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Tuve una infancia dichosa. Mis padres, los Vizcondes de Moore, me enseñaron que la vida era una caja de sorpresas, lo que jamás me dijeron fue que las sorpresas no siempre son ponys ni vestidos caros, que no toda la gente era amable y que, lamentablemente había mucha ambición en el mundo.

Mi madre, Lady Gwyneira Graham, era una bella mujer, amable, caritativa, y amaba tiernamente a mi padre, Lord Colton Graham. Él por su parte era un hombre justo, leal y valiente, que siempre procuró nuestro bienestar, y yo como su única hija, era sumamente consentida por ambos.

Mi hogar siempre fue cálido y amoroso, no teníamos ningún tipo de problema.

De niña siempre esperé a crecer y ser igual a mi madre, también deseaba una vida como la de ella,  un bello matrimonio al poco tiempo de su presentación en la temporada, un esposo adecuado al que además amara, una vida acomodada y tranquila en algún condado del reino.

Una vida así, como de la que habían gozado todas mis antepasadas, mi madre, mi abuela materna Gwendolyn, y su madre, Gwen.

Pero el destino tenía otros planes para mí.

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Bruno

Debo decir que soy un gran fanático de la cacería, pero a diferencia de mis contrapartes aristócratas, que salen de caza solo en un gran, fastidioso y pomposo grupo, con perros, caballos, ridículos  trajes, y cazando presas indefensas como patos, conejos y ciervos, yo disfruto de cazar en solitario. De perderme en la profundidad de los bosques que rodean mis tierras, de escuchar los sonidos de la naturaleza, el viento, los ríos, las hojas de los árboles, de ir a pie y cómodamente vestido con una cazadora de cuero de mi padre, de sentir esa adrenalina cuando tengo a una presa en la mira, especialmente si es un lobo o un oso.

Pero esa mañana no estaba teniendo suerte, lo más parecido a algo para cazar que había visto era un zorro, y el pequeño me vio con tanto temor que me dió pena matarlo a sangre fría. Ni hablar.

Me encontraba cerca del río, justo en el punto donde bajaba la gran cascada cuando el ruido de unas ramas rompiéndose me alertó, de inmediato tome mi escogerá y apunté hacia el lugar del sonido.

Nada.

Ya estaba bajando el arma cuando de nuevo las ramas volvieron a crujir, por el sonido supe que era algo de tamaño considerable, tal vez un ciervo, uno nada cuidadoso al andar.

Me adentré en el bosque, dejando atrás la cascada, siguiendo estos pasos livianos pero ruidosos a su paso. Cada vez más cerca.

Y de pronto, frente a mi estaba ella. Juro que cuando se volteó deprisa a mirarme, de la sorpresa casi jaló el gatillo. El tiempo pareció detenerse, o al menos pasar extrañamente lento.

Sus ojos azules, tan azules como la capa que le cubría el rubio cabello, me miraron severamente.

-¿Me haría el grato favor de no apuntarme con su arma?- me preguntó al cabo de un rato. Inmediatamente lo hice para después sonreírle a modo de disculpa.

-Me disculpo ma'am...-le hice una pequeña reverencia con la cabeza.-...Nunca le había visto por estas tierras ¿Quién es usted señorita?-le pregunté, después de todo, estaba en mi propiedad.

Ella me miró con desconfianza, calibrando mis intenciones.

¡Por favor! Yo no tenía pinta de maleante, además eso la convertía en la primera mujer que me miraba con desconfianza. Extraño.

-Mi nombre no es de su incumbencia...-dijo,  para después girarse y seguir con su camino.

¿Qué?

Bien, eso me descolocó por completo. Generalmente las mujeres no eran así de rudas conmigo. No me mal interpreten, sabía que era "apuesto" al ojo femenino y que eso era el motivo de la simpatía de muchas damas hacía mi persona, pero jamás lo usé a propósito.

¡Que extraña era esa chica!

Sin pensarlo, pronto me ví a mi mismo siguiendo a esa loca muchacha, y claro inconscientemente disfrutando del vaiven que hacía su falda.

-¡¿Por qué me sigue?!- me gritó molesta al cabo de un rato, girandose completamente hacia mí.

Inconsistente la repasé de arriba a abajo, discretamente claro. Era realmente bella, esbelta, no muy alta y de rasgos hermosos, aunque algo endurecidos por ¿Tristeza quizá?

Llevaba cargando una vieja maleta.

-Este bosque es peligroso, sería una total descortesía de mi parte dejarla andar sola.- sonreí esperando que ella me sonriera de vuelta. Más lo único que logré fue que frunciera más el ceño.

-Lo único peligroso que veo a mi alrededor es a usted y a esa arma suya, ahora vuelva por donde vino y déjeme seguir mi camino en paz.- dijo.

Me estaba empezando a cabrear su actitud, quiero decir, yo no le había hecho nada como para recibir tal trato. Suspiré y volví a intentarlo.

-¿Se dirige para Ameliztown? Supondré que sí pues es lo más cercano...- di un paso hacia ella, mala idea, ella dió uno para atrás.- Yo vivo allí, podría guiarla.

De nuevo volví a sonreír.

-¿E irme con un hombre extraño a sabrá Dios donde? Eso suena demasiado peligroso para una damisela...- sus ojos me estaban matando ¿Por qué no dejaba de mirarme con esa mezcla de odio y miedo?-...Se lo agradezco, pero más le agradecería que me dejara seguir mi camino sola.

Mi paciencia realmente se acababa. ¿Por qué simplemente no la mandaba al diablo y dejaba que se perdiera por ahí?

Lo sabía bien, mi caballerosidad me lo impedía.

-Bien, si lo que le molesta es considerarme un extrano, me presentaré entonces...-dije ahora sí reverencia sola por completo.-...Yo soy Lord Bruno Ashton, Conde de Armstrong y dueño de estas tierras.

Volví a sonreír. Ella me miró con miedo mientras daba otro paso hacia atrás.

-¿Uste...usted es Lord Armstrong?- dijo. Su voz sonaba nerviosa de repente. Y sin poderlo evitar, se sonrojó. Adorable.

-Así es ma'am.

De pronto se puso pálida, y me miró con vergüenza empañando sus ojos azules.

Sin duda, otra reacción que jamás ninguna mujer había experimentado al saber mi nombre. Era totalmente desconcertante y fascinante al mismo tiempo.

-Milord...yo...- parecía que quería que se la tragara la tierra, y no se porque resultaba divertido mirarla.-...le pido una disculpa, he sido grosera ¡Que pena, por Dios!

Fue entonces que me acerqué un poco a ella. Esta vez no se alejó, ¡sí una pequeña victoria!

Sonreí.

-¿Ahora sí me dirá con quién tengo el gusto?-le pregunté.

Una de sus manos voló hasta el pequeño dije que colgaba de su cuello, lo apretó fuerte antes de mirarme.

-Soy...-ella bajo la mirada un segundo, como si pensará su nombre o como si fuera buen idea decírmelo.-...Madeline...-me miró de nuevo.-...Madeline Spencer. Hemos intercambiado un par de cartas desde hace unos días.

Ella hizo un vago intento de sonrisa. Pero era una sonrisa tensa. Llena de vergüenza.

Ahí comprendí toda su pena para conmigo.

Era LA señorita Madeline Spencer, la institutriz que recién había contratado para Eloise.

Vaya.

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N/A
Hola hola!!!

Felices fiestas decembrinas!!!!!

¿Qué piensan de Madeline?

¿Quién piensan que es la chica de la primera narrativa? ¿Una pista? Se llama Gwyneth

Comments?

Atte.
EmmersonJB

La Institutriz (Saga Montgomery #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora