Rose y la Montaña

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 Una vez traicionado y abandonado por mi propia gente, en la cima de aquella montaña hice mi juramento, delante de Dios, allí en mi caótica soledad Él mandó los vientos a sanar una a una las heridas y, la lluvia para acabar las penas de mi corazón, ya que antes de todo ello me encontraba realmente destruido. Como si pudiendo controlar cada uno de los vientos que a mi me rodeaban, como si podía darles ordenes también a la lluvia, pensé en hablarles por ello, lo que sentía entonces en ese momento.

De una manera u otra te voy a encontrar alma mía, fue esa la orden que dí con el viento a mi favor, decidí dividirlos a diferentes direcciones de este mundo. Aun sabiendo lo que eso implicaría, no volver a sanar las heridas mientras cayera o me volvieran a atacar. Fue un riesgo, sin pensar mucho en ello así lo hice. Con lo poco que me quedaba continué con el sacrificio. Al norte mis ojos con mis esperanzas, al sur mis manos con mis fuerzas, al oeste mis caminantes deseos con mis memorias y al este mis ganas con mi nobleza.

Pude haber despedido mis lagrimas, dolores, tristezas, ya que eran fáciles de notar para cualquiera, pero todo ese mal ya cumplía parte del pasado, así que no valdría la pena para nada ni nadie. Apenas terminé de dividirles, los vientos que antes me sanaban ahora se encontraban dispersos bucando eso tan valioso que ya había perdido.

A la lluvia no la hice a un lado, ella también hizo su parte. Le pedí que se mantuviera sobre mi corazón el cuál tenía la tarea de hundirse por completo en las mentiras del pasado. Mientras pasaba el tiempo, mis distintas dispersas partes jugaban a encontrarla con los vientos lo que parecía imposible, el corazón yacía en la plena oscuridad y profundidad del pozo, creado de tanto llover. En pocas palabras, todo mi ser se encontraba disperso buscando por su lado, bajo la orden que yo mismo le dí.

Pasó el tiempo y los días eran igual de indiferentes a los anteriores, ninguna parte de mi tenia noticias de absolutamente nada. Ya los vientos eran libres, parecían ajenos a mi, sin poder controlarlos por la distancia que llevaban. El corazón, ni hablar. Era el más perdido para entonces y que no tenía señales de ningún tipo por parte de mis otras partes.

Años pasaron y junto a ellos, la nada. Por otro lado la montaña se tragó los malos momentos y todo lo que les representaba de alguna manera. Se llenó de verde por completo. Tanto de cerca como de lejos parecía tan calmada, pero justo en la cima permanecía aquel pozo lleno de agua. En la montaña sólo eso quedó como muda prueba de todo suceso, ésta montaña no se distinguía a lo lejos de las demás. Era igual de simple y hermosa que las otras, pero solo el pozo la hacia diferente y especial.

El cuerpo que una vez estuvo lamentandose en aquella cima, permanecía fundido, enterrado, dormido justo junto a la montaña, parecía parte de ella, pero aun con vida permanecía, de alguna extraña manera más aún seguía allí. A lo lejos pude ver una joven con enorme carga en sus cuerpo, parecían muy pesadas e importantes, pero a ella no le parecían pesadas o molestas de alguna manera. Se le notaba acostumbrada, más extraño me pareció que caminara sola con tanta carga sobre montañas.

Sin preocuparme mucho de ello la esperé, ya que seguía a paso lento pero seguro, su meta era llegar hasta mi o lo que se podía notar no muy distante de la montaña, lo que para entonce era el pozo. Era de tarde y hacía mucho calor, no me extrañaría en lo absoluto que la joven llegara con sed, tampoco que descansara un poco cerca del pozo y que más tarde siguiera su paso.

Para mi sorpresa, al llegar la joven... Con toda su carga se lanzó al pozo como sin importarle su profundidad, oscuridad o lo que allí se ocultara. Ella sólo quería refrescarse por completo y allí permanecer hasta sentirse mejor, pero era obvio que con tanta carga encima no quedaría flotando. Tomó su último copo de aire y pronto se fue hundiendo, cada vez más su carga y la ropa mojada le hacían fuerzas hacia lo más profundo.

