La Chica De Los Libros

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-¿No? No lo recuerdas -preguntó la mujer-¿ Se debe a que fue hace mucho tiempo? ella asintió.
-Bien. No hay nada de malo en eso. Uno siempre se siente a salvo del mundo exterior en su casa. Sin embargo deberías analizar la posibilidad de salir.
-La chica hizo una mueca con sus labios dejando en claro que la idea no lo emocionaba en lo más mínimo- Bien, esto es todo por hoy. Hablaré con tu madre y en unos minutos podrán irse.
La psicóloga se encargó de decirle ella misma a Lillian que incentivará a Lena a salir de su casa. Que la hiciera hallar razones para querer hacerlo. Le explicó que un día ellos no estarían para ella y necesitaría valerse por sí misma. No necesitaba ser la gran cosa al principio. Sino ir progresando regularmente. Su madre lo comprendió y dijo que haría todo lo posible.

Al otro día era sábado. Era la oportunidad perfecta para tratar de convencer a Lena de salir.

-Lena-la llamó algo dudosa tratando de sonar casual. Ella emitió un sonido sin dejar de comer, sólo para hacerle saber que la había oído- Iré al centro comercial en unos momentos ¿Te gustaría acompañarme?
Lena la observó con el ceño fruncido. Definitivamente la estaban subestimando, sabía perfectamente que la petición de su madre se debía seguramente a algo que su psicóloga le había dicho mientras platicában a solas. Su pensamiento reflejo fue negarse, pero al ver el brillo en los ojos de su mamá, esperanzada de que aceptara, no pudo hacerlo. Ella deseaba que ella pudiera llevar una vida común y corriente, no porque la considerara una carga, sino porque quería lo mejor para ella. Sabía que no sería obligada nunca a nada, y a veces incluso se aprovechaba un poco de eso. Pero esta vez pensó que se sentirá culpable si arruinaba su ilusión rechazando la invitación.
Dudó y dudó, hasta que finalmente dio un largo suspiro.
-Está bien -dijo a secas.
Su madre sonrió feliz sin poder creerlo. Tuvo que contenerse para no comenzar a dar saltos a causa de la emoción.
-iTe compraré lo que quieras! iGracias! ¡Muchas gracias! -decía exaltada. Lena desvió la mirada-Ire por mis cosas.
Cuando se encontró sola comenzó a morder sus uñas. La ansiedad invadía su cuerpo y sentía su estómago cenirse. Había aceptado salir de su casa. Y no se dirigían a un lugar precisamente tranquilo.Era un lugar repleto de gente.

Lena se cambió de ropa y subió al auto. Hacía mucho tiempo que no se encontraba tan intranquila. Miles de posibilidades horribles rondaban en su cabeza. Aunque trataba de mantenerlas alejadas, éstas permanecían. Trataba de actuar lo más natural posible para no alarmar a su mamá. Lillian aparcó el vehículo en el estacionamiento y descendieron de él. El centro comercial estaba a sólo siete cuadras de donde vivían. Pero iban en auto para cargar todos los víveres y las compras en él.
Lena observaba el inmenso edificio con algo de pavor. Más bien, bastante.
-¿Quieres que te tome la mano? -preguntó su mamá, pero ella se negó.
Lena solía pensar a menudo que su madre la veía como una niña en lugar de verla como la adolescente que era.
Comenzaron a caminar hacia la entrada.Una vez dentro Lena quedó anonadada.
Veía todo llena de curiosidad. Las luces, los comercios, la música proveniente de algún lugar, el bullicio. En verdad hacía mucho tiempo no salía de su casa. Se encontraba algo paranoica observando a cada persona que pasaba a su lado. A la defensiva. Vaya a saber uno de qué.
Lillian no había seguido avanzando. Estaba esperando que se acostumbrara al campo visual tan repleto de cosas. Tan complejo. Luego de unos minutos Lena comenzó a caminar lentamente, paso tras paso. Su madre sonrió y la guió a la sección del enorme supermercado. Seguía los pasos de su mamá a paso de soldado, siempre firme tras su espalda, mientras recorrían las góndolas. Algunas personas saludaban a Lillian. Supuso que eran conocidos de hacer las compras y cruzarse repetidas veces.
-¿Esta es tu hija Lena de la que tanto hablas? -preguntó una señora bastante mayor mirando a la chica.
-Sí. Ella es -dijo orgullosa.
-Es más bonita aun en persona -la anciana tendió un brazo hacia ella, tal vez para desordenar sus cabello pero Lena abrió los ojos sorprendida y dio dos pasos hacia atrás, fuera del alcance.
-Emm, es algo timida -dijo rapidamente Lillian interponiéndose entre su hija y la señora- si nos disculpa, ya debemos irnos. Nos vemos seguramente la próxima semana, Inés.
-Claro cariño. Un gusto conocerte, Lena dijo amablemente, pero ella solo la observó asustada y se alejó lo más rápido posible.

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