III.

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—¡Marco! —gritó, oyendo a su amigo gritar y alejarse rápidamente. El olor de cigarrillo le llegó hasta la nariz, luego de un bufido animal —. Marco... —el sonido de pezuñas impactando contra el suelo del pasillo le hizo pensar en el hombre toro.

Hombre toro... le sonaba.

—¡Mierda! —maldijo en voz baja, mientras caminaba de espaldas sin tener idea hacia donde iba.

Las decenas de ojos brillantes seguían ahí, empezando a acercarse a él lentamente. Echó a correr inmediatamente, huyendo de un enemigo invisible que lo seguía en silencio. Corrió en medio de la oscuridad hasta que le ardieron las pantorrillas y se le acabó el aire, cayendo de rodillas en el suelo, invalido y desprotegido. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, mientras se arrastraba hacia adelante.

—¿Hay alguien ahí?

Era la voz de Marco.

—¿Marco, amigo, eres tú?

Drake giró de un lado a otro, desesperado por encontrar a su amigo.

—Estoy acá, mira lo que encontré —dijo él.

Una gran luz deslumbró a Drake, revelando, contrario a lo que esperaba, una figura femenina. No era la pelirroja ni Selene; era otra chica que no había visto antes. Ésta sostenía una gran llama flotante entre sus manos. La mujer observó la cara de decepción y terror del chico en frente suyo y comenzó a reír.

—¿Por qué hacen esto? —sollozó el pobre, sintiendo que todo estaba a punto de llegar a su fin.

—Es divertido —habló alguien conocido... Era Donovan de nuevo —, ésta es la verdadera fiesta que he preparado para todos ustedes... un gran juego con dos ofrendas humanas que llegaron por si solas... ¡Alabado sea Caín! ¡Alabada sea Lilith! —exclamó el chico, lleno de emoción.

—¡Alabado sean los dioses del Olimpo! —exclamaron más al fondo.

Drake solo podía ver siluetas y sombras que danzaban de un lado a otro.

—¡Alabados! ¡Alabados todos los dioses paganos, por esta noche y por las que vienen! —cantaron todos a la vez.

El espectáculo macabro prosiguió durante varios minutos en los que Drake permaneció estático, acorralado contra la pared, observando brillantes ojos rojos, verdes, blancos; siluetas extrañas de híbridos entre animales y hombres; las auras inconfundibles de los peores depredadores de este mundo y del otro: vampiros.

—¡Alabados los hijos de Lilith y Caín! ¡Alabados los hijos del Olimpo! ¡Alabada sea Creta! ¡Alabadas sean las brujas y hechiceras! —siguieron en coro.

La cabeza le empezaba a dar vueltas y vueltas. El aire exhalado por alguien llegó hasta su cara y cuando alzó la vista se encontró con un par de ojos muy característicos. Eran los ojos de Selene, tan parecidos a los ojos de Donovan, pero más oscuros. Las manos gélidas de ella lo tomaron por la cara con fuerza, dejando su cuello expuesto.

—¡No, déjame! ¡Déjame! —gritó, pero no podía hacer nada contra la fuerza sobrehumana de la chica.

Ella seguía acercándose más y más hasta que sintió la punta de unos colmillos presionar la delgada piel de su cuello.

Fiesta pagana.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu