Ashton guardó silencio unos segundos.

—Claudeen Brooks no es la única con secretos.

La casa estaba a oscuras. Claudeen tuvo que tantear para prender el interruptor de la luz de la sala. Se sorprendió al ver a su madre dormida en el sofá, cubierta por una sábana. ¿Algo más que la hiciera sentirse mal? Había olvidado completamente la existencia de esa bellísima mujer, se fue con su hermanita sin avisarle a nadie. Conociéndola, estuvo esperando toda la noche hasta quedarse dormida en ese lugar tan incómodo.

Cambió a Molly de ropa y la acomodó en la cama. Se dirigió al cuarto de su madre. Los ronquidos de su futuro ex padrastro la mantuvieron alerta, caminó en puntitas hasta la gaveta y sacó un cobertor. No se atrevía a despertar a su madre, trabajaba demasiado, así que cada hora de sueño era preciada. Cuando la cubrió con el cobertor, ella lo aceptó envolviéndose con él. Claudeen invirtió un poco de su tiempo en contemplarla.

Todos decían que se parecían mucho. El mismo cabello pelirrojo y los ojos verdes; ambas tenían el cuerpo con pocas curvas, por lo que no envidiaba nada. A la corta edad de dieciséis años ya la había superado en altura, ese era uno de los pocos genes que heredó de su padre, al igual que el talento nulo por los instrumentos o todo aquello relacionado con la música. Los números eran su amor secreto, también heredado de su padre. Entre más buscaba, más encontraba en similar con él. Mentira sería decir que le gustaba la idea. ¿Cómo no sabía que terminaría cómo él? Solo y viviendo para el dinero.

—¿Claudie? —murmuró somnolienta.

Claudeen retrocedió.

—Lo siento, mamá —susurró Claudeen, mordiéndose el labio—. Se me olvidó avisarte —agregó, controlando su tono.

—¿Estás bien? —fue su pregunta.

Claudeen sintió el montón de emociones subiendo por su garganta. No, no estaba bien. Necesitaba hablar, ya no podía seguir enfrentándose sola a lo que viniera encima de ella. Por fin, luego de mucho tiempo, alcanzó el límite. Lágrimas se abrieron paso por sus ojos, impidiéndole ver con claridad su alrededor. Su madre se levantó a prender la luz y la atrajo a su pecho, la rodeó con sus brazos y le dio palmaditas como a un bebé. Primero esperaron a que el llanto cesara para empezar con la historia infinita. Una que no sería contada plenamente en una noche, Claudeen tampoco pensaba hacerlo. Imposible contarle sobre el maltrato de Frank. Si desembuchaba todo y se alejaba de Henry, podría lidiar con Frank como todos los meses anteriores.

—¿Qué debería de hacer?

—Perdona al chico y olvídalo, mi niña no merece pasar tanto dolor por un jovencito como ese. Llegará alguien mejor —Claudeen hizo un puchero. La mujer le dio un beso en la frente.

—Hablas como si me gustara.

—¿Y no te gusta? —Claudeen negó energéticamente—. ¿Entonces por qué me lo cuentas? —la boca de Claudeen se convirtió en un círculo perfecto. Solo necesitaba hablar, pero su madre no se lo aceptaría—. Ese Henry parecía estar interesado en ti, haber sido rechazado no es una buena coartada —su madre soltó una risita—. Se dilataron tus pupilas, ¿segura que no te gusta?

—¡Mamá! ¿Escuchaste lo que te dije hace unos segundos? —resopló—. Aunque me gustara, no me permitiría estar con alguien que no es coherente con lo que dice y hace. ¿Cómo puedo perdonarlo después de todo? Dejé que me tratara como su sirvienta, hice lo que me dijo. Yo... yo no era así.

Claudeen cerró los ojos al sentir la mano de su madre acariciándole la cabeza.

—Todos merecen ser perdonados.

Sus pensamientos comenzaron a divagar, señal de cansancio. Hablaron un rato más antes de dar por finalizada la conversación. Ninguna de las dos cambió de posición, los recuerdos de esa noche luchaban contra la voluntad de Claudeen. Ella quería alejarlos, tenerlos lo más lejos de ella. Los acontecimientos golpeaban a su puerta varias veces, a veces se filtraban por la cerradura de la puerta y le daban una probadita a Claudeen de ese dolor que sintió. No era comparable con el dolor que sufría por culpa de Frank, ese se iba conforme pasaban las horas. Podía tomar medicinas para cesar el dolor y la infamación. En cambio, no existen medicinas para curar corazones rotos. Ella no lo reconocería fácilmente, sin embargo, eso era.

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