Lo siguiente fue silencio. Uno que me indicaba que ella estaba pensando. Quizá reflexionaba sus acciones. ¿Y si estaba llorando?

Julia y Marco miraban desde el fondo del pasillo sin decir nada. La madre de Julie tenía esa misma mirada de ojos cafés tan intensa. No voy a negar que era una mujer muy hermosa, lo suficiente joven y vital para que cualquiera se enamorara de ella.

Me pregunté entonces, si el amor que mi padre sentía por ella era mayor al que alguna vez sintió por Dianna; si Julia amaba tanto a Marco como al padre de Julie.

En ese momento sentía una gran confusión con respecto a mis sentimientos.

Por un lado, el cariño que tenía guardado por Julie no era algo que hubiera sentido antes: por otro, no estaba seguro de que eso fuera amor.

Hasta ese punto sabía que quería que nuestra relación durara para siempre. Quería verla cada mañana en mi cama. Desayunar con ella. Ir de compras con ella. Anhelaba que nuestros paseos no tuvieran fin.

¿Cómo podía llegar el momento en el que ya no quisiera todo eso?

¿Aquello significaría ya no amarla?

Todas las personas que me rodeaban solían tener relaciones que al cabo de los años se iban junto con la basura por la puerta para nunca volver.

Tenía a mi alrededor una lista enorme de fracasos amorosos, de traiciones, infidelidades, mentiras. Crecí casi sin saber lo que era tener una pareja, ya que mamá estuvo sola siempre.

Ni siquiera sabía cuál era la manera correcta de tratar a una mujer estando en una relación.

Pensé que de ser un mal novio, ya que no tenía una referencia de como ser uno, ella tarde o temprano se cansaría de darlo todo sin recibir nada de mi parte.

Probablemente esa fue la razón por la que los matrimonios de nuestros padres fracasaron, alguno se enteró de que era el único que luchaba por mantener la relación viva.

Ahora miraba como Marco hacía junto a su nueva esposa lo que nunca hizo con mamá: esperaba en silencio que Julie saliera de la habitación, se preocupaba por el bienestar de la hija de su pareja.

Quizá solo lo hizo por Julia, para que no sintiera que estaba sola en esto. Sin embargo, la imagen de él con la cabeza hacia el suelo, y la mano en la barbilla me causó una sensación en mi estómago muy extraña.

¿Por qué nunca hizo eso cuando yo me enfermaba?

Marco no era mi papá, aunque ahora fuera con mayor frecuencia a verme, y se preocupara por mi salud, estuve la mayor parte de mi vida con él ausente, y quizá en ese momento supe que era mi deseo seguir así.

Tan solo era demasiado tarde para quererlo en ese punto, luego de que lo más difícil hubiera sucedido.

Pensé mucho acerca de eso, llegando siempre a la misma conclusión: cuando estaba con él me sentía molesto, enfermo y lleno de pensamientos negativos.

Julie se movió al otro lado de la puerta haciendo que desviara mi mirada hacia ella.

-¿Sigues aquí? -preguntó con voz suave.

-¿Por qué ha...ces es...to? -cuestioné serio.

Suspiró muy profundo, y entonces escuché como si algo pesado se arrastrara dentro de la habitación, para que enseguida la puerta fuera abierta.

Solo dejó una rendija lo suficiente grande para que mi silla pudiera entrar y se paró detrás de la madera ocultando su cara del exterior.

Julia miró con esperanza la escena. Luego su imagen desapareció cuando entré en la habitación.

Las paredes estaban pintadas todas de blanco excepto por una en donde su cama descansaba; esta era rosa pálido.

Había muchas notas en la pared: algunas hablaban de la vida, otras del humano y su lado oscuro, había muchas sobre la belleza. Aparte de impresiones en papel de manchas de pinturas y rayones las que supuse eran obras contemporáneas o algo así.
En realidad el piso era un desastre, uno sobre el que mi silla no llegaría lejos. Esto no me sorprendió, considerando el caos que era la existencia de mi novia me hubiera sorprendido que su alcoba estuviera ordenada.

La ropa estaba apilada en una esquina, y otro montón de prendas descansaba sobre un escritorio: pero el armario estaba vacío excepto por unos abrigos grandes.

Había libretas, platos, vasos y osos de peluche por todo suelo, formando caminos como los que hay entre la maleza cuando alguien pasa repetidas veces por ahí.

Una computadora portátil sobre la cama sin tender, y el maquillaje regado sobre la mesita de noche.

Algo captó mi atención cuando recorría las paredes y el millón de imágenes pegadas en ellas: las rosas que le di la noche del baile estaban pegadas sobre la cabecera de su cama -disecadas por supuesto-, justo en la posición en la que las mujeres creyentes colocan sus cristos crucificados para ser resguardadas de todo mal.

Sonreí al verlo todo, pues a la habitación solo le faltaba un sello que dijera Hecho por Julie en alguna esquina para confirmar que era de ella.

-Hay algo de desorden -dijo apenada.

Giré la cabeza y pude ver un estante al lado de la puerta. Supuse que eso era lo que había movido antes de dejarme entrar.

Mantuve una sonrisa natural todo el tiempo y eché mi cabeza hacia atrás contra el respaldo de la silla. Me resultaba gracioso que la habitación de Julie fuera tan idéntica a ella.

Por otro lado, mantenía en mi mente la idea de que estaba en ese lugar para hacer algo más que mirar con asombro el desastre.

Julie en realidad no decía nada y mantenía la cabeza agachada. Su cabello ahora estaba maltratado en las puntas: lucía igual que un estropajo, incluso con un color entre amarillo y verde.

Colocó el dorso de su mano en el espacio que hay sobre los labios y bajo la nariz para sentarse en su cama -en un pequeño lugar en donde no había cosas-, y mirar el piso.

-¿Por qué ha...ces es...to? -pregunté de nuevo.

Me miró con los ojos limpios, sin una expresión en el rostro. Parecía serena, al grado de lucir perdida.

-¿Alguna vez... -soltó con cuidado -... Pensaste que amabas demasiado a quien no lo merece? -me miró al concluir la frase.

Levanté una ceja confundido. Siendo honesto no esperaba esa respuesta, y al decirlo con aquel tono, aparte de su mirada, en mi mente surgió la duda de si se refería a mí al decir "alguien".

Me limité a negar con la cabeza.

Ni siquiera estaba seguro de alguna vez haber amado.

-Cuando miras a Marco, ¿acaso no sientes que lo amas sin ninguna razón? -estuve a punto de volver a negar, en realidad no amaba a Marco.

-Es mi pa...pá -aseguré con voz clara.

Volvió a bajar la mirada. La imagen de su ser ausente seguía ahí, diferente a otros momentos en los que se veía en problemas. Parecía casi flotar por la ligereza con la que se movía, aparte de la lentitud anormal de sus acciones. Esa no era la Julie a la que yo conocía: energética y problemática.

Era más bien una especie de concha vacía; como si su ser, su esencia estuviera dando un paseo alrededor del cosmos.

Ella no estaba ahí.

-¿Qué su...cede? -pregunté luego de un breve momento de silencio.

-Adolph volvió -tan solo respondió sin mirarme.

Sabía que el hombre había vuelto, lo estuvo mencionando cada minuto los días previos a su crisis. Se notaba tan emocionada al hablar de ello, incluso fuimos a comprar ropa, por lo que su actitud ahora me causaba conflictos.

Tan sólo no lograba comprender qué pasaba.

Daniel "Un Chico Enamorado"  (EDITANDO)Where stories live. Discover now