Siempre he pecado
de ser la que da todo a los demás.
De las que ponen de más,
y supongo que por este motivo
luego a mi no me han dado
si quiera
la mitad
ni de lejos.
Porque aquí
la que tiene la puta costumbre de partirse la espalda,
dejar corazón de sobra,
soy yo
y no el resto.
E influenciada por mi hábito de ser la ingenua
que regala siempre un poco más,
por el impulso innato
que aguarda a ser correspondido,
mi alma
suele esperar recibir lo mismo a cambio
y acabo siempre en decepción.
En el desengaño de una verdad
que ya debería conocer.
Que conozco.
Pero sigue doliendo cada vez
en que me miento
y me prometo
que esta será diferente.
Que si has dado,
lo mínimo es que en la próxima
te cubran a ti la espalda,
pero te la dejan al aire.
Porque nadie está obligado.
Y no puedes vivir esperando
que nazca en los demás
lo que en ti es incontrolable.
Ese es mi pecado.
Y ésta, la historia de ese corazón
a quien le sobra para la necesidad ajena
pero acaba siempre dañado.
YOU ARE READING
cartas desde el pozo
Non-Fictionotros suelen hablar de precipicios, pero a mi me oiréis llamarlo pozo porque en el primer caso sería una caída directa a un impacto rápido y seco, y sin embargo yo mientras que caigo voy golpeándome con las paredes hasta llegar a tocar fondo.