feliz, y le doy gracias a la vida por eso.

— Si a eso se debe...— agregó dudoso de su actitud.



   Esa tarde había decidido salir a cabalgar, después de tomarse su copa de coñac. Tenía un as bajo la manga. La hermana de su buen amigo: Audrey Wilson. Y Chistopher Wilson le ayudaría a acercarse a ella, aunque él ignorara que lo hacía. Y así luego llegaría a lady Alondra Cavendish. Todo había llegado a su mente cuando la solución de su problema siempre había estado en frente de sí. Tenía una conexión confiable, sin necesidad de presionar su presencia en el baile de sociedad de Alondra Cavendish.



    Finalmente sentía que había conseguido una de las cartas que utilizaría para su venganza. Tenía en sus manos el poder para avergonzar a "James Cavendish, duque de Devonshire" y al resto de su familia. Nunca había valorado tanto el utilizar a alguien con la finalidad de conseguir su objetivo. Y Audrey Wilson, en su ignorancia, le había empezado a ayudar. 

Ecos del Corazón (7ma novela de Todo lo que soy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora