2.- Corintios 6:9 - 10

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Era otro día más en la monótona vida de Nicolás, otro día condenado a salir junto al grupo de predicadores evangelistas de la Iglesia. Todos los Miércoles de cada semana eran así para él. No conocía otra actividad que realizar esos días que no fuese el andar paseando por las calles, hiciese frío, calor o un viento horrible; estaba obligado a salir siempre, sin importar si lo quería o en contra de su voluntad.

Los versículos gritados por la predicadora jefe de la Iglesia se lograban escuchar en toda la manzana. La madre de Nicolás siempre le decía a éste que mientras más alto fuese el sonido de su voz, la iluminación divina le llegaría a más personas, salvándoles, e incluso, decía que se esforzaba el doble para que hasta Dios fuese capaz de escucharla.

Entre todos los feligreses de la Iglesia, habían logrado comprar un parlante capaz de ser transportado como maleta para facilitar aun más la predicación del mensaje que emitían. El famoso mensaje solía hablar de salvación y del amor que su Dios repartía, pero, la predicadora al encontrarse con algo que a su criterio y juicio era "incorrecto e inmoral", todo su pacífico parlamento se transforma en palabras venenosas llenas de odio, que buscaban la humillación del que "osara" ir en contra de lo que ella predicaba.

Nicolás lo sabía muy bien, varias veces había sido testigo de los ataques que realizaba su madre hacia esas pobres personas. Por esa parte le daban pena y lástima que tuviesen que pasar por ello a causa de su progenitora, pero por otro lado los envidiaba, anhelaba la libertad que estos poseían; verlos alegres realizando lo que les gustaba, algunos cantando con audífonos canciones que a ratos había logrado escuchar en la radio hasta que su madre cambiaba de estación rápidamente, efectuando acciones que sólo en sueños podía llevar a cabo, como tomarse de la mano con alguien, abrazarle y besarle. Todas estas cosas eran la envidia existente en el corazón de Nicolás.

Este muchacho tenía 16 años. Años de completa represión no sólo de su madre (aunque esta era la mayor antagonista de su vida) sino de toda su familia, sucumbidos en una adoración, devoción y en pensamientos de él mismo, en un fanatismos hacia un Dios del cual el dudaba la existencia, pero debía mentir respecto a ello, debía ocultar todo lo que se le pasase por la mente; gustos, deseos, preferencias, y era esto último uno de sus más grandes secretos, la atracción que poseía hacia las personas de su mismo sexo.

Hace unos 3 años fue que tuvo esta "revelación", cuando se había percatado que algo no andaba bien en él. Escuchaba a sus compañeros del Liceo evangélico hablar sobre lo lindas que eran algunas niñas de su mismo curso o a las que solían ver en la Iglesia, pero él tenía una percepción completamente opuesta de lo que era bello o atrayente. Obviamente nadie sabía de esto y se auto-convencía de que solo era una etapa, un simple desliz del camino del Señor que su madre predicaba. La verdad era totalmente opuesta a lo que él deseaba.

Según Nicolás, era un día común y corriente como siempre, pero el destino le tenía planeado un cambio radical a partir de este día, en el que al fin, podría llamarle vida a la vida.

Caminaban a paso lento el grupo de predicadores, creando bullicio por las calles con sus gritos y cantos, estos últimos salían de los labios de Nicolás como si fuese un robot con la única función de repetir constantemente aquellas líricas. Arrastraba los pies al caminar mientras observaba su alrededor con total aburrimiento; la monotonía lo tenía atrapado y con un creciente desagrado inundando su mente.

Se encontraba absorto en sus pensamientos pesimistas hasta que los gritos llenos de salvación y "amor" de su madre, cambiaron a unos llenos de molestia y desprecio, alguien se había atrevido a contradecirle, alguien había sido capaz de ponerle un alto a sus estruendosos gritos.

