Noviembre/Cuando tuve el paraíso en las manos

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Yo conocí cada parte de ti; ese lunar en el ombligo y los treinta y cuatro que conforman tu espalda, las miles de pecas en tu cara que son como una galaxia entera y la marca que tienes en el pecho que me invita a la gloria. La arruga que se te hace en la frente cuando estás concentrada y no notas nada a tu al rededor, como si por esos momentos sólo fueras tú y nada más, y sí, es cierto, siempre fuiste tú y nada más.

Tu sonrisa de lado, provocativa, diciéndome más que las palabras, invitándome a hacer realidad lo que intenta provocar. Tu risa a media madrugada cuando estamos descubriéndonos y te hago reír. Tus ojos azules que se oscurecen más cuando estás a centímetros de mí y lo claros que se ven cuando te observo a lo lejos, como si en tus ojos se pudiera ver el mar, como si por un segundo tus ojos fueran todo aquello que se necesita para respirar.

Tu abdomen que es el camino para llegar al éxtasis, tu cuello que marca más lo blanco y puro de tu piel y que susurra que quiere a mis dientes clavados ahí. Tu sexo que es la pasión absoluta de cada noche, y su sabor que es mi frenesí. Tus piernas, cada centímetro que las conforman y de reversa también. Tu cabello largo y ondulado, y rojo como el amor, como lo que eres tú a la perfección. Tu voz ronca recién despierta, susurrándome al oído palabras de amor. Tu forma de discutir y pelear, diciéndome siempre la verdad, y ni siquiera ahí dejándome de amar. Tu honestidad que es más grande que tu belleza, porque ya lo sabes, toda tú estás llena de certezas.

Conozco cada manía tuya; el café que tiene que ser casi tan dulce como tus besos, tus palabras en doble sentido todo el tiempo, los colores combinados a la perfección, tu casi obsesión por ordenar y yo que soy tan desordenada, por ti aprendí a ordenar mis telarañas. Tu manía de despertarte primero a las ocho de la mañana y volverte a dormir. Tu manera de cocinar casi siempre a la misma hora, y en el mismo lugar. Eso de festejar en grande hasta la más mínima cosa, dándome cuenta que solo estar contigo era motivo de fiesta.

Conozco lo que es besar las comillas de tu sonrisa dibujada en mi boca, el tacto de tus manos de fuego recorriendo mi piel, sin dejar ningún espacio limpio, ni un pequeño milímetro, haciéndome así al fin creer. Tus momentos vulnerables acostada en el suelo, ahí cuando tu seguridad absoluta desaparece, ahí cuando no quieres que nadie más te vea, más que yo. Tu cara recién despierta, con el cabello desordenado, siendo más guapa que nunca, enseñándole a la belleza como debe ser. Tu cara un viernes de fiesta, cuando mis ojos te ven y no lo pueden creer, cuando mis ojos ven más allá de lo que crees. Tu ternura infinita, más infinita que tus ojos, que eso créeme que ya es decir mucho, y que me cuida en mis noches de llanto y dolor, que me repara y me alienta. Tu cara que no puede ocultar cuando estás celosa, y nunca lo niegas, lo gritas y yo solo puedo reír. Tu forma de dormir, la mayor de veces boca abajo y mejor si yo estoy abajo de ti. Tu amor que es intenso, más intenso que tú, más intenso que los días y noches que convertimos en pólvora. Tu forma de amar que es con el alma y con la piel; no dejando oportunidad de medias tintas, dándolo todo, sabiendo que tal vez ya nada pueda ser igual. Sabiendo que amarte a ti, es un camino que no tiene vuelta atrás.

Yo ya conocí el paraíso.

Hay mariposas en todas las estaciones. PoemarioWhere stories live. Discover now