CAPÍTULO I

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—¡Querida llegas tarde, el señor Black te busca! —La voz de Sofía, me recuerda que llevo dos minutos de retraso y como escucharon, no diez ni veinte minutos... Dos malditos e insignificantes minutos.

—¡El autobús se atrasó! —Digo mientras intento arreglar mi cabello —¿El señor intenso está de humor?

Arreglo rápidamente mi ropa, a veces envidio a Sofí es tan perfecta, con sus risos color dorado y su maravilloso cuerpo. Y yo soy la chica torpe, que se comporta como una niña y que no tiene licencia para manejar.

—¡Creo que el señor intenso no está de humor! —La voz de Paul suena justamente detrás de mí y algo me dice que estoy de nuevo en problemas.

La vergüenza tiñe mis mejillas, mientras me vuelvo lentamente hasta él, con la cabeza abajo.

—¿Por qué él retrasó Señorita Grey? —su voz es firme y demandante. A sus veintiocho años y es más serio que una tabla. A veces tengo la sensación que se encierra en su oficina y espía a todos en este edificio.

—Un retraso en el autobús, además solo fueron dos minutos señor Black — respiro hondo, este hombre sabe sacarme de mis casillas con sus malditas preguntas. ¿Acaso no tiene vida?

—Creo que le pago lo suficiente, porque no se compra un coche... Como todas las personas de su edad... además tenemos trabajo y no estoy para sus excusas — su mirada no refleja ninguna emoción y me come viva con sus penetrantes ojos negros.

Se empeñaba mucho en estar detrás de mí, siempre tenía una opinión y él no tenía miedo en darla. No solo era un hombre que sabía controlar sus emociones, también, era un chismoso de naturaleza pura y juzgón.

"¿Por qué rayos sigo trabajando con este idiota?"

"¡Solo el dinero vale trabajar con este tipo!" pensé rápidamente.

—Estaré en su oficina en unos segundos, señor.

Asiente con su cabeza, mientras lo veo alejarse a su despacho.

— ¡Es un maldito! —murmuré, acercándome a Sofí — Pirqui ni si cinsigui in cirri, porque no mejor me compra uno a mí... — hablo demasiado alto — y lo repara cada vez que lo choque, ya que para ni manejar soy buena. Pero sabes, es un charlatán, es lo único que sabe hacer. Siempre finge ser tan serio con los demás, tan elegante y perfecto. Pero no lo es, pasa sus días tan solo que... que... no conoce otra cosa que no sea seguirme, molestarme y ser sarcástico.

—Cállate —repite Sofí — cállate...

—No, no me voy a callar, él pasa todo el día como niño de primaria...

—Haz silencio, amiga —me vuelve a interrumpir, pero ya estaba tan caliente que me resultaba difícil hacerlo. Mi día había comenzado con el pie izquierdo y tener a un hombre malhumorado detrás de mí solo lo volvía peor.

Siempre había sido una mujer muy impulsiva, al igual que mi madre. Si algo me molestaba, explotaba en dos segundos sin importar con quien estuviera. Así que, acomodando mis cosas en el escritorio, proseguí refunfuñando.

— No sé por qué una vez en su vida, no deja de espiarme y meterse en mis asuntos ¿Por qué no podemos tener una relación normal de jefe a asistente normal? ¿En serio, ya no me deja ni festejar mi cumpleaños? ¡Puedes creer que no me dio el día libre hoy! ¡Hoy mi cumpleaños! O sea, debería y necesita dos asistentes, yo quiero poder disfrutar de mi fiesta sorpresa y no pasármela de viaje en viaje... O sea, es genial, pero me limita disfrutar de mi vida ¿sabes?, y su compañía es irritante

Vuelvo a dirigir la mirada a Sofí que me mira aterrorizada y a la vez con una risota en su rostro. Trabajar aquí, resultaba muy raro. Al menos el último piso lo era, yo infantil, Sofía que solo se reía de las constantes peleas que mi jefe y yo constantemente teníamos casi todos los días.

—¿Está detrás de mí? —digo en un hilo de voz.

—Si — me dice mientras asiente con la cabeza. Probablemente, yo era muy confiada, ya que no tenía miedo de expresar mi opinión ante Paul, o ser más hiriente que él. Además, Sofía tenía una teoría sobre el comportamiento de mi jefe, porque ¿Qué jefe soportaría que su asistente le hablará como yo lo hago? Además, ambos a pesar de irritarnos un poco, disfrutamos de ello.

Según las palabras de Sofía es probable que le guste. Aunque su forma de demostrarlo es un poco confusa.

—Si ya terminó de quejarse, vaya a mi oficina, por favor —serio y frío como el agua del río, se marchó en silencio con pasos largos.

En este piso solo estaba la oficina del señor Black, nuestros escritorios y los baños. Por lo tanto, toda esta zona se encontraba casi desierta, muy pocas personas se atrevían a subir al último piso del edificio.

—¿Estoy frita? — pregunté en voz baja a Sofí.

—Lo dudo, ese hombre es adicto a tus huesitos —susurró.

No muy contenta con su respuesta sigo al señor intenso a su despacho de hombre aburrido. Pasa el primero, todo un caballero, claro. Se detiene unos segundos para cerrar las persianas, provocando que la habitación se inunde en un profundo y silenciosa oscuridad.

—¿Acaso planea matarme, señor Black? —cerré la puerta a mis espaldas y caminé en dirección a su escritorio. Él en cambio, recorrió toda su oficina, solo para cambiar la intensidad con la cual brillaba la luz. Colocándola en una intensidad mediana.

—Dígame Paul — se sienta en su gran silla y me dirige una mirada pícara, que derretiría a cualquier mujer, pero lo siento Paul tus trucos conmigo no funcionan. Primero; porque ya los conozco. Segundo; no me gustan los chismosos.

—Claro, señor — farfullo ignorando su comentario anterior, pero dedicándole una sonrisa igual de traviesa que la suya.

—Por favor, no me diga señor— reiteró —me gusta escuchar mi nombre deslizarse por sus labios.

—Bueno, señor... — solté ignorando por completo su boba forma de intentar ligarme — ¿Desea algo?

—El viaje se acerca y necesitamos ropa de gala para usted. Necesito que vaya presentable... la acompaño en unos minutos, como siempre; sabe que los gastos van por mi cuenta. Además, necesito que repases los nombres de los que se presentarán y... necesito que le pidas el expediente de los Miller a Nelson para mañana temprano — hoy tendremos un día muy ocupado, así que espero que estés preparada.

—Pero hoy es mi cumpleaños... —manifiesto en un susurro—me organizaron una fiesta sorpresa.... No puedo faltar — le suplico con la mirada y aunque sé que de nada me va a servir.

—Lo siento, pero si no fuera necesario que estuvieras aquí, te dejaría ir sin ningún problema —realizó una pausa incómoda —feliz cumpleaños, Emma y si le preguntan, diga que la regañé fuertemente por su insolencia.

—Como diga, señor.

—En cinco minutos salimos, por favor, prepárese, no quiero atrasos.

Paul +18 |TERMINADA EN DREAME|Where stories live. Discover now