Ajedrez.

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La vida es como una partida de ajedrez, tu contra la vida. Tienes tus fichas, blancas y relucientes, como nuevas, dispuestas a luchar y a ganar; luego la vida tiene sus fichas viejas y negras, parecería que ha jugado con las mismas fichas durante miles de años. Cada ficha tuya es un motivo para seguir viviendo, para luchar por tus sueños, para ser feliz; mientras las fichas de la vida son los problemas que te van surgiendo en la vida, personas tóxicas, cosas que te hacen disminuir tus ganas de vivir. La partida ya no consiste en eliminar al rey enemigo, si no en proteger a tus fichas y sobretodo a tu rey. Los problemas se van  acercando poco a poco mientras tus fichas van avanzando y enfrentándose a los problemas, en muchos turnos las fichas de la vida irán desapareciendo mientras que en otros tus fichas desaparecerán y te quedarás más indefenso contra las fichas enemigas. Muchas veces fichas nuevas aparecerán para ayudarte o por el contrario desafiarte. Y cuando hayas superado muchas fichas de la vida lo único que tendrás que conseguir será mantenerte en esa posición y conseguir más fichas blancas, y vigilar al rey despiadado y a sus nuevos soldados que pronto vendrán. Pero por el contrario si te quedas sin fichas, sin ganas de vivir, tendrás que defender a tu rey del despiadado rey enemigo, porque en esta partida, el único que te va a poder quitar el rey son la presión de las otras fichas de la vida o el rey, la única ficha que no podrás eliminar de la vida. Porque la muerte siempre formará parte de la partida, y será tu deber no caer en la tentación de acercarte al rey enemigo sin ninguna de tus fichas, porque alomejor no podrás retroceder y caerás en sus frías manos. 

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