Capítulo 11.

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Una parte de mi mentiría si dijera que no las había visto antes, Enaira. La otra reiría negando tal hecho y reiteraría que sí las conocía, Némesis.

Coraline y Sheila Miyazawa. Hermanas pequeñas de Rosen Adachi. Era curioso, ellas mantenían el apellido "Miyazawa" cuando Rosen acuñaba el apellido "Adachi". Sí, así era. Dos Miyazawa, una Adachi y sin embargo todas parecían ser hermanas de sangre.

Como dije, curioso. Tal vez fuera porque Rosen era la primera en la línea de sucesión al trono de su reino.

Recordaba, aunque no muy nítidamente, haber tenido momentos con Sheila. Recordaba hablar con ella sobre Piromancia, una habilidad de la que yo carecía y ella poseía, una habilidad que le encantaba. Recordaba, aunque en menor medida, escucharla cantar y pocas veces se percataba de mi presencia —ser vampiro tiene sus ventajas—.

Recordaba a Coraline: pequeñita, adorable... cínica y sádica. Era algo que teníamos en común. Yo era sádica, pero Coraline aún más. Debido a su bipolaridad, su sentido asesino estaba bastante agudizado. Por lo que, aunque fuéramos amigas, procuraba tener cuidado con ella, mucho cuidado.

El hecho de que todos, incluso yo, pensáramos que Rosalinda era el pecado de la Soberbia, aún no estaba resuelto. Mis hipótesis eran que: al pasar Rosen tanto tiempo con sus hermanas, habíamos olvidado quién era la verdadera Soberbia y habíamos colocado en su lugar a Rosalinda. O, al igual que con la Pereza, en realidad nunca la conocimos. Vagas y absurdas ideas que venían a mi cabeza. Pero validas por el momento.

                                     ***

Me incorporé por completo curvando una sonrisa masoquista, no me gustaba la situación pero disfrutaba. Sacudí ambas alas con prepotencia mientras lanzaba una mirada explicativa a Rosen: al fin y al acabo yo no sabía dónde estaban sus hermanas. La vi cruzarse de brazos frente a Coraline, sacando partido de todo su metro setenta, mientras ésta le dedicaba su sonrisa infantil. La natural, no la que solía fingir.

—Bienvenidas. —Me limité a decir mientras dejaba que un pequeño murciélago se colocara en mi brazo.

Al parecer su espada había logrado cortarme. No era algo muy profundo, pero me desagradaba la idea de tener una herida. Al igual que me desagradaba que hubiera logrado cortarme. Mientras algo de mi quedara como un pequeño murciélago, siempre podría regenerarme, era lo bueno de tener un lado antropomórfico.

Aquel pequeño se dedicó a devorar aún más la zona de la herida para después asemejar mi piel y cubrirla con su cuerpo.

—¿Dónde habéis estado? —preguntó Rosalinda sin un tizne de sensibilidad en la voz. Borde y arrogante.

Una vez la herida ya no estuvo en el brazo, sacudí mi largo cabello negro y clavé la heterocromía en Sheila y Coraline. No sabía cuánto tiempo había trascurrido desde la última vez que las había visto. Pero parecía mucho.

—Pandora —comenzó una de ellas—, de repente cerró sus puertas y no pudimos salir. Hace poco, logramos ver una fisura. Aprovechamos y escapamos. Pero las puertas han vuelto a cerrarse.

Explicó Coraline en tono serio, fuera del infantil que solía tomar. Sheila asentía corroborando lo que su hermana trataba de explicarnos con el mismo rostro serio.

—¿Una fisura? —pregunté frunciendo el ceño intrigada.

Sheila asintió observándome y todas nos quedamos un tiempo en silencio.

Ahora que recordaba todo sobre qué o quién era, me reconcomía por dentro saber que Pandora había tenido una fisura. Era imposible. Aquel lugar poseía inteligencia propia y si algo o alguien lo atacaba, no respondía con ataques. Más bien con defensas. Activaba barreras y no deja entrar ni salir a nadie. E ahí la razón de que vieran una hendidura: alguna barrera habría caído. Alguien seguía atacando Pandora. Pero, ¿cómo? y más importante ¿por qué? Hablamos de un lugar sumergido en el Abismo. Un lugar que reside en otra dimensión, un lugar del que sólo unos pocos tienen constancia. Y quienes creen saber dónde está y consiguen llegar a las primeras puertas, las del Abismo, son directamente rechazados por Vasilisco.

Proyecto Pandora: Bienvenido al Pandemonio.Where stories live. Discover now