La Historia De Otabek

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Yuuri miraba aquella escena con genuina curiosidad. Por un lado estaba aquel joven pelinegro, quien se había acercado a la barra con notable aflicción en el rostro, deteniéndose con resignación en el banquillo a esperar a Jean, mirándolo fugazmente antes de que su mirada buscara con curiosidad a aquella persona que su amigo estaba molestando, al retirarse Jean sus ojos se abrieron en sorpresa, detallando completamente a la única persona en el mostrador en ese momento... Yuri.

Una vez se cruzaron las sus miradas el pelinegro desvió la mirada a la repisa del mostrador y el rojo que cubría sus mejillas por el llanto se había intensificado por la vergüenza, aquel muchacho no levantó la cabeza hasta que Jean le presentó el vaso de café enfrente y sólo entonces se enderezo y se despidió de Jean, volviéndose lentamente en el taburete y lanzando una última mirada al rubio cuando su amigo se había marchado, ignorando la mirada del japonés en el camino.

Por otro lado estaba Yuri, Yuuri era terriblemente consciente de la apatía del menor en cuanto a socializar se trata, si bien con el no tardó mucho en hacerlo, él no se llevaba bien con nadie en la oficina, lo cual le sorprendió pues a él lo conocía por mucho menos tiempo, en fin. Luego de que el pelinegro pasara por detrás de él, se volvió para hablar con Yuri, quizás bromearle un poco acerca de lo que acababa de ver, pero lo que se encontró al mirarle fue totalmente inesperado, Yuri estaba embelesado, miraba a Otabek marcharse de la cafetería sin siquiera pestañear, Yuuri podía distinguir un poco de alegría en sus ojos combinado con un poco de angustia pues de seguro había notado la tristeza en el rostro del más bajo; Quizás Yuuri estaba desvariando pero podía apostar buen dinero a que Yuri estaba interesado en ése joven pelinegro y rápidamente comenzó a pensar en algo que pudiera hacer para ayudarle.

Ya Otabek se había montado en su auto pero Yuri aun lo seguía con la vista pero no por mucho, pues Víctor los sacó a ambos de sus pensamientos con un berrinche.

¿Acaso vas a ignorarme lo que queda de tarde? - dijo con tristeza en el rostro, apretando la cintura de Yuuri mientras escondía su rostro en su vientre.

Perdóname amor, es que vi algo que me pareció de verdad extraño- dijo, pasando los dedos entre las hebras plateadas de la cabeza de Víctor, levantándole la barbilla para que lo mirara.

¿Qué sucede? - le preguntó al japonés, sonriéndole un poco por curiosidad.

No, nada en realidad cariño, ya es tarde es mejor que nos retiremos, puede que Yuri quiera visitar a algún amigo después de que nos vayamos - le sonrió cariñosamente y luego miró a Yuri, dejándole entrever una sonrisa cómplice, disfrutando del pánico y confusión en el rostro del rubio; Jean llegó justo antes de que Yuri pudiera preguntarle a que se refería y porqué lo miraba de ésa forma.

Jean me temo que ya nos retiraremos, se está haciendo tarde y mañana debemos ir a trabajar - contestó Yuuri con más seriedad en el rostro, pero sonriendo internamente pues Yuri tenía la cabeza baja y con un leve sonrojo en las mejillas.

Oh que lástima pero entiendo que deben descansar, fue un placer pasar esta tarde con ustedes - les otorgo una gran sonrisa y se despidió de ellos con un abrazo, extendiéndose un poco más con Yuuri pues le había susurrado algo; Yuri los veía y maldecía por lo bajo, Yuuri lo había notado, justo tenía que cacharlo en ése momento, se volvió y salió de la parte de atrás de la barra para despedirse de la pareja, quienes le abrazaron fuertemente como si fuera un peluche haciendo que el menor se revolviera incómodo entre ellos pero sin el esfuerzo suficiente como para zafarse. Víctor tomó de la mano a Yuuri y se encaminaron hasta la puerta, despidiéndose una vez más del par antes de caminar hasta el Honda Civic plateado parqueado frente al ventanal izquierdo de la cafetería, poniéndose en marcha hasta que ya no eran visibles en el camino; Yuri se sentó en la barra y miró hacia los alrededores de la tienda, notando como el cielo ya se había tornado una combinación de negro azulado con el resplandor plata de la medialuna presente a pesar de las dispersas nubes que aún permanecían allí después de la lluvia, pero no las suficientes como para tapar las estrellas.

El Hombre en la Esquina de la CalleWhere stories live. Discover now