Ojos de color café oscuro chocaban contra mi mirada, tan intensos que hacían juego con sus hermosas pestañas que habían perdido aquel delineado de color negro por lo ocurrido.

De labios chicos, pero carnosos a la vez, combinaban con esa hermosa sonrisa que radiaba pureza y de un tono blanco intenso que hacía dejarte ciego cada vez que hacía deslumbrarla.

Vestía muy bien, siempre tuvo buen gusto con la ropa. Una remera de Arctic Monkeys de color negra, mas unos jeans ajustados rotos en las rodillas junto a unas Convers de color negro.

Me impresionaba sin duda. Era hermosa, usara lo que usara. Su tono de piel pálido me hacía dudar en que si sería una clase de vampiro o si provenía de los huevos de Ed Sheeran.

Tras esa tarde, decidimos volver a nuestras casas. Había caído la noche y entres tantas risas no nos percatamos de ello.

De camino a casa, recibí un mensaje de ella. Parecía estar bien y sin preocupación alguna. Supongo que esta noche todo iba bien y correctamente.

"Louis, gracias por este día. No sé que pasaría si no tuviera tu consuelo, ese que tanto me calma y me hace bien.

Por favor, jamás me faltes. Sé que hay días en los que te trato mal por culpa de mis problemas. Solamente trato de desahogarme y esa es la única manera que encuentro. No es mi intención, enserio. No quiero perderte.

Te quiero mucho, mi amor."

La entendía. No me importaba que hiciera tal cosa. Sabía que a pesar de todo yo iba a estar a su lado. Era una promesa.

Kate y yo eramos pareja hace ya un año. La trataba con delicadeza, siempre lo hice. Le daba el cariño que no muchos podían darle, ya que su madre trabajaba hasta tarde y su padre se drogaba con el dinero que esta traía a casa. Casi nunca comían de forma decente por culpa de ese vicio que carcomía su cerebro sin pensar en su única hija y esposa, quien quería irse lo antes posible de tal lugar para tener una vida mejor lejos de él.

La mayoría de las veces pasaban hambre, y cuando no había dinero, este trataba de mala gana a Eliana, madre de Kate. A veces todo se le iba de las manos, tan así que llegaba a pegarle sin compasión alguna.

Mi pareja era víctima de gritos y criticas de parte suya. Se la agarraba con ella por ser diferente, por como era, vestía y pensaba. Decía que era una vergüenza tenerla de hija por esas pintas, que si fuera más "normal" podría conseguir trabajo y, claro, sacarle el poco dinero que ganaría, porque lo tenía más claro que el agua; él se aprovechaba de todos.

Al llegar a mi casa mi madre no hizo más que saludarme. No le importaba mucho saber en donde había estado ya que sabía cuidarme solo y que era consciente en el tipo de cosas en las que me metía. Sólo tenía 18 años.

Tenía buena relación con ella. Luego de que mi padre se fuera cuando era niño, digamos que fui su única compañía, aparte de mis tías y su difunta madre, quien la ayudó en la mayoría de las cosas. Como tener un hogar, comida, ropa, etc.

Decidí ir a mi habitación. Necesitaba descansar. Este día si que fue muy agotador.

-Hola, hijo, ¿cómo estás? -mamá decidió entrar tomando asiento en mi cama. Se veía feliz.

-Bien, mamá, ¿y tu? -respondí algo cansado.

Mis días se basaban en la misma rutina: Trabajar desde las 8 a.m hasta las 16:30 p.m acomodando góndolas o limpiando en un supermercado. Luego de eso iba a estudiar un curso de peluquería el cual comenzaba desde las 17:30 hasta las 21 horas 3 veces a la semana; lunes, martes y jueves. Digamos que mucho tiempo no tenía, y ese poco lo aprovechaba descansando. La mayoría de las veces muy agotado.

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⏰ Last updated: Jan 04, 2018 ⏰

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