La Chica De Los Libros

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-Lena hija, debes levantarte. Es tarde.
Se escucho una voz femenina adentrándose en la habitación a oscuras Seguidamente abrió las cortinas y un poco​ las ventanas. La chica se revolvió en su cama quejumbrosa, cubriendo con las mantas por encima de su cabeza
-Lena , por favor
La chica hizo caso omiso. Su madre suspiro, se acercó hasta ella y depositó un suave beso en su cabeza por encima de las frazadas.
Eran mediados de los noventa. Las calles de Irlanda estaban cubiertas por una vasta nieve de aquel invierno.
Lillian se encontraba en la cocina preparando el desayuno para su hija.
Lena era una chica especial. Había sido diagnósticada desde pequeña con un trastorno generalizado del desarrollo no especificado.
Es una enfermedad que afecta el poder socializar correctamente con las personas. Ya sea dificultando el desenvolvimiento verbal con otros o carecer de la habilidad de hacer interactuar fácilmente con la gente. Todo en su cabeza se encontraba bien. No tenía ningún tipo de problema cognitivo. No era una genio ni una estúpida. Su cerebro era el de una niña normal. La persona más allegada a ella, su madre, era con quien más palabras intercambiaban. Cualquier tipo de contacto humano que no fuera ella la ponía nerviosa. Había sufrido un ataque de pánico en la escuela cuando era pequeña, los maestros y sus compañero se asustaron mucho y no tenían idea de cómo contenerla, no fue hasta que su madre llegó al establecimiento cuando finalmente logró calmarla. Desde aquel día, sus padres decidieron que estudiaría en casa con una persona de confianza, sin exponerse a tanta gente a su alrededor que pudiera sofocarla. Ningún especialista había sido capaz de decirle con precisión si Lena dejaría de ser así en algún momento de su vida. Pero ella no perdía la esperanza.

Oyó los pasos de la chica bajando la escaleras y se volteó ocultando algo tras su espalda. La adolescente de dieciséis​ años entró en la cocina lentamente vistiendo su pijama a rayas, con su cabello alborotado y frotando uno de sus ojos con Su puño.
-Hola Corazon que tal dormiste? preguntó en un tono dulce mientras servia las cosas en la mesa.
La chica sólo se encogió de hombros, sin ser grosera, y tomó asiento.
-Come antes que se enfríe.
Era jueves. Lena tenía clases particulares en el living de su casa de lunes a jueves con una mujer muy agradable llamada Regina. Ella era la instructora de Lena desde hacía años, estaba acostumbrada a su comportamiento y ella podía confiar en ella. Los viernes tenía cita con su psicóloga. No pasaba tanto tiempo con esa mujer como lo hacía con Regina. No habían formado un vínculo afectuoso entre ellas, entonces su conversación era más reducida. Los sábados eran sus días libres. Su madre no le exigía absolutamente nada los sábados. Podía dormir hasta la hora que quisiera e invertir su tiempo como le diera la gana. Los domingos eran los días menos favoritos de Lena. Su familia se reunía en casa de sus abuelos a almorzar juntos. Iban sus tíos y sus primos y ella tenía que soportar ese contacto humano durante un par de interminables horas.
Los jueves tenía clases de matemáticas. Odiaba las matemáticas no era malo en ellas, simplemente no eran de su agrado y Lillian lo sabía perfectamente. Entonces siempre buscaba la forma de compensarla, ya sea con su comida favorita o algún presente.
-Lena-llamó suavemente haciendo que la aludida dejara de comer y se fijara en ella- tengo algo para ti- pero la chica, como la mayor parte del tiempo, tenía una mirada inexpresiva.
La mujer sacó sus brazos de atrás de su espalda y le mostró que en sus manos sostenía un libro que Lena quería. Se lo tendió y ella lo tomó observándolo detenidamente, admirando cada detalle, como con cada regalo que su madre le obsequiaba.
-Es el que querías ¿Verdad?-Ella asintió sin dejar de ver el objeto-¿No hay nada que quieras decirme?
Lena dejo de observar el libro para verla a los ojos y luego de unos segundos finalmente dijo le dijo un simple 'gracias' con una muy diminuta sonrisa. Su madre sonrió ampliamente. Lena hablaba poco, entonces cada vez que lo hacía se sentía inmensamente feliz.
-Bien. Iré a hacer las compras. Esmérate en la clase de hoy y tal vez cocine algo delicioso sólo para ti-le guiño un ojo.
La chica sólo se limitó a asentir manteniendo aquella pequeña sonrisa mientras veía como su madre abandonaba la cocina. El Viernes por la tarde había llegado el momento de estar una hora recostada en aquel diván. No era algo que le molestara. Era cómodo y Cat, su psicóloga siempre hacía su mejor esfuerzo para tratar de sacarle información a Lena sin necesidad de bombardearla con pregunta y hacer que se sienta presionada.
Ella hacía preguntas,ella respondía a la mayor parte con gestos corporales como encogerse de hombros y negar o asentir con la cabeza y ella anotaba todo en una libreta que siempre llevaba encima durante las sesiones. Pero a veces también respondía más ampliamente. -Dime Lena ¿Cómo van tus clases? ¿Algo que quieras comentar?
-Odio las fracciones -dijo al cabo de pensar durante varios segundos su respuesta.
-¿Pero logras entenderlas? -ella asintió- Bien, no puede ser tan malo entonces. Las fracciones no han matado a nadie hasta el día de hoy. Y dime ¿Cuándo fue la última vez que saliste de tu casa? Sin contar las sesiones y las reuniones familiares. Lena esta vez meditó durante minutos. Ell no había hecho amigos. No tenía lugares a los que le interesara ir. Entonces no hallaba motivos para salir de su hogar se limitó a negar con su cabeza.

La Chica De Los Libros AUWhere stories live. Discover now