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Fuego que consumía todo a su alrededor, que reducía vidas enteras a unas pocas cenizas. Un calor que dio fin a todo lo que ella llegó a conocer.
Irrumpieron la quietud del santuario. Traicionaron el acuerdo al que habían llegado los inhumanos y el Gobierno. Derrumbaron estructuras, dispararon cañones, se llevaron a su líder. No hubo crimen que no fuera cometido ese día.
Afterlife no era más que restos del edén.
Después del infierno, solo estaba ella con un pequeño cuerpo entre los brazos; una niña tambaleando entre la vida y la muerte. Daisy, con el alma rota en pedazos y habiendo perdido a todos frente a sus ojos sin poder hacer algo, no estaba dispuesta a ver a la última persona con vida que conocía, partir sin más. Pero sentía como su dejaba su corazón de latir y la sangre de correr por su cuerpo.
Horas después cargaba a la pequeña mientras se escabullían lejos del recinto. Sabía que S.H.I.E.L.D. seguiría vigilando el lugar pero también confiaba en su egocentrismo; el orgullo que sentían tras creer que habían acabado con todos los inhumanos. Sin embargo, no obviaba que volverían a reducir aún más las cenizas.
Pero ella tenía un plan, una idea de adónde dirigirse.
Jiaying le había hablado de inhumanos escondidos en algunos barrios pobres de América y de Driftwood: una colonia cercana de inhumanos que habían huido de Afterlife, de la cual solo sabía que estaba al sur del bosque y sumamente oculta.
Caminar a ciegas esperando encontrar Driftwood no parecía tan mala idea como el aguardar a que S.H.I.E.L.D. llegara de nuevo a incendiar los pocos escombros restantes, como lo habían hecho en otros recintos.
Después de caminar lo que sintió como horas, Daisy descansó el cuerpo de la pequeña sobre hojas. La podía sentir respirar, sus huesos temblaban pero la niña no despertaba. No despertaba y Daisy no conocía su nombre para llamarla; una ironía tomando en cuenta que ella solía saber el nombre de todos en Afterlife, aunque tras la llegada desenfrenada de inhumanos en busca de refugio aprenderse todos era casi imposible.
El cansancio estaba por vencerla, la incitaba a cerrar los ojos. Bombas. Los abría de nuevo inspeccionando su alrededor, encontrando nada. Lincoln. Su voz apresurándola para que huyera. Raina. Alisha. Vijay. Andrew.
Le habían arrebatado todo. Lo único que conocía se lo habían llevado. Lo único que necesitaba y amaba.
Estaba herida, destrozada. La Daisy Johnson que solía ser estaba siendo reemplazada por alguien con sed de venganza, alguien tan lastimada que estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para que todos comprendieran su dolor.
