Díez

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Nick se quedó conmigo toda la tarde. Nos acurrucamos en el sofá con la radio prendida para poder reponerme de haber soltado mi pasado frente a sus ojos marrones. Me contaba de su vida familiar, me habló de sus hermanos, sus abuelos, de la época escolar y su pasatiempo favorito.

El sonido de su voz me calmó en segundos y los círculos que hacía en mi brazo con sus dedos me ayudó también.

Mamá nos encontró abrazados casi dormidos, nos preparó algo de comer y no se molestó en hacer preguntas, sólo nos dejó solos y se fue a su cuarto.

—  No me sorprende que seas tan fuerte teniendo a tu madre contigo en todo momento -dijo repentinamente luego de beber el jugo que nos dejó ella.

—  Supongo que podría ser genético. Nunca la vi flaquear después de que mi padre nos dejó -le conté- inconscientemente aprendí, de alguna manera, a ser como ella, aunque se me de bastante mal.

—  No te esfuerces tanto -sonrió besándome la mejilla-. ¿Te cuento algo?

Ambos tomamos la mitad de nuestros sándwiches de pollo, lechuga y mayonesa.

—  Te escucho -respondí mientras analizaba qué lado del pan morder sin que chorreara la salsa.

—  Cuando nos mudamos a nuestra casa, estaba tan molesto con mis padres. Pero mamá prometió que me gustaría, y lo confirmó cuando me pilló viéndote salir de aquí.

—  ¿En serio? -Nick asintió- ¿por qué nunca hablamos antes?

— Confieso que tu vieja imagen me asustaba un poco.

—  Así que conociste a Denia Dark -le di una mirada sospechosa- ¿sabías que andaba en malos pasos?

— No, sólo llevamos como año y medio viviendo aquí, lista -respondió mordiendo su sándwich.

—  Justo al tiempo en que acabó lo de Max -susurré y seguí comiendo-. Llegaste a salvarme, bien podría empezar a creer lo del héroe.

—  Vale, pero jamás me verás disfrazado -se rió- ni capa, ni trajes apretados, nada.

—  Bien, me gustas tal como estás ahora -confesé sonriendo.

—  me alegra oír eso -rápidamente dejó todo de lado y buscó mis labios con los suyos para besarme lentamente. Escuché el teléfono sonar- sabes a pollo.

—  Eso es malo.

—  Me encanta el pollo -puntualizó- y tu boca, tus besos, tu sonrisa, tus labios...

—  Vale -vuelve a besarme-. Mamá está en el cuarto, debes parar.

—  Está al teléfono -volvimos a basarnos-. Será mejor que me vaya -dice pegado a mi boca- me estoy yendo.

—  Ya lo veo -nos reímos despacio- vete.

—  Uno más -sus manos están acariciando mi rostro pausadamente.

Me acerca a él y captura mis labios suavemente en un beso tierno, siento cómo sonríe bajo mi boca, es la cosa más linda que se puede sentir. Besar su sonrisa.

Tengo la sensación de que cada vez me costará más dejarlo ir, aunque esté cruzando la calle hacia su casa o lo que sea, está ahí, tan cerca pero cuando se va es como si se llevara mi felicidad con él.

Y no me gusta para nada sentirme así, vulnerable otra vez ¿y si esto es un error? Aunque no se sienta como uno. Él es demasiado bueno para ser real. No quiero despertar mañana y darme cuenta que he estado imaginando cada cosa con respecto a él. O que agarre uno de mis libros y me de cuenta que no es más que un personaje atrapado entre las páginas, que he fantaseado con Nicholas por gusto, no porque él exista.

Dame una razón.Where stories live. Discover now