(6) Golpe al Corazón

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"Es que no tienes por qué estar aquí."

"No es tu problema."

"Te aconsejo que te vayas."

Las voces de Ricardo y Ezequiel interrumpieron mi sueño.  Ambos estaban en el patio de mi casa.

Molesta ante la situación, me levanté, o tal vez me arrastre?  Me sentía tan débil que no supe como llegué hasta donde ellos.  Definitivamente mi cuerpo estaba peor que antes. 

Al llegar a donde ellos, la discusión se había puesto más intensa.  Caminé hasta donde Ricardo, quien instintivamente colocó mi cuerpo detrás del de él.

"Ezequiel, qué haces aquí?" pregunté interrumpiendo cualquier cosa que a estas alturas se estaban diciendo.

"Quería hablar contigo, disculparme." respondió Ezequiel.

"Con quien te tienes que disculpar es con Ricardo, no conmigo." Sabía que lo decía por lo que me había dicho anoche, pero no quería escuchar ninguna excusa de su boca.

"Yo no le debo ninguna disculpa a este niñito."

"A quien le llamas niñito?" preguntó Ricardo molesto.

"A ti, y además, tus manos estaban donde no debían."

Ya esto se estaba moviendo a los límites.  Así que, como pude, comencé a moverme para quedar entre ellos.

"A caso se te olvidó que ella es mi novia? Ocúpate de la tuya.  Porqué no metes tu nariz en otro sitio y nos dejas en paz?"

No sé si era un imán que tenía en esos momentos, o si mi tiempo fue exacto; pero las últimas palabras de Ricardo enfurecieron a Ezequiel, provocando que este lanzara un golpe exactamente en el momento en que yo daba mis últimos pasos para quedar frente a Ricardo."

El impacto me dejó tirada en el suelo e inmediatamente comencé a sentir el sabor de la sangre en mi boca.

"Isabella!" escuché a Ricardo gritar mientras se inclinaba a mi lado.

"Isabella, discúlpame." dijo Ezequiel intentando acercarse.

"Vete, no quiero volver a verte.  Espero que lo entiendas." mi voz salía llena de coraje, y una vez terminé de decirle estas palabras, abracé a Ricardo y comencé a llorar.  El dolor físico, tanto como el mental, eran demasiado.

No me di cuenta cuando Ezequiel se marchó, pero si de cuando mis padres llegaron.  Mi papá levantó a Ricardo, y poniéndolo contra la pared, le gritaba "Qué le hiciste a mi hija?!"

Mi mamá me envolvía en sus brazos, mientras yo sacaba fuerzas para gritarle a mi padre, "El no me ha hecho nada. Suéltalo por favor!"

Mi papá lo soltaba mientras mi mamá me miraba preocupada.

"Isabella, tienes mucha fiebre, hay que llevarte al hospital."

Ese fue el comienzo de una larga y bonita (claro que no) estadía en el hospital.  Estaba a punto de una neumonía y mis padres decidieron que era lo mejor dejarme internada allí para que no hiciera ningún desarreglo.  Pero fue muy conveniente porque no tuve que ir a la escuela, y sabía que Ezequiel no se asomaría por allí.

Los días pasaron y no supe de Ezequiel.  Solo recibía el esporádico mensaje donde me pedía disculpas.  Mensajes que no respondía porque, aunque me doliera en el corazón, no quería saber más de él.

El día de la boda de mi hermano llegó.  Con esto lo inevitable, después de casi un mes, tendría que verle el rostro a Ezequiel.

La boda y la recepción se llevarían a cabo en un hotel, por lo que teníamos un cuarto para prepararnos.  Yo era una de las damas, y al momento de Angélica vestirse, pidió que solo fuera yo quien la ayudara.  A fin de cuentas, yo era la única que sabía de la pequeña vida que crecía dentro de ella.

Amor ClandestinoWhere stories live. Discover now