Capítulo 19: Pagar Por Consuelo.

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Estuvo llorando y llorando mientras me contaba todo. Que su familia nunca le puso atención cuando él les decía que en el colegio le decían maricón. Que cuando creció y les dijo que le gustaban los hombres, no le dijeron nada, solo lo obligaron a trabajar con ellos. Eso me recordó al Batto. Eran dos historias similares, pero la diferencia estaba en que Ismael desahogaba sus problemas con alcohol y contacto físico. Batto no, él se lo guardaba y nadie sabía que le pasaba, o lo hablaba conmigo, pero no lo volvía a tocar otra vez.
     —Ahora soy empresario y apenas tengo veintidós años. Ni siquiera me preguntaron qué carrera quería seguir, ellos la escogieron y yo solo les di las notas que querían.

Viéndolo desde mi punto de vista, un joven sin dinero que tuvo que coger con desconocidos para ganar plata; ser un graduado como él y trabajar en una empresa prácticamente propia, no era algo tan malo. Tenía un empleo seguro, no como yo.
     — ¿Y por qué no ahorras lo suficiente para un día irte de su casa? Así ya no te pueden molestar —aconsejé como según yo, lo haría—. La verdad, Ismael, ya quisiera ser tú en estos momentos.
     —Ya sé que yo lo tengo todo y que tú haces esto por tener para comer, pero yo me conformaría con tener lo necesario, siempre y cuando me dejen ser lo que quiero ser y hacer lo que quiero hacer.
     — ¿Y qué es eso que quieres ser y hacer?
     —Actor... —susurró—. Y quiero poder salir con chavos sin que me tengan que decir cosas y amenazarme con dejarme en la calle.
     — ¿Has hablado con ellos de lo que tú quieres? —Negó con la cabeza.
     —Yo solo he sido su títere, nunca me van a escuchar —contestó, convencido de que tenía la razón.

Yo más bien creía que él tenía que ser más maduro y enfrentar a sus padres. No podían prohibirle nada siendo ya un hombre hecho y derecho, pero tampoco podían echarlo, así como si nada a la calle. Ismael parecía sentirse intimidado por el poder de su familia, y de cierto modo eso me hacía pensar que él quería libertad, pero no estaba dispuesto a renunciar a la vida que había tenido por tantos años. Así dijera que no le importaba el dinero, él parecía sentir miedo a quedarse sin nada.
     — ¿Y si lo intentas? —Pregunté, dándole una posibilidad—. No pierdes nada intentando hablar con ellos, de repente y no son cómo tú crees que son.
     —No sabes cómo son. Se la pasan trabajando todo el tiempo. No creo que tengan tiempo para hablar de mí.

Estuve alrededor de diez minutos diciéndole que lo intentara, buscando convencerlo de que él podía y que todo estaría bien. No podía asegurar una reacción de ellos. Yo no sabía cómo eran los Carbajal, pero esperaba que pasara lo que mejor que tuviera que pasar, pues como siempre me decía mi padre Steven: ‘las cosas pasan por algo’. Ismael me expresaba ser alguien bueno, pero le faltaba valor para hacer las cosas, eso se evidenciaba solo con llegar ebrio a un prostíbulo.

Después de una hora, que era lo que duraba el servicio del ticket, terminamos de hablar y el muchacho se fue. Se despidió con un apretón de manos y un abrazo. Me prometió que iba a intentar seguir mi consejo y que regresaría a pagar por consuelo para contarme los resultados.

Me ponía contento haber hecho otro amigo. Ismael tenía todo para ser feliz y no lo era, yo quería que lo fuera porque al menos conmigo era una buena persona. Con decir que en esa ocasión me dejó quinientos ebrus de propina solo por escucharlo y aconsejarlo.
     —Te espero con buenas noticias —le dije, antes que cerrase la puerta de la autocaravana.

     —Te espero con buenas noticias —le dije, antes que cerrase la puerta de la autocaravana

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Yo, ErróneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora