2. La idealización

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Los padres son como héroes. Cuando uno es tan pequeño, tan inocente, tan frágil, tan imaginativo e incapaz no hay nada más poderoso que un padre. 


Fuerte, valiente, inteligente, sencillamente perfecto. Un error grave sería confundir sencillez con simpleza, un padre es un "todo" en el universo, ellos consiguen un punto exacto al que toda religión anhelaría aspirar; Crear un ser lo suficientemente lejano para ejercer poder, respeto y autoridad pero lo suficientemente cercano para brindar todo el amor que es necesario para enseñar y aprender a amar. 


A todo problema un padre es la solución. La irresoluble tarea, el terrible ardor de una caída, las duras tapas de los frascos que nada permitían salir ni los monstruos de las películas eran rivales para mis padres. En cuestión de segundos todo lo resolvían, todo lo sabían, no me gustaba cuando no me dejaban hacer lo que quería pero a día de hoy sé que probablemente hubiese muerto de un exceso de azúcar o algo semejante. Además, no había malestar que un buen guiso no apaciguara. 


Ni Superman, ni Batman, ni Iron Man fueron en su momento héroes de verdad. Los admiraba pero cambiaba de ídolo al héroe de turno que pasara por televisión, no obstante mis padres seguían ahí con los años. Del viento y la lluvia cuidaron el capullo, se ganaron mi admiración, mi respeto pero cometieron el error de dejarse idealizar y yo -como la mayoría- cometí el de idealizarlos. 


Idealizar a otra persona es uno de los mayores pecados, uno porque ve al otro como un estándar inalcanzable ya que es inexistente, y dos por el enorme riesgo de que aquella ilusión se rompa. 



Héroes de la infanciaWhere stories live. Discover now