19. Resurrección

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176 d.Conq.

A L E C

Habían recorrido medio reino en dos meses y, aunque casi les atraparon más de una vez, Magnus y él habían logrado librarse de sus perseguidores. Magnus desconocía la verdadera razón por la que los Caídos les perseguían; Alec le había mentido diciéndole que le habían amenazado de muerte, tan simple como eso. Por otra parte, la Corona de los ángeles y el Gobierno humano se habían unido para encontrarlos. A cada lugar al que iban intentaban interactuar lo menos que podían con los habitantes y se marchaban al día siguiente, sin quedarse más de una noche en un mismo recodo del mundo.

Habían parado a descansar de un viaje entre los bosques que había durado quince días y en el cual solo se habían alimentado de frutos del bosque y animales cazados por Magnus. El pueblo era pequeño, pero lleno de vida y gente. El centro de este era una pequeña plaza con una fuente en el medio donde los ciudadanos iban a lavar la ropa y los niños jugaban felizmente en el agua, chapoteando y salpicando a sus padres.

Aquel día, Magnus se había quedado durmiendo en la taberna para recuperar fuerzas. Alec le había convencido de ir solo al mercado a por alimentos para su siguiente viaje y Magnus había aceptado con un bostezo. Por lo que ahí estaba, vestido como un simple campesino, con el rostro manchado de polvo para que nadie le reconociese y una cesta de mimbre colgando en el brazo para guardar sus compras.

Recorrió el mercado de arriba abajo, comprando piezas ligeras de fruta que no hiciesen pesar su equipaje, jabón, cerillas y una tableta de chocolate (no se pudo resistir). Tenía pensado finalizar el recorrido entre las tiendas en la panadería pero, de repente, una mano le agarró y tiró de él al interior de un estrecho callejón entre dos casas de piedra, escondido detrás de las telas de los puestos.

Alec hizo ademán de gritar para pedir ayuda, pero una mano le tapó los labios antes de que pudiera hacer funcionar sus cuerdas vocales. Se revolvió en los brazos de su agresor, pero éste era muy fuerte. ¿Le habían descubierto? ¿Era un Caído o un vasallo de su madre? ¿Habrían encontrado a Magnus también?

Como última alternativa, pisó el pie de la persona que le agarraba y esta le soltó con un quejido de dolor. Alec se zafó y se giró con el puñal que escondía en la cesta apuntando al otro.

—¿Juno? —preguntó, desconcertado.

La sacerdotisa estaba saltando a la pata coja mientras se agarraba el pie cubierto por una simple sandalia. Llevaba un vestido que sin los cinturones de hilo dorado sería una simple sábana sobre su cuerpo. Su cabello estaba trenzado con flores de loto y un colgante dorado colgaba de su cuello a juego con los brazaletes que cubrían sus muñecas. Miró a Alec con las cejas fruncidas.

—¿Había necesidad de pegarme tal pisotón?

Alec guardó el puñal en la cesta y se cruzó de brazos, alzando una ceja.

—¿Había necesidad de arrastrarme a un callejón oscuro sin decirme que eras tú?

Juno puso los ojos en blanco e hizo una floritura con su mano como si le restara importancia al asunto. Finalmente, dejó de dar saltitos y se recompuso recolocándose las orquillas del pelo. Le miró con inquisición de arriba abajo, juzgando sus ropas.

—Lo nunca visto. Ahora eres un mendigo, príncipe. ¿Qué se siente que ya no te hagan la cama? —se burló ella con las manos en las caderas y una sonrisita de lado en sus labios.

—Baja la voz —siseó, mirando hacia el mercado por si alguien la había escuchado—. Nadie puede saber quien soy.

—Hablando de eso, ¿se puede saber qué demonios estás pensando? Has huido días antes de tu coronación. El reino ha saltado todas las alarmas. Todos piensan que has sido secuestrado por los Caídos.

Angel with a shotgun « malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora