Capítulo 47: Dúo.

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Las luces de la casa se podían apreciar que estaban prendidas. Aún no se habían dormido, pero aquello no era un inconveniente para ella. Matarlos mientras dormían seria demasiado fácil; ella quería verlo agonizar, suplicar, temblar...

Al menos agradeció para sí misma que no hubieran vaciado la casa y se marcharan a cualquier lugar con su dinero. Era evidente que mientras la joven estuvo fuera se habían gastado una buena fortuna en objetos innecesarios, como un auto de gran coste. Patético.

Ella anduvo con cautela hasta la parte trasera del patio para poder entrar por la cocina y agarrar el cuchillo mas grande y afilado que encontrara. Su demonio la seguía en todo momento con una actitud divertida y relajada.

A través de la ventana discernió que en la cocina no se hallaba nadie, así que supuso que quizás estaban en el salón. Giró el pomo deseando que estuviera abierta y con fortuna lo estaba. Pobre Benjamín, nunca creyó que la joven saldría de Fennoith para vengar lo que un día no pudo.
Cuando entró, abrió el cajón de los cuchillos y sus pupilas se dilataron con deseo, como cada vez que veía algo que le fascinaba. Acarició su arma y sonrió para si misma, loca, bañada en demencia y malicia.

Cuando llegó al salón con pasos silenciosos, pudo apreciar a ambos viendo la televisión, algún programa del que ella no sintió curiosidad.

—¡Feliz navidad! —gritó la muchacha inundando la sala.

Benjamín y Bernadette se sobresaltaron de inmediato. Apreciaron a la joven con el cuchillo en mano, su uniforme manchado y la herida de su frente. La juzgaron, etiquetándola de más loca aun de lo que se fue. La mujer quiso agarrar el teléfono para marcar el numero de la policía, pero Victoria la amenazó con rabia haciendo que la señora se paralizara.

—Os presento a Caym, el ser que me ha estado ayudando en todo momento para salir del infierno en el que me metisteis.

El muchacho les hizo una reverencia, seguido de un corte de manga que mostró con su dedo corazón. Ella se mordió su labio divertida.

—Victoria, las cosas no tienen por qué salirse de control. Si lo que quieres es que nos marchemos...

—¡Cállate, hijo de puta! —interrumpió alzando su cuchillo. Bernadette empezó a sollozar —¿Lloras, perra? ¿Ahora lloras? Bien que te divertías viendo las bofetadas que me propinaba Benjamín.

—Lo siento, Victoria... ¡Lo sentimos!

—¡Mentira! Todo esto lo haces por el miedo a perder tu miserable vida. ¡No sentís una mierda! Vuestro perdón es lo más falso que podría oír en el día de hoy. Me dais risa.

Benjamín trató de acercarse, pero la joven lo amenazó apuntando su cuchillo en su dirección. El hombre alzó sus manos con sorpresa, en su rostro se podía ver pavor, un miedo que antes nunca había tenido.

—¿Qué pasa, Benjamín? Sólo tengo dieciséis años. ¿Te asusta una niña? ¿Una simple adolescente? —Se mofó.

—Victoria, nunca estuviste bien de la cabeza. Te metí en Fennoith para que te tratasen y fueras por buen camino.

—También lo hiciste para sacarme la fortuna que mi madre no te obsequió. Si vas a contar las cosas, añade también eso, no te guardes información importante. Por supuesto que no estoy bien de la cabeza. ¡Es evidente! Tú me hiciste perder la moralidad. Tus agresiones, tus continuas amenazas, las burlas hacia mi madre fallecida... ¿Quieres que te dé más motivos para deshacerme de ti?

—Y los engaños que has causado a lo largo de tu vida a otras mujeres inocentes con tu falsa labia, aprovechando sus fortunas —añadió Caym.

Benjamín tragó saliva con dureza. No comprendió como ese simple muchacho había acertado lo que tan bien trataba de ocultar. No lo conocía de nada y le había hecho un resumen de lo que consideraba que era su trabajo; un cazafortunas.

El infierno de Victoria Massey © #1Where stories live. Discover now