03:45am

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Kendo se recargó cansada en la sucia pared de la calle para dejar de cargar su peso con su pierna izquierda.

Estaba agotada, pero no tanto por cuestión física, a pesar de estar herida, ella probablemente podría correr sin descanso el resto de la noche sin problemas. No, el problema no era ese.

Ella había sido la conductora que debía de haber llevado a todos esos civiles a salvo hasta otro lugar seguro. Observó a su izquierda las diez personas que los acompañaban. 10 era un número demasiado grande para moverse en la calle durante la purga. La persona más joven debía tener 40, todos cansados, todos heridos, todos asustados. Al final de esa improvisada fila estaba su compañero. Que Monoma estuviera tan callado siendo que su personalidad era la de un hablador insolente, sólo afirmaba la situación en la que estaban.

Revisó las balas de su MP5, no le quedaba una gran cantidad, pero creía poder distribuirlas correctamente, después de todo, a diferencia de todos los demás integrantes de ese extraño grupo de los cuales ignoraba sus profesiones, ellos sí sabían usar armas por ser policías. Los que parecían tener habilidades más cercanas a las suyas eran los dos que preferían usar granadas ante todo y esos tanques que congelaban y quemaban.

Aún no creía que hubiera terminado en ese lugar.

Solo una queja de su superior sobre cómo un grupo de revoltosos estaba interfiriendo con la purga anual, evitando que las personas pudieran liberar a la bestia, que es como muchos lo llamaban, provocando de esa manera que todas esas personas se quedaran con sus sentimientos negativos y lo descargaran a lo largo del año. Era un daño para la sociedad. Monoma, así inapropiado como era, hizo un comentario innecesario y como castigo fue el encargado de infiltrarse para detenerlos. Ella no lo había podido dejar solo así que se le unió.

No se esperó que, por sus estrictas reglas de ocultar identidades, no pudiera ni hacerse a una idea de quién podía ser cualquiera de ellos. Menos aún que, King Explosion Murder y Ice-Fire, los líderes a pesar de que insistían en que allí no había rangos, la cautivaran con sus ideales y se volviera una más de las personas que dedicaban esa noche a tratar de salvar a personas inocentes durante la purga.

Cualquiera lo hubiera hecho después de verlos, después de entenderlos.

Sabía que, en la jerarquía implícita, ella y Monoma estaban muy por debajo. No, por ejemplo, como Red Riot, Ingenium, Chargebolt, Cellophane o Pinky por nombrar algunos de los más cercanos y quienes, sospechaba, sí conocían las identidades reales del par que había iniciado todo eso.

Volvió a recargarse en su pierna. Podía ver la venda que poco a poco se llenaba de sangre otra vez. En ese momento agradecía la insistencia de Monoma por tomar algunas de las inyecciones de anestesia de la enfermería, a pesar de que eso por sí mismo le dificultaba el andar normalmente, si esa parte de su cuerpo no estuviera sedada el dolor no la dejaría avanzar nada.

No era como si les pudieran decir algo, lo habían tomado luego de que la purga iniciara así que fue un robo legal. Sí, así de estúpido como se escuchaba. Lo mismo para sus armas que habían sacado. Otro de los misterios que no había logrado descifrar era cómo conseguían ellos sus armas, o las balas modificadas. No estaban en el mercado negro, Kendo lo investigó luego de la primera noche hace dos años. Y en todo ese tiempo nadie dio indicios de saber sobre ellas. Seguro valían una verdadera fortuna. Y eso sí, definitivamente eran ilegales.

Una de las mujeres comenzó a llorar, trataba de ahogar sus sollozos con las manos, pero era demasiado evidente. Kendo se mordió el labio con algo de impotencia. Lo correcto sería tratar de calmarla, pero no podía volver a distraerse. No después de que el camión cayera y de las 25 personas con las que salieron del estacionamiento luego del ataque, solo quedaran diez.

Noche de PurgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora