¿Qué has hecho Alicia?

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Pero, ¿qué has hecho Alicia?

I- Alicia y el Sombrerero

Los tenebrosos sonidos que traía la noche que colgaba ya sobre mi cabeza me hacían temblar. Escuchaba el crujir de mis huesos y dientes al estremecerse mi cuerpo entero de terror y frío. Maldije el día en el que corrí tras el estúpido conejo blanco que me hizo caer en aquella madriguera bajo el gran roble. —¡Estúpido conejo! ¡Estúpida madriguera! ¡Estúpido y desquiciado lugar! ¡Estúpida yo que me he perdido!— Peleaba conmigo misma sonando más furiosa que asustada.

Me senté en una extraña roca en medio de un claro del bosque con forma de pastel. —¡Oh Dios! ¿Por qué hacer ser todo aquí tan extraño? Ni la vuelta por el jardín resultó agradable. Toda la mañana cantando con las sonsas flores, ¿para qué? ¡Cómo detesto las margaritas! ¡Mira y que llamarme mala yerba!— Continuaba con mi soliloquio mientras daba masajes a mis cansados pies.

Todo se había convertido en una catástrofe. Estaba perdida en el lugar más bizarro del planeta. A penas soportaba el frío y el estómago vacío ya rugía de hambre.

—Espera...—, recordé que en mi bolsillo aún tenía unos pedazos del hongo que aquella oruga majadera me había dado en la mañana. Al menos tendría algo para mitigar el hambre. Agarré de inmediato uno de los trozos de hongo y comí... Sabía a mantequilla y a jalea... A chocolate y a frutas y a mil y un sabores distintos mientras se disolvía en mi boca. Aquello me resultó tan delicioso que comí y comí sin parar hasta que devoré aquel trozo del tamaño de una hogaza de pan.

Pasados unos instantes empecé a sentirme de manera extraña y todo a mi alrededor empezó a girar. Los colores del bosque se mezclaban en una vorágine de sombras y tonalidades a una velocidad increíble. Miré hacia el cielo solo para ver a una luna llena que brillaba y me sonreía. Sus finos labios de plata formaban una curva burlona, maligna. La roca en la que estaba yo sentada se sacudió violentamente tirándome al suelo que parecía abrirse bajo mis pies. Me arrastré como pude y me puse en pie. Me sentí mareada.

Los árboles aullaban y extendían sus ramas enjutas y sus dedos esqueléticos para agarrarme. Corrí tan rápido como pude. Tenía qué salir de aquel lugar. En mi carrera me sentía perseguida, miles de ojos centelleantes me observaban desde la oscuridad. El desespero y la angustia me dominaban.

Gritos y chillidos ensordecedores me enloquecían y mientras me cubría los oídos, continuaba a toda prisa a través de la densidad de aquella jungla. Por un momento me desorienté. Muerta de miedo entendí que una vez más me hallaba perdida. Busqué desesperadamente, aturdida como estaba, una salida de aquel lugar. Finalmente, había un espacio entre medio de los troncos de dos enormes árboles. Cientos de murciélagos de colores revoloteaban sobre mi cabeza mientras me adentraba en la rendija.

Las ramas más bajas me rallaban los brazos al intentar escurrirme por la abertura. Pude salir al otro lado y me sentí aliviada. Atrás había quedado la oscuridad de aquel bosque infernal.

Aún mareada trate de enfocar mis ojos en el nuevo espacio que se abría frente a mi. Era un claro en medio de una arboleda y en medio se erguía una pequeña cabaña amarilla con tejas azules. Era un espacio mágico donde los árboles danzaban y las flores entinaban ininteligibles melodías.

Traté de caminar en una línea recta, pero tropezaba a cada segundo con mis propios pies. —Maldito hongo—, refunfuñaba. —¡Esa malvada oruga me ha drogado!

Con algo de dificultad llegué hasta en frente de la cabaña. Toqué varias veces a la puerta pero mis movimientos torpes y lentos me hacían perder la noción del tiempo y espacio. —Hola. ¿Hay alguien en casa?

La puerta crujió al abrirse lentamente. —Hola... Hola—, asomaba mi cabeza por la puerta entreabierta con menos precaución que curiosidad.

Una voz profunda y masculina contestaba desde la pregunta, —Entra mi niña hermosa.

Mis pupilas dilatadas jugueteaban con los reflejos en las sombras y se ajustaban a la tenue luz que provenía de la chimenea encendida a un extremo de la sala.

Al fondo había un hombre de pie y me miraba fijamente. Sobre su cabeza lucía un enorme sombrero de copa verde y no llevaba camisa puesta. Era sumamente apuesto. Las llamas danzantes de la chimenea se reflejaban en sus ojos azules. Sus facciones exóticas, su pecho fornido y sus abdominales bien delineados me dejaron sin aliento.

Yo me encontraba embelesada. El gallardo hombre sostenía en sus manos una tetera y una taza de. Y yo solo podía mirarlo. El corazón se me quería salir del pecho latiendo con fuerza y arrítmicamente.

Aquel hombre hermoso caminó hacia mi. —¿Quieres te?— Me preguntaba con su melodiosa voz mientras me ofrecía la aún humeante infusión.

Yo me encontraba embelesada por su férrea hermosura. Ahora que estaba tan cerca frente a mi podía observar los detalles perfectos de su cuerpo de dios griego cual cincelado por los mismísimos ángeles. Era etéreo... Impresionantemente bello.

Sus rojos cabellos caían libres sobre sus anchos hombros. Tomé la taza de te. —Gracias.

—Mi nombre es Sam. Soy el sombrerero de la Reina de Corazones—. El colocaba la tetera sobre una mesita.

—Yo soy Alicia—, contesté tímidamente y seguí tomando el te. Era una infusión de yerbas. Sabía muy dulce... Delicioso.

El mareo ya se disipaba al igual que el frío que antes sentía. La bebida y el calor de la chimenea me hicieron sentir mucho mejor.

—Ven, Aicia, vamos a sentarnos en el sofá. Es más cómodo allí y me imagino que quieres descansar—. Nos sentamos sobre los suaves cojines de terciopelo púrpura. Yo me terminé el te mientras Sam y yo conversábamos.

Sam me ayudaba limpiar la sangre seca de las heridas en mis brazos. Sentía un alivio enorme cada vez que pasaba suavemente la toalla humedecida con agua limpia y tibia sobre mi piel magullada.

No podía evitar mirarle tan fijamente. Su rostro era tan perfecto y sus pectorales desnudos invitaban a tocarles. Sam se acercaba a mi para limpiar mi rostro. Yo a penas me podía contener. Nuestras miradas se encontraron y mi corazón golpeaba fuerte en mi pecho.

Ya estábamos muy cerca... El hombre me besó y yo le respondí el beso con pasión. Era la primera vez que besaba a un hombre y se sentía tan bien. El interior de mis piernas de pronto se había humedecido. Y Sam... Sam me besaba ardientemente. Sus manos se deslizaban por todo mi cuerpo. Mis manos recorrían todo su torso desnudo. Acaricie su espalda y su pecho hasta bajar a sus abdominales. De allí mis dedos coqueteaban con la hebilla de la correa de su pantalón.

De alguna manera que no recuerdo, mi vestido azul y blanco terminó en el suelo y yo me encontraba sobre Sam en el sofá. Ambos desnudos nos acariciábamos con lujuria y pasión. Yo podía sentir su miembro erecto rozando mi piel.

El sombrerero me levantó agarrándome por la cintura y presionó mi cuerpo hacia abajo contra al de el. Era un dolor placentero... Dolor, placer... Dolor, placer... ¡Placer! ¡Dolor! ¡Placer! ¡Placer y más placer!

Yo me mecía hacia adelante y hacia atrás sobre el. Yo jadeaba y gemía. El jadeaba y gemía. Era un todo de movimientos, respiraciones sonoras y gemidos de forma sincronizada.

El olor a sudor y a lujuria colmaba el aire y la adrenalina bombeaba en mis venas aún más fuerte que la sangre. Era la sensación más rica que había experimentado en mi vida. Era cómo tocar el cielo. ¡Estaba en el país de las maravillas!

Yo gemía aún más fuerte. Sam gritaba con pasión. Los músculos de mis piernas se estremecían y se tensaban. Era algo increíble. El cielo y el infierno todo a la vez. El hombre me agarraba por las caderas y me aferraba hacia el. El jadeaba y sonreía. Yo sonreí también sintiéndome completa.

Nuestros cuerpos se relajaron y yo deje toda mi existencia descansar sobre el pecho de Sam. Yo estaba a punto de quedarme dormida cuando de momento la puerta de la casa se abrió abruptamente. Sam miró sorprendido. Yo escondía mi desnudez detrás del cuerpo de mi amante. El Conejo Blanco estaba bajo el umbral de la puerta, allí parado mirándonos con su rostro severo. Su enorme reloj de bolsillo dorado cayó al suelo haciéndose trizas. Su expresión era de total disgusto mientras se dirigía a mi, —Pero Alicia, ¿qué has hecho?

¿Qué has hecho Alicia?Where stories live. Discover now