–Te puede gustar sí, pero sé que en esta ocasión lo usaste para provocarme, incluyendo las medias, que aunque intentes taparlas con el vestido, sé perfectamente que tienes puesto un liguero. –Le dijo con una sonrisa que sobrepasaba los niveles de odiosidad aguantables en una persona.

–No. –Contestó hostilmente. Momentos como aquellos en los que maldecía el hecho de que Christian se fijase tanto en ella, que fuese tan detallista. Cualquier otro hombre no le habría prestado mucha atención a su vestimenta.

– ¿Entonces no quieres que termine haciéndote el amor esta noche? –Preguntó, balanceando la copa de vino en sus manos, viendo cómo el líquido se movía de izquierda a derecha.

Terminarás ejerciendo tu voluntad de todos modos. –Contestó, volviendo a pasar el dedo por el borde de la copa.

Y a ti te gusta que yo ejerza mi voluntad. –Le dijo, mirándola durante unos segundos para después dejar la copa en la mesa, apoyando los codos sobre ella y cruzando los brazos. –Lo que quiero saber es... –Levantó su mirada, observándola con una intensidad que era capaz de atravesarla. –Si estás en tus días de riesgo.

–No. –Volvió a contestar después de sacar la cuenta.

– ¿Segura?

–Segura. –Susurró, tratando de asegurar su respuesta. No sabía muy bien cómo estaba funcionando su organismo después del aborto. Habían pasado ya unas tres semanas, pero todavía no estaba muy segura de cuándo era la fecha de su siguiente período.

–Perfecto, podré hacerte el amor sin barrera alguna. –Contestó con una sonrisa, volviendo a tomar un sorbo de su copa, no sin antes levantarla y hacerle un gesto a Anastasia para que brindasen, ella se incorporó un poco en la silla, volviendo a tomar su copa y chocándola con la de él.

Lo que quedaba de cena transcurrió sin ningún otro contratiempo, sin ningún otro desacuerdo, sin ningún otro tema causante del sonrojo de Anastasia. Y entonces decidió vengarse, vengarse por... ¿Por qué? Realmente no había motivo para aquello, simplemente quería hacer sufrir a Christian.

Tomó otro sorbo del poco vino que ya quedaba en su copa, así tendría la excusa de que las copas se le habían subido a la cabeza. El silencio reinaba en la mesa, Christian la miraba con una intensidad que era capaz de desnudarla en todos los sentidos; de desnudarla en cuerpo y alma. Mientras él terminaba de tomar el vino de su copa, Anastasia comenzó a balancear la suya en su mano, girándola y haciendo que el poco líquido se removiese en ella, su pie cobró vida propia, comenzando a alargarse hasta encontrar la pierna de Christian, comenzando a acariciarla y a subir hasta su rodilla, luego hasta su muslo, casi llegando a su entrepierna, asegurándose de no lastimarlo con su calzado. Ella seguía con la mirada en su copa, pero podía darse cuenta de que Christian la estaba mirando con la ceja enarcada. Su pierna comenzó a subir y a bajar, acariciándolo lentamente, hasta que sintió la mano de Christian sobre su tobillo, ella intentó alejar su pierna, pero él la agarró con fuerza.

– ¿Te afectó el vino, bella? –Le preguntó cínicamente, mientras su mano comenzaba a acariciar su pantorrilla.

–Algo. –Contestó con la ceja enarcada.

Eso no es bueno.

– ¿Cómo lo sabes? –Lo retó, dejando la copa en la mesa, liberando su pie.

Intuición. –Le contestó, mirándola de una forma retadora.

Tu intuición falla a veces, ¿sabes? –Se colocó de pie, contoneando sus caderas, inclinándose un poco hacia él, comenzando a acariciarle la mejilla derecha, metiendo su otra mano en su pecho. –Creo que podrías sorprenderte en lo que respecta al efecto del vino sobre mí

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now