Una absurda discusión en medio de la calle comenzó de forma abrupta; absurda debido a que uno de sus implicados era nada menos que un adolescente de, al parecer, la misma edad del íntegro Nicolás. Este joven desconocido y de actitud petulante era el "contrincante" de la predicadora. Su carácter fuerte y obstinado le imposibilitaba quedarse callado frente a lo que sea que le molestase en su día a día, en este caso, los discursos religiosos de la madre del confundido muchacho.

La madre no dejaba de responder a los alegatos con frases que incluían a su Dios, el mal que reinaba en el rebelde muchacho, y, que por esto mismo, su vida estaría llena de desgracia y desdicha para finalmente descender al infierno por pecador; mientras que, el joven de vestimentas oscuras no paraba de repetir que se callase, que a nadie le importaban sus falsos discursos llenos de una esperanza y un Dios inexistente y en palabras de él mismo, "Que se vaya a la chucha junto a sus cagas de discursos y sus arrastrados seguidores".

Esta última frase era totalmente inaceptable para la mentalidad y juicio de la mujer. Nicolás inmediatamente se percató del estado de su madre y rápidamente fue hasta donde se encontraban su iracunda progenitora y el obstinado muchacho. En vano, intentaba alejar a su madre del joven. Algo en él le decía que debía de ayudar al chico de aspecto sombrío en vez de a su madre. Por esto, cuando vio a su madre levantar su mano y como esta se dirigía a la mejilla del desconocido, se interpuso rápidamente entre él y la mano de ella, recibiendo el impacto en su mejilla.

Por la fuerza con la que iba dirigida la bofetada, acabo de rodillas en el suelo y con las manos sucias al frenar la caída que amenazaba con dejar su cuerpo totalmente en el suelo. No logró reponerse totalmente del golpe, cuando su madre enojada lo jaló bruscamente de su brazo, levantándolo, mientras le reprendía por lo que había hecho. Repetía partes de su típico discurso y le refregaba en la cara que si no corregía esta actitud de "buen samaritano" con quien no lo merecía y volvía a faltarle el respeto, bajo los designios de Dios escritos en la Santa Biblia, estaría condenado, se pudriría en el infierno. Su madre podía ser demasiado cruel y malvada cuando lo deseaba.

Con una mano en su mejilla golpeada, el moreno muchacho estaba totalmente impactado, tanto por el golpe como por su madre. Un impulso le hizo voltear hacia atrás donde quedó el desconocido que había salvado de la agresión, este observaba a la madre y a su hijo como se alejaban, y al percatarse que este lo observaba, le regaló una sonrisa que para Nicolás fue encantadora. Haber visto esa sonrisa valía la pena el golpe.

Mientras se alejaban ambos carismáticos personajes; la predicadora y su hijo, en la mente del joven casi agredido sólo se repetía una frase, una promesa, como si de este modo fuese a escucharla el hijo de la predicadora; "No será la última vez que sabrás de Jaime Navarro, hermoso". Con este pensamiento en mente, emprendió el camino a su casa. Una sonrisa triunfante se lograba ver a simple vista en su rostro. Se encontraba feliz por la promesa realizada, ademas que, desde ese momento, estaba ideando y planeando situaciones en donde pudiese cumplirla. "Quizás mudarnos a esta ciudad no es tan malo como parecía" y dicho esto en su mente, ingreso a su casa, cerrando la puerta tras de él.

Ninguno de estos jóvenes sabían que esto sólo era el inicio de algo mas grande de lo que imaginaban. No es una simple curiosidad o atracción, esto es mucho más grande, el inicio de sus vidas, de su felicidad. Costaría bastante. Muchos se negarían y les darían la espalda, pero, en ellos radica el luchar o rendirse.

(El título hace referencia a un versículo de la Biblia que aborrece la homosexualidad.)

La tarea que se me había encomendado era abordar la identidad (ya sea personal, grupal, religiosa, etc.), por ende, el título engloba a la madre religiosa y a su hijo que va contra tal versículo.

Casuales Drabbles y One-Shot'sWhere stories live. Discover now