La magia de Santa Claus

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—Steve, —volteó a ver a su hermano—, necesito que te hagas cargo de todo, yo tengo que salir a buscar a Bryony.

—Pero Arthur, yo soy el militar experto, y...

—No necesitamos de la milicia, Steve. Necesitamos la magia de la Navidad, y eso es algo que sólo Santa Claus puede encontrar.

Steve exhaló. Si, conocía del tema. Y le aburría de sobremanera. Era la razón por la que nunca hubiera podido ser un buen Santa Claus. Lo sabía demasiado bien.

—Vale. Llévate el S-1, —sacó un par de llaves del bolsillo, pero Arthur no las tomó.

—No, gracias. ¡Supervisa todo Steve, como en los viejos tiempos! —gritó Arthur antes de tomar su bufanda y salir corriendo hacia el establo.

La nave de Steve era demasiado complicada para él. Pero su viejo amigo Rudolph, lo podría guiar. Era el reno más afable, y eso lo hacía especial.

Tomó la silla, la posó sobre su lomo, y después de atorarla, se subió encima, tomando las riendas, e inclinándose en el oído del noble animal, le dijo: —Llévame con Bryony, por favor.

Rudolph resopló y comenzó a correr, tomando velocidad antes de emprender el vuelo. Durante éste, Arthur titiritaba de frío, la brisa era gélida, pero él estaba más preocupado por encontrar a su amiga. No tenía ni idea de hacia dónde volaba Rudolph, pero confiaba en él. Si algo era mágico en la Navidad, era él. Siempre sabía a donde ir. O eso pensaba Arthur.

Después de varias horas de vuelo, comenzaba a dudarlo. Finalmente, el reno paró en una pequeña ciudad, justo enfrente de una casa de dos pisos. Por la ventana se podía observar a una familia cenando. Todos sonreían, y un sentimiento cálido recorrió el cuerpo de Arthur. Fue hasta que se acercó más, cuando se dio cuenta de lo que realmente pasaba. La sonrisa de su rostro se desvaneció. Los tres integrantes de la familia sí sonreían, pero no uno con el otro, sonreían hacia la pantalla de su teléfono, tomándose una selfie y escribiendo en el teclado.

Y Arthur lo entendió todo.

El peor monstruo no tenía cara, ni voz ni extremidades. Era silencioso y atrapaba a cualquiera que se descuidara. Sólo hacía falta tener un pequeño aparato electrónico para perderse en sus fauces. Así, como esa familia que estaba junta, pero sin cruzar palabra alguna.

—¿Qué esperas que haga aquí? —preguntó a su fiel compañero el reno. El animal movió la cabeza hacia la ventana. Arthur frunció el ceño y con el corazón apachurrado, volvió a observar a la familia. Esperó a que terminaran de cenar, tomando ridículas fotos de la comida y sonriendo hacia la cámara de su teléfono, pero sin interactuar uno con el otro. Estudió al niño. Le calculaba unos diez años, y a pesar de la edad, era el más entretenido con la tableta.

Cuando finalmente se fueron a dormir, Arthur logró entrar por la ventana que habían dejado abierta en la sala de estar. Con extremada cautela, subió las escaleras hasta llegar al cuarto del niño. Lo miró por un largo rato, sin saber realmente qué es lo que debería hacer, y pensando que su hermano debería de dejar de inventar naves que nadie sabía usar y dedicarse mejor a traducir lo que los renos piensan, eso sería mucho más útil.

Sintiéndose apesadumbrado, se sentó a los pies de la cama. No sabía cómo recuperar a su amiga, y cuando el niño comenzó a roncar, Arthur pensó que Rudolph se podría haber equivocado ésta vez. Probablemente ya estaba muy viejo y su radar mágico comenzaba a tener fallas...

Juntando las cejas, Arthur tomó el aparato que tantos problemas le estaba causando. Estaba prendido, como siempre, y no estaba bloqueado. Entró a la pantalla principal y observó las aplicaciones que tenía. Juegos, redes sociales, cámara. Entró en la aplicación de la galería y se quedó sorprendido al ver las fotos del niño. Estaba él con su familia, todos sonrientes y mostrando una cena espectacular, cuando en realidad, Arthur había visto que todo había sido sólo una pose. Dejó la tableta en el buró, y se puso a pensar en cómo podía devolver el sentido de la Navidad a ésta familia, pero sobretodo, a este niño que sin saberlo, guardaba la llave para poder rescatar a Bryony.

La magia de Santa ClausWhere stories live. Discover now