La decepción al darse cuenta de que no hay ningún túnel con luz al final

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Las lágrimas se deslizaban por las mejillas de André mientras sus piernas se movían, huyendo de sus captores. Esos, que aparecían cada vez que encontraba un momento de tranquilidad.

Sus pensamientos estaban todos donde la dama extranjera que le había ayudado, y se sintió inservible. ¡Él estaba llorando y corriendo, mientras ella estaba seguramente muerta! La impotencia lo recorrió de pies a cabeza y dobló en una pequeña calle que llevaba a uno de los barrios más habitados de la ciudad.

Pensó que tal vez habría más personas ahí, tomando en cuenta que los soldados no habían invadido aquella zona en su totalidad. Tomó mucho aire cuando se vio lejos de aquellos hombres sin nombre que le perseguían.

Se secó con mucha furia las lágrimas usando su mano derecha y soltó un suave carraspeo, con pesadez en sus movimientos. Se sintió traicionado por sus patriotas.

Un sentimiento similar al asco le llegó a la mente al ponerse a pensar en ello, ¡personas extranjeras estaban falleciendo por un problema causado por los nativos de un país! ¡Esto era inaudito! La decepción arribó en su sentir. Se detuvo a mitad de camino y tomó mucho aire, para poder calmarse.

Siguió caminando después de unos segundos, con esperanzas de encontrar a más personas en una ciudad que quedó casi desierta después de las evacuaciones y asesinatos. Estaba siendo optimista, porque él sabía que si encontraba a alguien, no se tomarían la molestia en identificar si era un aliado o no.

En este tipo de situaciones, cualquier persona podría representar un peligro para la integridad. A André le asustaba siquiera pensar que alguien creyera que era una persona de la cual había que cuidarse, tomando en cuenta lo inofensivo que él era. Las personas buscaban adaptarse lo mejor que podían a las situaciones, aunque esto representara un cambio total en su carácter y acciones.

—Espero que haya alguien —susurró para sí mismo, colocando las manos debajo de sus axilas y encorvándose—. Por favor... alguien.

El barrio lo recibió con un silencio cortante y una apariencia inhóspita, donde apenas se escuchaba el barullo que hacían los árboles por culpa del viento. Sintió que estaba llegando a un páramo de edificios vacíos y almas ocultas que esperaban, expectantes, cualquier cambio en el lugar que les rodeaba. Cuál fuera, mientras llevara algo positivo a sus existencias, que en ese momento eran huecas.

André no murmuró una exclamación cuando tuvo la sensación de una fría arma contra su nuca, y se preguntó cómo no se dio cuenta de que estaban detrás de él. Tal vez, divagaba mucho en sus pensamientos y bloqueaba su sentido de la escucha.

Quizás si lo escuchó, pero hizo caso omiso. Porque solo tenía una ciudad vacía llena de entes escondidos en madrigueras, que no harían nada por él. Así como él no haría nada por ellos. ¿El sacrificio de Camille valió algo? En ese momento André se dio cuenta de que su vida no era suficiente como para compensar la pérdida de tal mujer.

—¿Por qué? —murmuró André, con un hilo de voz—. ¿Te hice algo?

Quien le apuntaba con el arma no le respondió, la saliva le bajó por la garganta y su cabeza empezó a contar los segundos como si fueran el tiempo más valioso del mundo. No se movió, porque nada podía hacer.

Solo deseó ver a algún conocido del otro lado.

El impacto del arma fue certero y se hizo un eco entre el desierto de edificios que era su hogar. Un último suspiro se deslizó desde sus labios, representando todo lo que pudo, pero no fue. Evocó a su madre y a su familia, su trabajo en la panadería y sus estudios.

Evocó a Camille como un recuerdo lejano a pesar de haberla perdido hacía muy poco tiempo. Y mientras el manantial sangriento surgía de su cuerpo, se estrelló contra el piso. Todo se tornó oscuro, y la esperanza se escurrió lejos de la cabeza de André, quien esperaba un mundo mejor.

André Sánchez solo falleció, no vio ninguna luz al final del supuesto túnel. Su cerebro no se esforzó por darle esa ilusión en sus últimos segundos de vida. Él era otra alma que perecía bajo órdenes de desconocidos y sin razón alguna, no era especial. Murió lleno de decepción.

Decepcionado del mundo, decepcionado de su patria y de las almas huecas que nunca hacían nada. Pereció con una creciente desilusión hacia sus deseos, pero en especial; André sintió que le falló a su propia voluntad, dejando que alguien muriera en vano por él.

¿Pero qué podía hacer él? No era nadie, no era una genialidad que iba a salvar al mundo. Lo comprendió por completo, antes de que el foco se apagase definitivamente. Después de eso, no hubo nada.

Antes de perecerUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum