16. Benilia: Girl. Under. You

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16. Benilia: Girl. Under. You

Su familia estaba decepcionada de ella, y no sabía la razón. Aunque bueno, sospechaba que fuese por su rechazo a los especímenes del sexo opuesto. Emialia no podía hacer nada, no había alguien digno para ella, nadie a quien conociera llamaba su atención.

Ni intima, ni físicamente.

Podía provocarlos, seducirlos, pero solo era para burlarse; ese era su pasatiempo. Divertirse y luego ahuyentarlos, como una costumbre.

Su madre, harta de dicha situación, le dijo que sí o sí tenía que elegir a un esposo. ¿Por qué? Porque de lo contrario se quedaría sin herencia.

Para Emilia era lo de menos, había aprendido muchas cosas durante su vida, era una exitosa modista y no logro eso con ayuda de papi y mami. Pero de ahí a vivir exiliada y no poder dirigirles la palabra...

Tuvo que reconsiderarlo.

Aquella noche de luna llena, mientras leía un libro de mitología griega, atribuido por Hesíodo. Encontró una singular cita que le llamó la atención, la recitó, por pura curiosidad, inocentemente, sin saber en lo que se metía.

Saludos, Hímeros. Dios del deseo sexual. Hijo de Afrodita. Recuéstate y disfruta del banquete, y puedo advertir que te llevaré a nuevas y excitantes posiciones.... Haz que el ardor de mi piel sea causado por tus caricias, con suma delicadeza posee mi cuerpo y has que mi corazón palpite a tu ritmo, que mis piernas flaqueen por tus viriles movimientos y que sean las sábanas testigos de nuestra pasión. O Hímeros, quiero ser la chica debajo de ti.

Emilia se carcajeó fuertemente, los griegos siempre exageraban todo. Aunque envidiaba la forma en la que describían el amor, ese amor tan... febril, apasionado, vivaz, latente, un amor que te hacía sentir parte de la historia. Y ni hablar de cuando en uno de esos relatos se consumaba el acto de este amor, nunca sintió sus mejillas tan calientes.

Emilia no tenia eso, no tenia amor, no tenía a nadie a quien amar y desear, y nadie la deseaba a ella.

Por eso su envidia.

Porque ella estaba sola.

Lo que no sabía, es que sus plegarias habían sido escuchadas, y estaban a punto de ser cumplidas.

Aquella deidad la observaba en compañía del resto de los Erotes, y solo esperaba el momento en que estos se distrajeran para poder poseerla. Su hermano gemelo Eros notó esto, por lo que posó su mano en su hombro.

—Al menos procura no abusar de ella, recuerda lo que le hiciste a Peito —le reprochó mencionando a su hermana menor. Quien le dirigió una mirada de soslayo, Peito sabía que Hímeros no controlaba sus instintos; de Ares y Afrodita él saco la peor parte de ambos dioses. Así que ayudó a su hermano a no cargar con la culpa.

—Te ayudare —anunció ella. Logrando que la mitad de los hombres que la acompañaban la miraran con curiosidad—. Como escuchaste Hímero, te ayudare con esta mortal... podrás cortejarla con mi ayuda, y cada vez que sientas que tus instintos te sobrepasan, las flechas que Apolo me obsequió te arrojaré —si lo iba a ayudar al menos podía divertirse...

Una vez los Erotes estuvieron de acuerdo, Peito e Hímeros descendieron a la tierra.

Y con miradas cómplices comenzaron su travesura.

[...]

Emilia se había quedado profundamente dormida, no había razón para seguir despierta después de aquella lectura tan erótica. Estaba sola en su casa y no tenía intenciones de salir aquella noche.

Soy Luna | ONE SHOTSWhere stories live. Discover now