La presión del agua tampoco parecía molestarle y menos el saber que se sumergía en un pozo desconocido, que a mi parecer ella ya le conocía de hace mucho tiempo. La joven, mientras seguía bajando empezó a preocuparme, primero porque no hacía nada para deshacerse las cargas, segundo porque se quedaría sin aire y tercero porque no quería que llegara a mi dormido corazón.

Él debía permanecer allí esperando noticias del resto de mis partes, sin que nada ni nadie le molestara de ninguna manera. Cuando la joven cerró sus ojos, comprendí que se había dado por vencida, comprendí que era su deseo de permanecer allí conmigo. Pero yo no podía permitir eso. Justo antes de explusarla haciendo fuerzas para salvarle la vida, abre los ojos en frente del corazón.

Su rostro no daba señales ni emociones de ningún tipo. Justo en frente del corazón decide deshacerse de su carga. No niego que anhelaba saber qué llevaba desde tan lejos consigo, tampoco niego me sorprendió el hecho de que aun seguía con vida. Mi corazón oscuro, tieso y viejo empezó a tomar color con cada una de las cosas que la joven descargaba. Vi las cosas que yo había despedido hace años con la ayuda de los vientos y la lluvia. En manos de la joven, mi corazón comenzó a latir. Lo abrazó, con ese gesto fue expulsada del pozo y con ella todo el agua salió.

Nuevamente la joven cerró sus ojos pero esta vez en su rostro se notaba la tranquilidad que le daba el corazón al tenerlo sólo para ella. La montaña empezó a temblar y a romperse en rocas enormes y pequeñas.

Mi cuerpo sobre salió de una grieta de entre la montaña, para cuando todo calmó... La joven se acercaba despacio y muy nerviosa hacia aquel cuerpo sin vida.

Una vez cerca, el corazón desaparece de sus brazos y vuelve a mi ser junto con mis ojos, mis manos, deseos, ganas y todo lo que ella le había dado. Junto a ella me sentí tan completo que pude levantarme. La joven al presenciar todo esto no dejaba de parecer nerviosa, asustada, como en estado de shock por desconocer de su repentina suerte.

La miré a su carita tan inocente y le pregunté:

- ¿Quién eres y qué quieres?

A lo que ella responde toda fuera de si y con voz quebradiza:

- Rose.

No dijo nada más, no podia moverse, pues parecía paralizada. Como si le salieron raíces y formara parte del suelo porque no se movía del frente mio. Intenté acercarme a ella, ella toda asustada cayó al intentar dar un paso hacia atrás. Me acerqué y allí estaba muy cerca de ella, pude ver una lágrima en su rostro nacida del miedo que me tenía.

Le dije que no tuviera miedo de mi porque no haría nunca ningún mal o daño alguno, no necesitaba dijera más y estaba bien sino quería decir más. Me encuentro en deuda contigo Rose, mi nombre es Eidran, ahora dime qué es lo que quieres, lo que sea. Te lo daré.

Rose levantándose del suelo me dijo exactamente estas palabras:

- Quiero que a cada instante, en cada momento seas mio y de nadie más, que jamás de mi lado de apartes, bajo ninguna razón me abandones. Que en toda mi vida permanezcas a mi lado y que sin importar lo que venga o digan los demás luches conmigo ante todo.

A lo que respondí:

- Estaré de ahora en adelante a tu lado para cuidarte y amarte como la vida misma, porque has sido tu quien devolvió todo aquello que una vez perdí. Este será el verdadero significado de tu nombre hacia mi, Vida.

Fuiste tu quien devolvió la vida a este ser. Y por ende mi ser es solo, todo y únicamente tuyo, de nadie más.

Rose sonrió, de la mano lo tomó y juntos abandoraron aquel lugar, para forjar juntos una vida.

Susurros Del SilencioWhere stories live. Discover now