✒ 4 · ... en los cuentos de hadas

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—Siempre lo ha estado. Aunque cuando era niño, contaba los mejores cuentos de hadas... aunque no tenían hadas, en su mayoría.

Tom se recostó sobre el césped húmedo. El clima de Londres era tan lluvioso que, sin importar cuanto sol hiciera, el césped seguiría húmedo.

—Cuéntame uno.

—¿Disculpa?

Tom sonrió.

—Cuéntame un cuento. Uno de esos que te contaba tu madrina.

Harry comenzó a hacer memoria. Luego, narró.

—Había una vez... —intentó aterciopelar su voz, hacerla la voz de un gran narrador de cuentos— tres hermanos que caminaban por un sinuoso e inhóspito camino, hasta que llegaron a un río demasiado profundo para cruzarlo a nado, y demasiado ancho para verdearlo.

—¿Y qué hicieron? —Tom tenía los ojos cerrados. Harry se recostó en su brazo y acarició sus cabellos.

—Estos tres hermanos no eran personas comunes. Eran magos. Juntos, crearon un puente que les permitiría cruzar el río y salir ilesos.

—Muy ingenioso —halagó Tom. Harry le pellizcó la mejilla.

—¿Me dejarías de interrumpir?

Tom le sacó la lengua.

—Iban por la mitad del puente cuando fueron detenidos por una figura extraña, una figura que se presentó como la muerte. Ella estaba enfadada. Usualmente, en ese río morían todas las personas que lo cruzaban, pero ellos tres habían conseguido la forma de salir con vida.

—¿Entonces les mató?

Harry le pinchó la nariz con la uña.

—La muerte era astuta. Fingió felicitar a los hermanos por su magia, y concedió que cada uno de ellos obtendría un premio por haber sobrevivido.

—¿Qué cosa le pedirías a la muerte si estuvieras en esa situación? —preguntó Tom, abriendo los ojos y mirándole intensamente. Harry se encogió de hombros.

—No lo sé —se humedeció los labios con la lengua—. ¿Quieres que siga contando?

—Por favor.

Harry prosiguió.

—El hermano mayor, que era un hombre combativo, pidió la varita más poderosa que pudiera existir, una varita con la que ningún duelo fuera perdido y que fuera capaz de realizar todos los hechizos conocidos y más aún. Así que la muerte cruzó hasta un viejo árbol de sauco en la ribera del río, cogió una rama, le dio forma de varita y se la otorgó.

—Me parece un hombre muy ambicioso —Tom apretó ligeramente los labios— aunque puede darle un buen uso... si no fanfarronea con ello.

—No te adelantes —advirtió Harry—. El segundo hermano, que era un hombre arrogante, decidió que quería humillar a la muerte, por lo que pidió el poder para resucitar a los muertos. De esta forma, la muerte cogió una piedra del río y se la otorgó al segundo hermano, diciendo que con ella tendría el poder para traer a los muertos a la vida.

—Pero traerlos, ¿cómo? —Tom se incorporó, repentinamente curioso—. ¿Cómo zombis, como almas...?

Harry rió.

—¿Quieres que siga contando?

Tom asintió y se recostó, esta vez con la cabeza en el regazo de Harry. Harry se incorporó y comenzó a acariciar sus cabellos, suaves, mientras hablaba.

—Entonces, la muerte le preguntó al tercer hermano qué era lo que deseaba. El tercer hermano era el más humilde, y además, el más sabio de los tres hermanos, y no confiaba en la Muerte. Así que pidió algo que le permitiera marcharse de aquel lugar sin que la muerte pudiera seguirle.

TintaWhere stories live. Discover now