Ella es mía Cap III

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Sobre monturas diferentes a las que traían salieron al galope. La lluvia seguía golpeando sus rostros y lo hizo durante casi todo el día. Por mucho que Anthony suplico y rogó que por lo menos aflojara, nadie le hizo caso, la indiferencia a sus ruegos le hacía enojarse cada vez mas. Sus ojos comenzaron a mostrar la cólera tornándose negros.

Continuaron al galope durante todo el día y al caer la noche a  gritos, Greg le pidió que parasen, esos caballos no estaban entrenados para tanta carrera, y encima con la lluvia. A regañadientes, aminoraron la marcha y comenzaron a buscar un lugar donde descansar y resguardarse un poco de aquella incesante lluvia. Poco le importaba a Anthony los caballos en aquello momentos, poco le importaba todo excepto ella.

A su alrededor,  todo estaba inundado por la borrasca y aun seguía cayendo. Anthony y Greg estaban calados hasta los huesos, necesitaban encontrar un lugar donde resguardecerse y pasar la noche, necesitaban descansar y dar descanso a los caballos.

Aquella incesante lluvia estaba acabando con Anthony, la furia había dejado el paso a la tristeza,  a la desesperación, a la impotencia, ya no era capaz de pensar con claridad. Necesitaba llegar cuanto antes a territorio del clan McDougal y eso no iba a poder ser tan pronto como él quisiera. El clan McDougal  estaba a varios días a caballo, no podía hacer ese trayecto en uno solo, no podía, los caballos no lo aguantarían, Greg no lo aguantaría y él tampoco. Hacerse el duro en estos momentos no era la mejor solución, la entrada al clan  no iba a ser pacífica y necesitaba estar despejado, necesitaba estar en forma para ayudarla.

 Greg no abrió la boca, se limitó a meter a los caballos en la cabaña, aunque Anthony seguía montado sobre uno de ellos, no parecía querer bajarse así que le ignoró.

Greg era el primogénito del brazo derecho del laird McKlain, lo cual hizo que los dos crecieran juntos .Anthony y él eran capaces de permanecer días sobre sus monturas, ni el frio ni la lluvia mermaban sus fuerzas.

Las últimas contiendas habían hecho de ellos un solo ser, inseparables, casi invencibles. La temeridad de Anthony y la estrategia de Greg los hacia la unión perfecta. Su participación en el ejército de Robert Bruce les había dado fama a lo largo de todas las Highland, fama y riquezas pues el joven rey sabía recompensar bien a sus guerreros destacados.

Una amistad curtida con los años, una amistad casi  plena. Greg miraba a su amigo absorto en sus pensamientos. Una vez más sabía que algo preocupaba a su amigo, que le ocultaba algo y aunque a lo largo de toda una vida juntos no había sido capaz de descubrir que era; seguía esperando que llegase ese día en el que Anthony confiase tanto en él como para contárselo.

La experiencia le decía que Anthony era capaz de estar en ese estado bastante tiempo, así que le dejó sobre el caballo, en el interior de la cabaña y se dispuso a encender fuego para secar, al menos la ropa.

“Arabella,  Arabella, escucha mi suplica. Por favor deja de llorar. Necesito que te calmes. Arabella,  Arabella “– un ruego que le desgarraba el corazón. Un nombre lanzado al viento.

Cuando salió de sus cavilaciones vio que su caballo había seguido a  Greg hacia una vieja cabaña  abandonada. La puerta estaba tirada en el suelo, el techo tenía varias goteras pero aun quedaba un trozo de suelo seco donde descansar.

Aun sobre su montura, Anthony sacudió su cabeza, como quien quiere desprenderse de algo. Greg le miró sin decir palabra.

—Chico, a eso llamas fuego, —  una broma  para romper el hielo.

Greg estaba sentado frente a un fuego algo débil, no había encontrado madera seca, miró  las llamas, miró a Anthony y se echó a reír.

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Ella es míaWhere stories live. Discover now