Tal fue su momento de Damasco: comprendió que necesitaba la creencia en la inmortalidad para desvalo­rizar "el mundo"; que el concepto. "infierno" daría cuenta de Roma; que con el "más allá" se mata la vida... El nihilista y el cristiano marchan por el mis­mo camino...

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Toda la labor del mundo antiguo quedó así desba­ratada; no encuentro palabras que expresen cabalmen­te el sentimiento que me embarga ante tan tremendo acontecimiento. ¡Y como esta labor había sido prelimi­nar (sólo se habían echado con granítico orgullo los cimientos para una labor de milenios), quedó desbara­tado todo el sentido, del mundo antiguo! ... ¿Para qué los griegos?; ¿para qué los romanos? Ya se daban todas las premisas de una cultura erudita, todos los métodos científicos; ya estaba elaborado el sublime, el incomparable arte de bien leer; la premisa de una tradición de la cultura, de la unidad de la ciencia; las ciencias naturales, en alianza con las matemáticas y la mecánica, estaban óptimamente encaminadas; ¡el sentido de la realidad fáctica, este sentido último y más valioso, tenía sus escuelas y poseía una tradición multi­secular! ¿Se comprende esto? Ya estaba encontrado todo lo esencial para ponerse a la tarea; los métodos ‑no me cansaré de recalcarlo‑son lo esencial, tam­bién lo más arduo, asimismo lo que durante más tiem­po tiene que enfrentar las costumbres a inercias. Lo que gracias a una penosísima victoria sobre nosotros mismos‑que todos llevamos todavía en la sangre, de algún modo, los malos instintos, los cristianos‑, hemos recuperado ahora; la mirada franca ante la realidad, la mano cautelosa, la paciencia y seriedad aun en el ín­fimo pormenor, toda la probidad del conocimiento; ¡todo esto ya se dio!, ¡hace más de dos mil años ya! ¡Amén del tacto y gusto bueno, delicado! ¡No como adiestramiento cerebral! ¡No como ilustración "alema­na" con modales de patán! Sino como cuerpo, ademán, instinto; en una palabra, como realidad... ¡Todo, en vano! ¡Reducido de la noche a la mañana a un mero recuerdo! ¡Los griegos! ¡Los romanos! El aristocratismo del instinto, el buen gusto, la investigación me­tódica, el genio de la organización y la administración la fe en el porvenir humano y la voluntad de realizarlo el gran sí a todas las cows cosas; todo lo que era tangible para todos los sentidos, como Imperio Romano; el gran estilo ya no como mero arte, sino tornado en realidad verdad, vida... ¡Y no barrido de golpe por algún cataclismo! ¡No aplastado por germanos y otros "torpípedos" por el estilo! ¡Sino echado a perder por medrosos, furtivos e invisibles vampiros ávidos de sangre! ¡No vencido, sino tan sólo desangrado! ... La venganza solapada, la envidia mezquina, erigida en ama! ¡Todo lo miserable, doliente y aquejado de ma­los sentimientos, todo el ghetto del alma, convertido de golpe en norma y pauta!... Basta leer a alguno de los agitadores cristianos, por ejemplo a San Agustín, para comprender, oler, qué suciedad se había logrado. Sería un craso error suponerles cortas luces a los jefes del movimiento cristiano; ¡oh, son muy inteligentes, dotados de una inteligencia que raya en santidad, esos padres de la Iglesia! Lo que les falta es otra cosa. La Naturaleza no ha sido generosa con ellos; les regateó un modesto acervo de instintos respetables, decentes limpios... Entre nosotros, ni siquiera son hombres... Si el islamismo desprecia al cristiano, tiene mil veces derecho a tal actitud; pues el islamismo se basa en hombres...

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El cristianismo desacreditó los frutos de la cultura antigua, y más tarde desacreditó también los frutos de la cultura islámica. La maravillosa cultura morisca en España, que en el fondo a nosotros nos es más afín, porque apela a nuestro espíritu y gusto en ma­yor grado que Roma y Grecia, fue aplastada (me callo por qué pies). ¿Por qué? ¡Porque reconocía como origen instintos aristocráticos, viriles; porque decía sí a la villa aun con todas las exquisiteces raras y refinadas de la villa moral ... Los cruzados lucharon más tarde contra algo que debían haber adorado: contra una cultura frente a la cual hasta nuestro si­glo xIx será una cosa muy pobre, muy "tardía". Claro que ansiaban botín; el Oriente era rico... ¡Seamos bastante sinceros para admitir que las cruzadas no fueron más que una piratería superior! La nobleza alemana, una nobleza viking, en definitiva, estaba entonces en su elemento; la Iglesia sabía muy bien en virtud de qué se time nobleza alemana... Los no­bles alemanes siempre han sido los "suizos" de la Iglesia, siempre han estado al servicio de todos los malos instintos de la Iglesia, pero bien remunerados... ¡Por eso, con ayuda de espadas alemanas, sangre y valentía alemanas, la Iglesia ha librado su guerra sin cuartel a todo lo aristocrático de la tierra! He aquí un punto que plantea no pocos interrogantes doloro­sos. La nobleza alemana está poco menos que ausente en la historia de la cultura superior; se adivina la razón de que sea así... El cristianismo y el alcohol; los dos grandes medios de la corrupción... En sí no puede haber dudas sobre el partido que tomar, ni ante islamismo y cristianismo, ni menos ante árabe y judío. La cosa está decidida; nadie está aquí en libertad de elegir. O se es un tshandala o no se es un tshandala... " ¡Guerra sin cuartel a Roma! ¡Paz y amistad con el islamismo!" Así sintió y obró Fede­rico II, ese gran librepensador, el genio de los empe­radores alemanes. ¿Cómo?, ¿es que un alemán ha de ser genio, librepensador, para sentir de una manera decente? No comprendo que jamás alemán alguno haya sido capaz de sentir de una manera cristiana...

EL ANTICRISTO-Friedrich NietzscheWhere stories live. Discover now