Prólogo

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No más lagrimas para salir adelante, seguiré bailando hasta el amanecer.
Tonight I'm Getting Over You, Carly Rae Jepsen

No quiero que te vuelvas una persona fría ni que dejes de creer en el amor...》. Las palabras del Rifu hicieron eco en mi mente a medida que leía, en plena estación de metro, su carta escrita a mano. Al llegar a la última línea, volví a comenzar. Se detuvo el tiempo. Me dieron ganas de llorar de solo imaginar que en ese instante el hombre de mi vida se encontraba lejos de mí, a unas mil estaciones que me separaban de su delicado cuerpo. Ni el ruido de los rieles -que se materializaba en golpes a medida que los vagones avanzaban- lograba que me concentrara en otra cosa que no fuera su partida. Mi abandono. Estaba lejos, lo sé, pero aun así me aferré a la idea de haber escuchado su voz tierna. Levanté la vista sin importar que alguien me viera plantado en el andén, moquillento, colorado y queriendo tenerlo cerca, pero a la vez borrarlo de mi pasado...

Está bien, detengamos esta escena. Muy cursi para ser mía.

Ahora sí, contemos la verdadera historia: sinceramente no me quedé ahí parado ni sentí que el tiempo se detuviera, solo hice de la carta una bola de papel y me fui indignado en dirección a unos asientos naranjos donde deposité mi trasero. Las ganas de llorar eran reales, pero más que un llanto descontrolado, lo mío era una angustia anudada en la garganta que con un par de de cervezas se pasaría, pero como no tenía ninguna a mano no logré contenerlo mucho tiempo. Exploté. Las lagrimas -las cuales, en mi defensa, fueron pocas- descendieron por mis mejillas, dejandome frente a un pelotón de personas hacinadas en el metro en horario punta, como una princesa estúpida esperando a ser rescatada.
Sentí rabia, estaba dolido pese a que ya sabía que probablemente nuestra relación no iba a funcionar por un montón de factores como, por ejemplo, que él estaba recién saliendo del closet, mientras yo ya estaba bailando afuera con una boa de plumas rosas y tacones de más de siete centímetros de alto. Pero, aun así -una pequeña luz depositada en una esquina de mi corazón- esperaba que fueramos algo más que amigos. Siendo racional, estaba clarísimo que lo amaba, eso era un hecho, entonces me molestaba pensar que debía 《renunciar》a él sin querer hacerlo.
Una señora rechoncha y colorada me miraba con cara de 《que niño más raro》; más allá, un hombre alto y delgado parecía compartir la misma apreciación. Me puse rojo de los puros nervios y casi podría asegurar que estuve a segundos de que me saliera humo por las orejas como esas caricaturas japonesas. En un acto de rebeldía y masoquismo volví a sacar la carta, ya transformada en nuestra metafora de cierre, y la releí por si encontraba algún mensaje subliminal, alguna pista de que estuviera pasando por alto en esa despedida llena de faltas ortográficas. No encontré nada.
Ese era nuestro final... claramente uno muy lejano a la felicidad.
Luego de un rato no pude desprenderme de la amarga sensación de que ya había vivido aquella misma escena, por ejemplo, con Harry. ¿Lo recuerdan? Sus palabras fueron casi calcadas a las del Rifu, como si fueran respuestas automáticas a una ecuación donde uno de los factores sin duda era yo. Se me pasó por la cabeza que mi forma de ser espantaba a los hombres. A lo mejor era muy tierno con ellos... sinceramente era bien mamón: les dedicaba canciones románticas como El hombre que yo amo, de Myriam Hernández, y les escribía cosas bonitas por chat y en las primeras y últimas hojas de sus cuadernos. Mi formq de demostrar cariño era esa: preocuparme por ellos y hacerlos sentir queridos. No encontré otra explicación, pues dudo que no les haya convencido mi bello cuerpo y mi sensual rostro juvenil digno de Teen Vogue.
De todas formas, me quedó rondando esa idea en la cabeza, y si quería tener una relación que funcionara -según esta teoría- , debía cambiar, hacerme el fuerte o quizás empezar a ser frío como el témpano que hundió al Titanic. Puse mi no-plan en marcha y podría asegurar que todo mejoró... creo. Digo creo, porque, la verdad, no tuve muchas relaciones importantes durante un largo periodo de tiempo y... okay, no nos apuremos, volvamos a esa escena en el andén.
En un parpadeo, casi por arte de magia, me encontré con el doble de personas en la estación. Decidí volver a casa antes de que más gente llegara y se burlara de mí como la señora rechoncha que ahora se reía sola. Estiré mis piernas y me paré justo en la línea amarilla que delimita la zona de riesgo. La carta continuaba en mi mano, pero bastó que un par de personas se agolparan a mi espalda para que de un tirón me hicieran soltarla. La declaración más dolorosa dio vueltas en el aire y quedó a un lado del riel; mi corazón subió hasta mi boca, pensé en tirarme a rescatarla sin importar que un tren me pasara por encima, pero una voz me frenó en seco: 《La vida es demasiado corta y frágil para desperdiciarla en un mal amor》. Miré hacia todos lados, pero nadie había hablado.
El tren entró en la estación y la carta desapareció debajo suyo. Se me estrujó el corazón, pero, al mismo tiempo, experimenté un sentimiento de liberación. Gracias a la Madre Teresa de Calcuta ya le había sacado una foto con el celular para enviársela a una amiga diciéndole que el maricón no había sido capaz de amarme, pero igual no es lo mismo una foto de tu sentencia mortal que la propia carta que había sido escrita con sus manitos y a la que si acercabas bien la naríz, quizás pudieses sentir algo de su olor a niño. Las puertas se abrieron e intenté deslizarme entre los cuerpos. El tren se echó a andar y vi mi reflejo melancólico en una de sus ventanas. Vi a mi yo del pasado que se desprendía de una vieja versión, como una serpiente que cambia de piel. A duras penas saqué el teléfono de mi bolsillo y, haciendo malabares para intentar mantenerme en pie y armar alguna frase coherente, logré escribirle un mensaje con una mano:

Rifu, te amo lo suficiente para no odiarte. Te perdono por no haberme dicho lo que escribiste en la carta a la cara, maricón, pero eres lo más lindo que me ha pasado en la vida. Gracias por haberme hecho tan feliz. Recuerda que tienes un pedacito de mi corazón.

D.

Con Cada Espacio De Mi CorazónWhere stories live. Discover now