⇝Segunda parte⇜

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El paso de la tela del traje bajo mis dedos es ligero, es liso, como la seda. Me miro al espejo, irreprochablemente varonil, deseable con un traje negro ceñido a la perfección, con un pañuelo blanco sobre el bolsillo. Aun así, me siento lejano y lo confirmo viéndome los ojos apagados, una sonrisa que no llega a parecer real bajo mi nariz madrileña.

Hoy es mi boda.

—Te ves hermoso, mi Miguel Ángel. —Pronuncia esa voz, esa dulce y cálida voz, la misma que se posa detrás de mí antes de rodearme con ambos brazos a la altura de los hombros. —Así que quiero que quites ese rostro de velorio. —Me río suavemente, sintiéndola apretarme la oreja en forma de regaño.

—Lo intentaré, mamá. —Giro hasta verla de frente, manteniendo la sonrisa que me ha provocado. Mi madre luce bella, sobria en ese vestido tinto. Mi padre la ha comprado al menos doscientos vestidos desde que la encontramos, pero sigo pensando que todos se le ven bien. O quizás, sea yo pensando que lo que se ve bien, es ella aquí. A nuestro lado, nos hacía mucha falta. La idea me hace humedecer los ojos con rapidez, y ella lo ve, y sabe al instante que me pasa por la cabeza porque me abraza.

—Tranquilo, cariño. Estoy aquí, mamá está aquí. —Asegura ella, pero no logro creerle a pesar de que me aferro a su abrazo. Siento que se me irá en cualquier momento. La encontramos ese día que Alexby me dio la dirección, hace ya casi 3 meses, y sigo rompiéndome como un niño pequeño entre sus brazos. Mi madre me separa de su calor, limpiándome las vergonzosas lágrimas que se me escaparon con la ayuda de sus suaves pulgares. —Oh, cariño. No llores, menos por ser hoy. Tienes que estar atento para tu boda. De todos modos sabes que yo estaré aquí para ti siempre. —Un escalofrió me recorre escuchando su "para... siempre".

—No digas eso. —Murmuro, abriendo una distancia entre nosotros. Trato de sacarme el pañuelo que traigo en el bolsillo, pero mi madre alcanza a quitármelo antes de que lo use.

—No, no uses ese pañuelo. Es para que le limpies las lágrimas a tu pareja una vez que te cases. —Luego me entrega uno que traía ella, el cual sin dudar tomo. De nuevo quiero alejarme, pero no me lo permite, esencialmente porque vuelve a acomodarme el pañuelo de seda en perfectas condiciones. —Además, no tienes que alejarte porque te diga que estoy aquí, porque es cierto.

—Pero no para siempre, tal cosa no existe. — Atacó, propiciando una discusión, la veo venir cuando mi madre pone los brazos en jarra.

— ¿Quién te enseño a no creer en los para siempre? ¡Eh! No son unicornios para que tu decidas si existen o no. Porque simplemente lo hacen. ¿Es que acaso no sabes que los "para siempre" sólo es una forma de decir que pese a lo que pase, el sentimiento que se prometa en ese momento entre los involucrados siempre se guardará? —Me quede en silencio, mirándola con los ojos bien abiertos. Eso no lo había pensado.

—Pero si un día te vas ya no lo recordarás. —Proteste, haciéndome para atrás. Cruzándome de brazos al pensar en aquella posibilidad. Mi madre me revolvió los ojos, pegándome un leve sope del cual me queje.

—En cambio tú sí, ¿Verdad? Lo cual significa que sigue existiendo, y aun si nadie sabe si se extiende hasta después de tu propia muerte, tú lo llevarás en tu consciencia hasta el fin, o en otras palabras, para siempre. —Quise protestar sobre la inmortalidad, pero me puso el índice sobre los labios antes de que pudiera hablar. —En todo caso, para que no seas ni tu ni yo, es mejor que diga que estaré aquí siempre que me necesites. —Extendí una sonrisa, más convencido de lo que dijo. —Ese es mi muchacho, ahora. Conserva esta sonrisa hasta que le conozcas dentro de media hora, y no quiero ver que le analices antes de que puedas ver con quien estas comprometido.

Casual Affair Three shot M-preg |RubelangelМесто, где живут истории. Откройте их для себя